La concentración de granjas porcinas industriales en varias zonas de España está ocasionando, entre otros problemas, una grave contaminación por nitratos de los suelos y las aguas subterráneas. Existen alternativas de tratamiento de los purines y de gestión de las granjas que podrían mejorar mucho esta preocupante situación.

El censo español de ganado porcino está creciendo a un ritmo galopante. El último dato disponible, correspondiente a 2002, indica que ya se superaron los 23,5 millones de cabezas, y la tendencia continúa en aumento. La expansión continua de la industria agroalimentaria, que marca fuertemente los hábitos alimenticios de los ciudadanos y que prima la cantidad frente a la calidad, está provocando un cambio drástico en las formas tradicionales de cría de cerdos.

Año tras año vemos extinguirse la imagen tradicional del ganadero propietario de 70 u 80 cerdos, cuyos estiércoles iban destinados a abonar sus tierras, para el cual los desechos o basuras del ganado no constituían un problema, sino todo lo contrario, un beneficio –de hecho, así llaman al estiércol en algunas zonas de la Península– valiosísimo para mantener o aumentar la fertilidad del terreno. Al tiempo, se imponen grandes explotaciones de cientos o miles de cerdos, criados con sistemas intensivos.

Las nuevas instalaciones pueden ser propiedad de los mataderos y fabricantes de piensos –auténticos lobbies del sector– o alquiladas. Pero quizá la fórmula más extendida sea el sistema de integración: el ganadero aporta la granja, el agua, la mano de obra y la gestión de residuos, mientras que los propietarios de los animales –frecuentemente los mismos fabricantes de piensos– se encargan del transporte, les proporcionan la alimentación y los vacunan.

Muchas son las consecuencias e impactos que está provocando este cambio en la ganadería porcina, tanto económicos como sociales, sanitarios y ambientales. En este artículo nos vamos a centrar en el problema de los purines, de cómo ese beneficio que tradicionalmente suponía el estiércol de los cerdos se está convirtiendo en uno de los mayores problemas ambientales y de salud pública en algunas comarcas de la Península.

El problema de los purines

Las granjas intensivas emplean sistemas de limpieza en los que se utiliza el agua a presión para el arrastre de las deyecciones. Este sistema, que en un primer momento facilita considerablemente el manejo de los excrementos y aporta mejoras en las condiciones higiénicas y sanitarias de las granjas, tiene, por el contrario, la enorme desventaja del gran incremento del consumo de agua y de la complicación del manejo del purín. El purín es el estiércol licuado, pastoso o semilíquido, con fuerte olor amoniacal, resultado de la mezcla de las defecaciones, aguas de lavado y restos de piensos.

El hecho de que el estiércol de porcino sea limpiado por el arrastre de agua, en principio, no implica que cambien sus características agronómicas en cuanto a materia orgánica y nutrientes. Por tanto, su aplicación como abono órgano-mineral en los cultivos es una práctica agrícola recomendable especialmente en países como España y Portugal, donde los suelos tienen unos bajos índices de materia orgánica. Por otra parte, esta práctica implica cumplir con uno de los principios ecológicos básicos, como es el de cerrar el ciclo de las materias primas.

Sin embargo, la gestión y valorización agrícola de los purines se ve limitada por sus costes de manejo y transporte debido a su alto contenido en agua –en torno al 95%– y, sobre todo, por la sobrecarga y concentración de la cabaña ganadera en algunas comarcas de nuestro territorio, lo que ocasiona que su aplicación como abono sea costosa y difícil, al no existir terreno próximo disponible que pueda recibir tanta cantidad de estiércol sin provocar, a su vez, contaminación de suelos y acuíferos. El excesivo aporte de estiércol provoca que los nitratos, las principales sales contenidas en los purines, se vayan filtrando y terminen contaminando acuíferos y aguas superficiales.

La OMS advierte de la peligrosidad de consumir agua que contenga más de 25 miligramos de nitratos por litro. Sin embargo, la UE permite el consumo de aquellas aguas cuya concentración de nitratos no supere los 50 µg/l, un nivel que se supera con creces en muchos acuíferos españoles.

El caso de la cabaña porcina catalana es muy llamativo. En los últimos años se ha llegado a la proporción de más de un cerdo por persona. Pero no es sólo la cantidad de animales lo que provoca problemas, sino sobre todo su concentración. En comarcas como Osona, Segriá, Plana de Vic, en cada una de ellas la cabaña porcina ronda el millón de cabezas. Como consecuencia, la sobreproducción de purines en Cataluña llega a cifras muy elevadas. Según datos del departamento de medio ambiente de la Generalitat son, en total, más de 2,5 millones de metros cúbicos al año. No es de extrañar que algunos análisis de manantiales en Osona, por ejemplo, hayan dado índices de nitratos por encima de los 400 µg/l.

El problema llega a ser más grave cuando la contaminación por nitratos procedentes de los purines pasa a las redes de agua potable de los municipios y, por tanto, son ingeridos por los ciudadanos. Según los datos facilitados por el Departament de Sanitat (sobre análisis efectuados en su mayoría en 1998), diversas redes de abastecimiento de agua potable estaban contaminadas por nitratos. En toda Cataluña, teniendo en cuenta información de la Agència Catalana de l'Aigua, el 40% de los pozos situados en zonas ganaderas está contaminado. Recientemente se difundía en prensa la noticia de que 66 municipios catalanes tendrán que buscar suministros alternativos de agua al haber sido contaminados los que utilizaban.

En la medida en que en algunos puntos de Cataluña y del norte de la península se establecen restricciones a la actividad porcina, ésta se va desplazando hacia zonas más al sur. Por ejemplo, en Castilla-La Mancha hay una media de dos solicitudes por semana de apertura o ampliación de granjas de porcino.

Qué hacer con el purín

Una salida razonable al problema de los purines y al de la ganadería porcina pasa por conjugar los aspectos sociales, económicos, ambientales y sanitarios. Por desgracia, en éste como en otros tantos casos, la dimensión economicista es la que domina e impone sus criterios. De la conjunción de todas las variables resultaría como necesaria y urgente la reordenación de nuestra cabaña porcina en la que se debe primar la explotación familiar frente a la industrial e intensiva.

Por lo que respecta a los purines, es fundamental reestablecer el vínculo entre ganadería y agricultura, de tal manera que la conservación y fertilidad del suelo, así como el buen estado de las aguas subterráneas y superficiales, sea una condición básica y prioritaria sobre la que se sostenga toda política y gestión ganadera.

Si bien alguna normativa estatal, como la de Ordenación de las Explotaciones Porcinas (Real Decreto 324/2000) y otras autonómicas han aportado algunos elementos de regulación al sector, esta reglamentación en muchos casos no tiene carácter retroactivo para las explotaciones ya existentes. Otras veces, no hay seguimiento y vigilancia adecuados por parte de la Administración –granjas con muchos más cerdos de los autorizados, vertidos directos a cauces públicos, balsas claramente inadecuadas e ineficaces…–, o es ínfimo el valor coactivo de las sanciones, resultando rentable infringir la norma y pagar la sanción, si es que llega.

Por tanto, previa a toda medida de tratamiento final del purín, es necesaria y urgente la adecuación del volumen de la cabaña de cada comarca a la disponibilidad de terreno apto para recibir el purín sin que éste, por sobresaturación, termine contaminando suelos, agua y aire. A partir de aquí nos podemos plantear cómo proceder con el purín para que su manipulación sea lo menos dañina posible, incluso beneficiosa, al medio ambiente. En función del tamaño de la explotación, hoy por hoy, pueden ser aconsejables unos u otros sistemas de tratamiento.

En la aplicación del purín como abono, además de la cantidad de estiércol por unidad de superficie, es necesario tener en cuenta otros factores, como las condiciones de aplicación en suelos declarados vulnerables, terrenos en pendiente, época del año y estado del suelo –húmedo, helado o con nieve, etc.– en que se aplica, enterramiento del estiércol, acreditación de los terrenos que abonar… Todo ello debe quedar muy bien reglamentado en la normativa correspondiente y estipuladas las sanciones aplicables en caso de incumplimiento, que por supuesto deben ser proporcionales al daño originado.

Para pequeñas granjas puede servir el sistema de balsas impermeabilizadas en las que evaporamos el agua para luego aplicar adecuadamente sobre el terreno el estiércol pastoso. Pero es conveniente advertir que en este proceso tenemos el problema de que durante la evaporación se desprende gran cantidad de amoniaco.

Para granjas de mayor volumen o mayores cantidades de purín, se pueden utilizar sistemas de depuración convencional, en los que se separa sólido y líquido. El líquido puede ir para riego y el sólido compostarse con restos vegetales para lograr una buena relación C/N.

La opción que más se ha extendido últimamente para grandes explotaciones y que ha contado con un fuerte apoyo institucional es la deshidratación de los purines en plantas de cogeneración, marginando otras alternativas mucho más interesantes y racionales como la digestión anaerobia. Intentaremos explicar ambos procesos.

Un cerdo produce al día entre 4 y 7 litros de purín. El purín está formado en un 95% por agua. Su elevado contenido en nitrógeno y agua hace complicada su utilización como fertilizante sin antes tratarlo, entre otras cosas, por la dificultad del transporte hasta el lugar de aplicación. Para llevar a cabo el proceso se construyen plantas de cogeneración de hasta 15 MW para deshidratación de purines. En estas plantas se quema gas natural para secar el purín y con el calor de la combustión se produce electricidad.

Pero una planta de cogeneración necesita disponer de una red de distribución de gas natural y una red de evacuación de electricidad. Además, estamos quemando energía (gas) para producir electricidad. En realidad el purín es la excusa para producir electricidad. Cuanto más gas consumamos, más electricidad produciremos y más dinero se gana. En verdad, este artificio técnico-financiero se sostiene gracias a una política energética coyuntural que establece una subvención a la energía producida por cogeneración que se envía a la red: el precio de la electricidad está ahora mismo a 0,036 euros/kWh y la prima por cogeneración está en los 0,0323 euros/kWh. Sin embargo, la subida del precio del gas natural –actualmente en alza– y la posible reducción futura del precio de la electricidad producida por cogeneración hacen más que dudosa la viabilidad de estas instalaciones que han sido diseñadas más para el negocio energético que para la solución al problema de los purines.

Por el contrario, desde el punto de vista calorífico resulta mucho más adecuada la digestión anaerobia de los purines. De forma natural, al descomponerse el purín en ausencia de aire produce gas metano. Esta opción, en vez de consumir energía, la produce, pudiendo ser usada para el propio consumo de las granjas, mientras que el purín desgasificado (se pierde parte de la materia orgánica en forma de CO2 y metano) es utilizable como fertilizante.

Este modelo en sí no es que sea una alternativa energética a los actuales sistemas de energías convencionales, pues la productividad del metano a partir del purín no es muy elevada. Pero sí implica extraer un valor añadido al purín. Puesto que debemos almacenarlo durante parte del año, antes de su aplicación como abono sobre el terreno, con una tecnología sencilla y no costosa podemos conseguir energía en forma de calor para toda la instalación. En Canadá hay explotaciones porcinas que a temperaturas de 21ºC bajo cero se autoabastecen caloríficamente con este sistema.

Jerónima Alises, Vicente Luchena y Julio Ruiz, Ecologistas en Acción de Ciudad Real. El Ecologista nº 44

De Holanda a España
Entre las causas del acelerado incremento de la producción de cerdos en el Estado español, además del auge de la industria agroalimentaria, está también la progresiva reducción de la cabaña porcina de algunos países europeos, como Holanda y Dinamarca. En estos países los impactos generados por la producción intensiva –implantada desde hace décadas– han levantado fuertes presiones ecologistas y ciudadanas que han obligado a sus gobiernos a establecer estrictas normas en la manipulación y gestión de los estiércoles. Con ello intentan corregir el exceso de aportes minerales y amoníaco al ambiente, al tiempo que se pretende reducir considerablemente –hasta un tercio– el volumen de la cabaña ganadera del país.
Pero esta política restrictiva de algunos gobiernos ha provocado que muchos ganaderos del país intenten evadir la legislación y trasladen sus explotaciones o inviertan en otras zonas de Europa donde la normativa ambiental no es tan estricta: Polonia, Hungría, antigua República Democrática de Alemania, España…
Este desplazamiento de la producción porcina ha hecho que España, junto con Alemania, se haya convertido en el país líder de producción de carne de cerdo, lo que está empezando a pasar factura al medio ambiente por el vertido incontrolado de purines. Varias comarcas de Aragón, Cataluña, Comunidad Valenciana, ambas Castillas, etc. sufren ya el devastador efecto de la concentración de granjas de cerdos.

Referencias bibliográficas
- Directiva de Nitrato de la UE (EG/91/676)
- Normas básicas de la explotaciones porcinas (RD 324, 2000, del 3 de marzo)
- Normas de gestión de los estiércoles de explotaciones porcinas de Castilla-La Mancha (Orden del 4 de marzo de 2003)
- FUNDACIÓN ECOLOGÍA Y DESARROLLO: Alternativas a la actual gestión de los purines, 15-9-2000.
- M. BIGARIEGO: La producción porcina en España y el medio ambiente. Normativa e implementación, Madrid, junio 2001.
- M. NOGUER: “La cabaña porcina de España pasa factura al medio ambiente”, El País 17-9-2002.
- AGENCIA DE GESTIÓN DE LA ENERGÍA DE CASTILLA-LA MANCHA: Proyecto SADE. Explotaciones ganaderas, Albacete, 2002.
- DIRECCIÓN DE CONSERVACIÓN DE LA NATURALEZA: Propuesta holandesa sobre el excedente de minerales y evaporación de amoniaco. Ministerio de Agricultura, 2003.