Las poblaciones de las dos especies de cóndor americano, el cóndor californiano y el cóndor andino, están desapareciendo debido a la acción del hombre, que, por desinformación o por intereses económicos, los está situando al borde de la extinción. La cría en cautividad es una de las últimas esperanzas para su conservación.

Los cóndores americanos tienen su origen en el Terciario europeo, y proceden de un grupo de aves carnívoras-carroñeras con escasa capacidad de vuelo y de gran tamaño corporal, los Teratornithidae. Estas aves iniciaron la colonización del Nuevo Mundo por América del Norte, para ir luego descendiendo paulatinamente hacia el sur del continente durante el Mioceno temprano.

La distribución de los cóndores, muy amplia al comienzo del Cuaternario, distaba de ser similar a la actual, pues se centraba principalmente en la franja costera y las extensas planicies de las pampas, no encontrándose evidencia alguna de cóndores en las sierras de Córdoba y de San Luis, ni mucho menos en los Andes, zona actual de distribución de los mismos. Cabe destacar al Argentavis magnificens, de 6,5-7,5 m. de envergadura, que habitó en esta zona durante el Mioceno tardío (hace 5,5 millones de años), siendo la mayor ave voladora que haya existido, por lo que es considerada como la especie dominante del medio, seguida por el Teratornis merriani y el cóndor andino (Vultur gryphus), como especies menores.

Haciendo un breve análisis del medio, nos encontramos con que las pampas eran un lugar ideal para la búsqueda de alimento de los carroñeros, pues carecían de vegetación en altura y poseían excelentes pastizales en los que se alimentaban los megaterios, animales herbívoros que sobrepasaban largamente la tonelada de peso, lo que permitía la existencia de estos grandes carroñeros. Además, hay que destacar la presencia constante de fuertes vientos que eran necesarios para el tipo de vuelo de estas aves.

La extinción de la fauna de grandes mamíferos en la transición al Pleistoceno (1,75 millones de años) como consecuencia de los cambios climáticos, y la desaparición de los vientos provocó también la extinción del Argentavis magnificens. Las especies que permanecían en las pampas no podían satisfacer las necesidades alimenticias de un carroñero de gran tamaño, lo que también obligó a la retirada del Vultur gryphus hacia zonas más favorables, algo que no ocurrió con los jotes (Sarcoranphus papa, Cathartes aura, Cathartes burrovianus y Coragyps atratus) que, al ser de menor tamaño y tener menos gastos de energía, pudieron mantenerse en estas áreas. En lo referente a las jerarquías, el cóndor andino pasó a ocupar el rango de mayor jerarquía que había quedado vacante, algo similar a lo que sucedió en América del Norte con el cóndor de California.

Situación actual de los cóndores

La situación de las poblaciones de cóndores americanos dista mucho de ser la óptima. En América del Norte quedaba en 1970 una única, pequeña e inviable población de cóndor de California (Gymnogyps californianus), que fue capturada en su totalidad y sometida a un plan de cría en cautividad en la que se les retiraban los huevos a las aves para obtener puestas múltiples, maximizando así el éxito reproductivo. En la actualidad se están liberando un promedio de 15 ejemplares al año.

Las razones de la drástica disminución del número de cóndores de California están estrechamente ligadas al hombre: la modificación del hábitat y la disminución o desaparición de los animales herbívoros nativos de los cuales se alimentaban los cóndores californianos, introduciendo otros de mayor renta económica, pero con menor tasa de mortalidad. La transformación de áreas de alimentación de los cóndores en zonas de cultivo, la presión sobre los carnívoros con el uso de cebos envenenados y la matanza directa de ejemplares son otros factores relacionados con esta alarmante disminución. Otro factor importante es la contaminación con DDE que afecta directamente a la calidad del huevo haciéndolo inviable.

En cuanto a la situación del cóndor andino (Vultur gryphus), si bien en líneas generales es mejor que la del cóndor californiano, se debe hacer una clasificación por países para comprender el estatus real, aunque dicha clasificación es sin duda caprichosa, pues existe un intercambio muy fluido de ejemplares entre las poblaciones de los distintos estados.

La distribución actual del cóndor andino está restringida a la cordillera de los Andes desde el noroeste de Venezuela, pasando por Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, hasta llegar a Chile. En Argentina ocupa, además, la región cercana a la cordillera y dos asentamientos ajenos a los Andes en las Sierras de San Luis y de Córdoba.

En Venezuela la población de cóndores, considerada extinta en 1979, no supera actualmente los doce ejemplares, de los cuales hay tres que han sido reintroducidos. La disminución del número de cóndores en Venezuela ha sido alarmante dado que, en el año 1912, Briceño Gabaldón mencionaba que los cóndores eran fáciles de avistar y hablaba de carroñas que eran visitadas por una treintena de estas aves. La modificación de ambientes, la desaparición de la fauna nativa sin ser sustituida por otros animales de similares características, el uso de venenos, la competencia con perros asilvestrados y la gran cantidad de líneas de alta tensión son, en parte, las causas que explicarían este drástico descenso. A esto se le suman las divergencias políticas en los planes de conservación que han llevado a que un gobernador de Mucuchíes, un área de campeo de cóndores, incentivara la matanza de ejemplares logrando de esta manera que se mataran cuatro cóndores reintroducidos.

En Colombia la situación es similar, pues la modificación de hábitats y el uso de venenos son las principales causas de la desaparición de los cóndores. Se estima que la población no supera los 120 ejemplares, entre los que se incluyen 22 animales liberados que habían formado parte del plan de reintroducción del cóndor de California, en el que habían sido utilizados como aves piloto. Otro factor que se suma a la problemática en Colombia es el conflicto armado y la actividad del narcotráfico, que dificultan y hasta hacen imposible la investigación y el seguimiento de las poblaciones de cóndores.

En Ecuador es poco lo que se sabe pero las poblaciones del norte del país podrían rondar los 100 ejemplares agrupados en la zona del Ángel, Cotacachi, Cayambe, Cotopaxi y Cajas, desconociéndose la posible existencia de otras zonas habitadas en el sur del país.

En Perú las poblaciones son más abundantes, superando los mil ejemplares. Los principales problemas para su conservación son la modificación del hábitat, la competencia con perros salvajes por las carroñas, y la caza furtiva con fines comerciales.

En lo que respecta a Bolivia es poco lo que se puede agregar, debido a que no existen seguimientos de poblaciones ni de individuos. Lo único que hay es una estimación general de la población de cóndores del país en la guía de aves de Bolivia, donde se los catalogan como en peligro de extinción, desconociéndose otros trabajos o publicaciones que avalen o descarten esta información.

Por último, en lo que se refiere a Chile y Argentina conviene hacer un tratamiento común, pues entre ambos países poseen más del 90% de las poblaciones de cóndores, distribuidas a lo largo de 5.000 kilómetros de Cordillera Andina, y en ambas caras de dicha cordillera las poblaciones están sometidas a los mismos factores. El uso de venenos en cebos o carroña para eliminar zorros y pumas, así como también la modificación de hábitats para las industrias agrícolas y ganaderas son sin duda los principales factores que afectan a los cóndores. Otros efectos potenciales podrían derivarse de los tendidos eléctricos, sin que existan estudios de impacto previos o medidas de protección para las aves, y el uso de municiones de plomo en actividades cinegéticas. Una actividad potencialmente peligrosa para los cóndores, y que cada día está más en auge, son los deportes de riesgo, entre los que se incluyen la escalada, el parapente y los vuelos de ultraligeros, que provocan molestias a las poblaciones de estas aves.

En cuanto a las poblaciones de cóndores de ambos países se hace imposible cuantificarlas por las características de los Andes y por su amplísima distribución, pero una estimación aproximada podría rondar los diez mil como mínimo. Aunque este número puede parecer alto, lo cierto es que el cóndor es una especie en peligro, que está incluida en el apéndice I del CITES (Convenio sobre el Comercio Internacional Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres), teniendo en cuenta la gran disminución que viene sufriendo en otros países y el incremento de actividades potencialmente nocivas para estos animales.

Un caso particular, pero que debe ser tomado como ejemplo de una mala gestión que ha puesto a una población de cóndores en peligro potencial, es el plan llevado a cabo por la Administración de Parques Nacionales en Córdoba (Argentina), donde se creó un nuevo parque de 28.000 ha y la primera medida adoptada fue la erradicación total del ganado, único gran herbívoro de la zona, con una mortalidad estimada de un 3%, desapareciendo así anualmente 36.000 kilos de carne que eran consumidos por todos los carnívoros y carroñeros de la zona, incluyendo al cóndor. De esta manera los animales se ven obligados a ampliar el territorio de prospección fuera de las zonas protegidas, aumentando así los riesgos para ellos y disminuyendo el rendimiento de su alimentación. Cabe destacar que la población de cóndores de esta zona ronda los cien ejemplares y que se han registrado una decena de nidos con una alta tasa de éxito.

Por último, en Argentina hay un factor positivo para los carroñeros que hay que tener en cuenta: el recambio de herbívoros nativos por otros con fines comerciales, como es el caso del Abeerden angus en pastizales de altura, que tiene una tasa de mortalidad similar a la de los camélidos nativos (llamas y alpacas), pero que ofrece un 300% más de carne. Otro caso similar sería el de las ovejas en cría extensiva de la Patagonia, en donde los volúmenes de animales, como es lógico, superan las cantidades naturales. No se ha notado en los cóndores ningún tipo de rechazo a estas nuevas ofertas de alimentación.

La protección de las especies

Si bien es cierto que gran parte de los dormideros, posaderos, lugares de baño y nidos de los buitres del Nuevo Mundo se encuentran dentro de los Parques Naturales o de áreas con diferente grado de protección en los distintos países de Sudamérica, el problema principal radica en que las zonas de alimentación se encuentran generalmente fuera de los mismos. Por ello, los cóndores se encuentran en un peligro constante cuando realizan sus vuelos de prospección o en el momento en que descienden a alimentarse, produciéndose en este periodo la mayoría de las muertes por disparos, choques contra líneas eléctricas, envenenamiento u otras causas. Es por este motivo por el que se deben crear o modificar leyes para su protección efectiva. Actualmente se está redactando un proyecto que aglutina a todos los países andinos para desarrollar políticas similares de conservación. El fin, en una primera etapa de cinco años, sería determinar las poblaciones existentes de cóndores en toda Sudamérica, ayudar a los gobiernos nacionales y provinciales a crear medidas efectivas de protección, llevar a cabo seguimientos y estudios de poblaciones críticas y realizar reintroducciones con cóndores procedentes de los centros de reproducción (zoológicos de Buenos Aires, Santiago de Chile, Lima y varios en los EE UU).

Sería conveniente disponer de comederos controlados, como sucede en España para otras carroñeras, en donde se arrojan los animales muertos y se evitan de ésta manera vuelos peligrosos en busca de alimento. Dichos comederos servirían para el estudio de las distintas especies (control de marcas, estudios de comportamiento, etc.) necesarios para la protección de estos animales.

Por otra parte, deberían desarrollarse campañas informativas entre los habitantes de las zonas de influencia de las poblaciones de carroñeros sobre los beneficios de estas especies así como también acerca de las sanciones que se pueden llegar a imponer a quienes atenten contra ellos.

Los buitres americanos, surgidos de un antecesor común hace más de ocho millones de años, han evolucionado y se han adaptado al carroñeo, uno de los eslabones más importantes dentro de la cadena trófica. Pero, sin embargo, hoy en día las poblaciones de estas aves están desapareciendo, debido a las modificaciones, creencias y acciones de los hombres, que, por desinformación o por intereses económicos, los están situando al borde de la extinción. Es por ello que legislar, estudiar sus hábitos y proseguir con los planes de reintroducción puede significar la salvación de este amplio, diverso y fascinante grupo que forman las aves carroñeras.

Los planes de reproducción en cautividad

Un nuevo pollo de cóndor andino (Vultur gryphus) se suma a los esfuerzos por la conservación de la especie. Se llama Che y es hijo de una pareja de cóndores cubanos que fueron donados a ese país por el Gobierno Chileno de Salvador Allende. El huevo, una vez puesto por la pareja, fue retirado de la jaula y trasladado al Jardín Zoológico de la Ciudad de Buenos Aires (Argentina) para ser incubado artificialmente durante más de 50 días.

El Che, como los otros diez pollos nacidos en el marco de este proyecto, dirigido por el Profesor Luis Jácome del Zoológico de Buenos Aires, está destinado a repoblar las zonas más comprometidas de los Andes de Sudamérica. Los pollos, que se crían en un aislamiento absoluto, son alimentados con títeres para que logren un imprinting, es decir, para que fijen su imagen como cóndores. A las doce semanas se les coloca en un recinto de grandes dimensiones en donde estarán con otros cóndores y se alimentarán con carroña similar a la que podrán encontrar en estado silvestre. Los pollos nacidos y criados de esta manera han sido liberados en dos áreas distintas, una en Bariloche (Argentina) y la otra en Mifafí (Venezuela), se han adaptado rápidamente y se han consolidado dentro de las poblaciones silvestres de cóndores. Esto demuestra que esta técnica de cría es eficaz ya que hay algunos ejemplares que llevan liberados más de un año y se encuentran en perfecto estado.

A los animales liberados se les colocó en las alas dos transmisores, uno radial y otro de seguimiento por satélite, para poder seguir los amplios desplazamientos que realizan, más de 300 kilómetros diarios, y poder descubrir así dormideros y lugares de alimentación dentro de la Cordillera de los Andes que antes eran desconocidos.

Juan E. Feijóo es biólogo del Museo de Zoología de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina) y becario del CSIC en la Estación Biológica de Doñana. El Ecologista nº 22

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