¿Cuáles son los motivos últimos de las guerras?

En un mundo unificado por la globalización económica, los países que no están sujetos a la lógica del mercado (o no aceptan su posición subordinada en este) suponen una amenaza para los intereses de las potencias dominantes y, por lo tanto, vulneran su seguridad.

En este sentido, los EEUU marcaban como objetivo en su Estrategia Nacional de Seguridad de 1997 promover “un mundo formado por sociedades abiertas y mercados abiertos que sostengan los intereses de los EEUU y sean coherentes con los valores americanos”, y para ello se valían de las “operaciones de baja intensidad” de sus Fuerzas Armadas. Esta doctrina se profundizaría posteriormente en la famosa “guerra preventiva” de Bush. La UE no se queda atrás y, en su deseo de afirmarse como una verdadera potencia mundial está creando una Fuerza Europea de Intervención Rápida “para realizar misiones internacionales, para todo tipo de operaciones de prevención de los conflictos y para la gestión de las crisis”. Y en la Constitución Europea se dan pasos claros para dotar de mayor capacidad militar a la Unión, como una política armamentística unificada o una doctrina de ataque preventivo similar a la de EEUU. Por último, la OTAN no sólo se ha autolegitimado para realizar acciones más allá de su territorio, sino que ya las ha llevado a cabo.

Así, la necesidad del poder militar para el avance del capitalismo global se establece como algo ineludible tras el 11-S, abriéndose una nueva forma de hacer política: la guerra global. Bush declara la guerra al “terrorismo internacional”, estableciendo la posibilidad de lanzar “guerras preventivas” contra todo aquello que considerase un peligro para su seguridad. Con esta justificación inicia las guerras contra Afganistán e Iraq, ataques que permitían el control de una región fundamental para la producción y el flujo de los recursos energéticos.

Pero no sólo existen intereses geopolíticos. Los acontecimientos del 11-S cuestionaban la hegemonía de EEUU tocando de lleno las herramientas clave de su funcionamiento como potencia: un dólar fuerte y el flujo de capitales del resto del mundo a EEUU. La situación era aún más grave si tenemos en cuenta la crisis de los mercados financieros que se inició en el 2000 y afectó de lleno a Wall Street. De modo que una forma efectiva de relanzar la fortaleza del dólar y la llegada de capitales a EEUU era a través del despliegue de su poderío militar. Es decir, que la economía financiera también tiene mucho que ver con las guerras que vemos por todo el mundo.

Además, la subordinación de los países del Sur respecto a los del Norte se está agravando con la globalización capitalista. Las consecuencias son, fundamentalmente, un aumento de las desigualdades y de la degradación ambiental. Esto está produciendo un descontento entre amplias capas sociales en todo el planeta, que sale a la luz en forma de estallidos violentos. Ante estas consecuencias de la globalización desde el Norte y desde las élites gobernantes del Sur se está respondiendo de distintos modos. El primer recurso son los medios de comunicación y la educación, que están cumpliendo una función adormecedora en amplias capas de la sociedad. Junto a ellos se ofrecen algunas compensaciones mínimas del Norte al Sur. Sin embargo, estos elementos de control no están siendo suficientes y se complementan con los policiales y militares, los cuales juegan un papel imprescindible para que la globalización capitalista sea factible.

El nuevo intervencionismo

El ejército de EEUU, la Alianza Atlántica, la UEO (y el resto de Europejércitos) e incluso la ONU se han ido modificando durante estos últimos años transformándose desde organismos teóricamente defensivos en otros marcadamente intervencionistas. No es que antes no existiese intervencionismo, sino que el de ahora está reflejado explícitamente en las organizaciones militares y se justifica con nuevos argumentos.

En los estados del Norte la democracia parlamentaria implica tener que mantener razonablemente satisfecha a una importante parte de la sociedad, con lo que las guerras deben ser asumibles por la opinión pública. Para hacer asumibles estas intervenciones se están usando dos tipos de argumentos. Por una parte se está recurriendo al miedo, marcando la necesidad de realizar “ataques preventivos” contra “los otros”, a los cuales se tipifica como bárbaros. Por otra se están falseando los motivos reales de las intervenciones disfrazándolos de “gestión o imposición de la paz” o de “guerras humanitarias”.

Nuevos enemigos

Tras el fin de la Guerra Fría la OTAN y la UEO necesitaban de nuevos enemigos para justificar su existencia. En contra de lo que había ocurrido con el Pacto de Varsovia ahora no se dibuja un enemigo concreto sino difuso. Así, de lo que se habla es de “amenazas” y éstas empiezan por el fundamentalismo islámico y abarcan a las dictaduras agresivas (o no sumisas) del Sur, pasando por el terrorismo internacional, los nacionalismos emergentes, el control nuclear y de fuentes de materias primas estratégicas o los flujos migratorios. Es decir, una indefinición que permite intervenir, dirigiendo las miras hacia el Sur, prácticamente dónde y cuando se desee, además de retomar la escalada armamentística.

Los instrumentos

Las guerras en las que han intervenido los países del Norte han mostrado su poderío militar aplastante sobre sus enemigos, lo que ha hecho innecesaria en muchos casos la intervención terrestre o ha conseguido que ésta fuese un paseo. Así se habla de guerras asimétricas en las que parece que los contendientes están instalados en siglos distintos (y donde los principales perjudicados son las poblaciones civiles, ya que suponen el 90% de los muertos). Mantener esta brecha tecnológica tiene su precio, por ello el gasto militar mundial (en su inmensa mayoría estadounidense y, en menor medida, de la UE) es igual al ingreso del 49% de la población mundial.

Por otra parte, el Norte abusa de tener el monopolio de la información y del control que de ésta ejercen las élites dominantes. Las actuales intervenciones sin el moderno armamento serían impensables, pero sin una opinión pública interna que las apoye o se calle tampoco se podrían realizar.

Y ante todo esto ¿qué?

Los movimientos sociales hemos conseguido recientes éxitos en nuestra oposición a los intereses de las grandes multinacionales y los gobiernos del Norte, como la retirada de las tropas españolas de Iraq. En este sentido la movilización social sigue siendo fundamental.

Respecto a la regulación de los conflictos desde Ecologistas en Acción consideramos que se debe adoptar, como paso imprescindible, que las políticas que se sigan vayan encaminadas hacia la creación de una seguridad común, universalizando una vivienda y alimentación adecuadas, una educación y salud básicas, con la abolición de las jerarquías y con un medio ambiente limpio. En los conflictos existentes la paz sólo se puede alcanzar como consecuencia de un proceso de negociación entre todas las partes implicadas en el cual se depuren responsabilidades.