La combinación, habitual en Monsanto, de mala ciencia, reclamos engañosos, silenciamiento y eliminación de los oponentes y de las informaciones perjudiciales, es más que evidente en el caso del primer producto manipulado genéticamente que se ha comercializado: la hormona de crecimiento bovina, o la Somatotropina Bovina.

La Hormona Recombinante de Crecimiento Bovino (rBGH, según las siglas en inglés, también conocida como Bovine Somatrotopin, o BST), es una copia obtenida por ingeniería genética, de una hormona que producen naturalmente las vacas. La rBGH está ideada para que las vacas produzcan más leche de la que producirían naturalmente. Funciona alterando la expresión del gen de los transportadores de glucosa de la glándula mamaria, músculo y grasa de la vaca. El gen facilita el trasvase de glucosa a la glándula mamaria, lo que hace que produzca más leche.

Se espera que las vacas a las que se inyecta diariamente una dosis de la rBGH –comercializada con la marca Posilac– incrementen su producción entre un 10 y 20 por ciento. Sin embargo, los problemas y los efectos secundarios asociados al uso de la rBGH son numerosísimos. Son tantos sus peligros reales y potenciales que está prohibido en Canadá, la Unión Europea y otros países, a pesar de los esfuerzos de Monsanto por ganarse la apertura de esos mercados. Aún así, la rBGH se ha utilizado en otros países –principalmente en EEUU– durante varios años. Y es de allí de donde nos están llegando las malas noticias.

¿Quién se beneficia?

La US Food and Drug Administration (FDA)-organismo regulador de alimentos y medicamentos estadounidense-, declaró a la rBGH oficialmente “segura” en 1993, y Monsanto empezó a vender Posilac a los ganaderos en febrero del año siguiente1. En EE.UU. hay dos beneficios obvios de su uso a gran escala: un ingreso anual estimado de Monsanto de entre 300 y 500 millones de dólares, y un incremento estimado de un 12% en el suministro de leche del país2. Ya desde los 50, las granjas de lácteos americanas han producido de forma sistemática más leche de la que puede consumir la nación, y el Gobierno Federal ha venido comprando los excedentes cada año para evitar que el precio se desplomara. En el periodo de 1980-85, el gobiernos de EE.UU. gastó una media de 2.100 millones de dólares cada año en la compra del excedente lácteo3. Nadie necesita en EE.UU. la leche extra que la rBGH puede dar.

Es más, los animales tratados con la hormona están sujetos a un tremendo estrés. Normalmente unas 12 semanas después de que la vaca es una ternera produce leche a expensas de su salud. La vaca pierde peso, es estéril y es más susceptible a las enfermedades. Eventualmente, la producción de leche disminuye y su cuerpo empieza a recuperarse. La inyección de rBGH supone que el ganadero puede posponer esa recuperación entre otras 8 o 12 semanas, incrementando sustancialmente la producción de leche de la vaca, pero también haciendo que sea más susceptible a las enfermedades4.

Para una mayor comprensión de los efectos perjudiciales potenciales del rBGH en la vacas, uno no necesita más que ver la etiqueta de advertencia que el FDA exige que Monsanto incluya en cada remesa de Posilac. La etiqueta destaca 21 problemas de salud asociados al uso de Posilac, que incluyen ovarios císticos, desórdenes uterinos, disminución del tiempo de gestación y peso de nacimiento de las terneras, incremento de la tasa de gemelos y retención de placenta5.

Potencialmente el problema más serio, de todas formas, es el incremento del riesgo de mastitis o inflamación de las ubres. Una vaca con mastitis produce leche con pus. Las empresas lácteas no aceptaran leche que tenga un número de células somáticas anormalmente alto (por ejemplo: una alta proporción de pus), y la mastitis puede ser, así, una clara fuente de pérdida de ingresos de los ganaderos. Muchos intentan atajar el problema con el uso de antibióticos, pero se sospecha que los residuos de antibióticos en la leche causan problemas en los humanos que la beben, y también contribuyen al desarrollo de resistencia a antibióticos entre las bacterias6.

Preocupado con los efectos potenciales del rBGH, el US National Farmers Union (NFU), estableció una línea de teléfono en 1994 para que los ganaderos informasen sobre cualquier problema asociado con el Posilac. Cientos de ganaderos llamaron. John Shumway, ganadero del estado de Nueva York, dijo que tuvo que reemplazar 50 vacas como resultado de malas reacciones al Posilac. Las pérdidas estimadas por el uso de rBGH ascendieron a unos 100.000 dólares7. Melvin Van Heel, de Minnesota, dijo que sus vacas, tratadas con rBGH, padecieron mastitis, abortos y heridas ulcerosas. “Obtuve más leche, pero no creo que mereciera la pena”, dijo. Un ganadero de Michigan Steve Schulte,dijo que sus gastos de veterinario disminuyeron mucho cuando dejó de usar el rBGH. En Florida, Al Cole, perdió ocho vacas y tuvo que sacrificar otras 15. Otras tres dieron a luz terneros deformes8.

La NFU tiene una grabación de muchas más quejas como estas. Tal es el descontento, que muchos granjeros de todo EE.UU. están dejando de usar la hormona. En 1995, la NFU informó que “en algunas áreas del país de un 60 a un 90% de los ganaderos que usaban el BGH han dejado de hacerlo”9.

Así pues, queda claro que sólo Monsanto se beneficia de la venta de este producto inútil.

Los peligros para la salud humana

Incluso dejando de lado los problemas de salud causados por residuos de antibióticos en la leche –utilizados para tratar a las vacas que padecen mastitis– los efectos del rBGH en los humanos pueden ser devastadores. Los estudio científicos más preocupantes son los que relacionen el rBGH con el cáncer.

Cuando a la vaca se le inyecta el rBGH, su presencia en la sangre estimula la producción de otra hormona, llamada, en inglés Insuline-like Growth Factor 1(IGF-1) -Factor de crecimiento 1 tipo insulina-, una hormona-proteíca que producen naturalmente tanto vacas como humanos. El uso de rBGH incrementa los niveles de IGF-1 en la leche de las vacas. Dado que el IGF-1 es activo en los humanos –causando que las células se dividan– algunos científicos piensan que una ingesta de leche tratada con altos niveles de rBGH, podría dar paso a una división y un crecimiento incontrolados de células en los humanos, en otras palabras: cáncer10.

Monsanto, naturalmente, ha negado incesantemente que los niveles de IGF-1 en leche tratada con rBGH sea diferente al de la leche de las vacas no tratadas con la hormona recombinante. Según una publicación de 1994 en The Lancet, investigadores de Monsanto afirmaban que “no hay pruebas de que el contenido hormonal de la leche de vacas tratadas con rBGH sea en ningún modo diferente al de la que dan las vacas que no han seguido el tratamiento”11. En un número posterior de la misma revista un investigador británico declaró que, ya en 1993, Monsanto había admitido que el nivel de IGF-1 en la leche se incrementaba en torno a 5 veces cuando se usaba rBGH12.

Desde entonces, se han realizado diferentes estudios en los que se alerta sobre los peligros de un exceso de IGF-1. Dos investigadores británicos informaron en 1994 que el IGF-1 inducía división de células humanas13. El año siguiente, otro estudio descubrió que el IGF-1 promovía el crecimiento de tumores cancerígenos en animales de laboratorio, previniendo la muerte natural de las células14.

En 1996, el Profesor Samuel Epstein de la Universidad de Illinois, Chicago, realizó un detallado estudio de los efectos producidos por altos niveles de IGF-1 en los humanos. Los resultados de Epstein revelan que las concentraciones de IGF-1 que hay en la leche de las vacas tratadas con rBGH, pueden provocar cáncer de mama y colón entre las personas bebedoras de leche. La conclusión de Epstein fue contundente: “con la complicidad de la FDA, toda la nación está siendo sometida a un experimento a gran escala que supone la adulteración de un alimento básico muy antiguo por un producto biotecnológico pobremente caracterizado y sin etiquetado… que posee grandes peligros potenciales para toda la población estadounidense”15.

Dos estudios publicados a principios de este año parecen respaldar los hallazgos del Profesor Epstein. Un estudio realizado por American Women y publicado en The Lancet en Mayo revela que la probabilidad de contraer cáncer de mama entre las mujeres premenopaúsicas aumenta 7 veces en aquellas que tienen niveles altos de IGF-1 en su sangre16. Otro estudio publicado en Science en enero demostró que el riesgo de padecer cáncer de próstata se multiplica por cuatro entre los hombres con altos niveles de IGF-1 en la sangre17.

El negocio de las hormonas

Aparte de los riesgos para la salud asociados a la rBGH, su incremento de uso en el mundo podría contribuir a la desaparición de las pequeñas granjas y a la monopolización de la agricultura por parte de las multinacionales. La economía básica nos dice que el incremento en el abastecimiento de un producto, conduce a una bajada en su precio. El gobierno de EEUU sólo ha evitado un desmoronamiento general de los precios de la leche comprando el excedente. Si un uso generalizado de la rBGH en cualquier país redunda en un incremento significativo del abastecimiento de leche, y si el gobierno no tiene la capacidad o la voluntad de comprar cualquier excedente, la dramática bajada de precios resultante pondrá a los pequeños ganaderos contra la pared y garantizará, como lo han hecho otros muchos aspectos de la “revolución verde”, que las granjas grandes, intensivas y con alto nivel de tecnología, sean las que sobrevivan en un sector del mercado cada vez más competitivo.

Amordazando las críticas

Monsanto responde con intimidaciones, abogados, manipulación de los hechos y muchísimo dinero en propaganda a cualquiera que se atreva a criticar su rBGH. A todo esto le ha ayudado e instigado la FDA, a la que llaman los críticos, «Monsanto Washington Office».

La primera respuesta del eje Monsanto/FDA a las preocupaciones sobre la rBGH en la leche, (sondeos en EE.UU. han destacado sistemáticamente que más del 70% de los entrevistados no quieren beberla), fue respaldarse en la ley. En 1994, la FDA advirtió a los minoristas que no podían etiquetar la leche como leche sin rBGH , robando, así a los consumidores el derecho a elegir lo que quieran beber. La principal razón que dio la FDA de acuerdo a sus palabras, fue que «virtualmente» no existe diferencia entre la leche rBGH y la leche normal. El etiquetado podría por tanto discriminar injustamente empresas como Monsanto18.

El responsable oficial de la FDA de desarrollar esta política de etiquetado era Michael R. Taylor. Antes de ingresar en la FDA, era uno de los socios del gabinete de abogados que representaron a Monsanto cuando pidieron la aprobación a la FDA del Posilac. Desde entonces ha vuelto a trabajar para Monsanto19.

Como resultado de esta política, la FDA amenazó a los minoristas con acciones legales si se atrevían a etiquetar su leche como “leche sin BGH”. Monsanto misma tuvo dos juicios contra procesadores que etiquetaron su leche, y enviaron advertencias a otros para que no lo hicieran20. Los heladeros americanos Ben y Jerry quienes siempre han rechazado la leche tratada con rBGH, tuvieron un juicio recientemente contra el Estado de Illinois, quien reguló que no podían etiquetar sus productos como “sin rBGH”21.

Monsanto y sus aliados incluso han estado utilizando la Constitución de EE.UU. para evitar que los consumidores sepan qué es la leche que beben. En abril de 1994 el Estado de Vermont aprobó una ley que requería que los productos que contengan rBGH se etiqueten claramente. Una coalición de industrias lácteas y Monsanto emprendieron un pleito inmediatamente argumentando que la nueva ley era “inconstitucional”, en tanto que había violado la Primera Enmienda que asegura el derecho constitucional de no estar obligado a revelar información. Monsanto ganó22.

Enfrentada con una creciente indignación de los consumidores ante tales tácticas, Monsanto ha abandonado, muy a su pesar, sus juicios contra minoristas en EE.UU., y se permite etiquetar la leche como “leche sin rBGH”. Pero la FDA todavía se niega a exigir que los productores etiqueten su leche e incluso ahora, mucha gente no tiene ni idea de qué hay realmente en su leche.

Monsanto ha sido acusada, por otros sectores de la sociedad, de no ser limpia en los métodos utilizados y de encubrimiento de la verdad sobre la rBGH. El célebre caso «Fox TV Episode”, donde la corporación fue acusada de presionar para que un documental sobre el rBGH no saliera en antena, es sólo un ejemplo obvio. En su libro “Toxic sludge is good for you” (“El lodo tóxico es bueno para ti”), John C. Stauber y Sheldon Rampton cuentan un episodio en 1990 donde la empresa encargada de la promoción e imagen de la corporación envió un “topo” a una reunión de militantes anti-rBGH. El topo que actuó como una preocupada ama de casa, era de hecho una empleada de Burston-Marsteller, la compañía de imagen de Monsanto, que fue enviada para descubrir a priori cuáles iban a ser las tácticas de oposición23.

El sector lechero americano ha denunciado varias veces que los representantes de Monsanto han minimizado, ocultado o intentado tapar los efectos adversos del rBGH, diciendo incluso a los ganaderos que sus problemas de mastitis eran únicos, o que los problemas de salud que surgían después de haber usado Posilac eran culpa del ganadero, más que de la hormona.

La conducta de Monsanto en esto, como en otros muchos temas relacionados con la rBGH, ha sido cualquier cosa menos honesta. Así pues, es sorprendente que sus actuales llamadas a un «debate abierto» sobre biotecnología sean tomadas en serio por alguien, cuando esto no es más que una pequeña pieza de su gran campaña publicitaria.

Paul Kingsworth es escritor y activista medioambiental. Ha escrito para The Guardian, Independent on Sunday, Resurgence, BBC Wildlife, etc.