La nueva normativa europea favorece la incineración frente a otras alternativas de gestión de residuos más eficaces y menos perjudiciales para la salud humana y el medio ambiente. Entre los riesgos más importantes de esta opción destaca el que suponen las partículas ultrafinas.

Comisión de Residuos de Ecologistas en Acción de Madrid. El Ecologista nº 60

En junio de 2007, el Consejo Europeo decidió apoyar la propuesta de la Comisión Europea para considerar a las incineradoras de residuos con recuperación de energía como plantas de recuperación.

Ante la falta de medidas claras del Consejo para potenciar los procesos de reducción, reutilización y el verdadero reciclaje de residuos, lo más probable es que los desarrollos normativos fomenten la incineración de los residuos, con consecuencias muy negativas para la salud humana y el medio ambiente. La sustitución del reciclaje por la incineración contradice la Estrategia Comunitaria para la Salud y el Medio Ambiente y el objetivo oficial de convertir a la Unión Europea en una “sociedad del reciclaje”.

Es preciso tener en cuenta que, aún en el supuesto de que la incineración produzca energía, también quema recursos y pone en peligro la salud humana. De todos los riesgos para la salud, el que suponen las partículas ultrafinas apenas ha sido analizado.

Partículas pequeñas, problemas grandes

Las incineradoras, además de generar cenizas tóxicas y otros residuos, emiten partículas muy pequeñas, capaces de desplazarse largas distancias y penetrar profundamente en el sistema respiratorio. Sus emisiones son susceptibles de provocar un incremento de la mortalidad causado por enfermedades cardiovasculares y cáncer.

Las partículas más grandes de las PM10 (de menos de 10 μm) pueden quedar atrapadas en la nariz y en la garganta antes de ser expulsadas, pocas penetran en los pulmones más allá del bronquiolo. Pero las partículas finas de tamaño PM2,5 a PM1 (entre 2,5 y 1 μm) son lo suficientemente pequeñas como para penetrar hasta las partes más sensibles del pulmón. El cuerpo humano tarda aproximadamente cinco años en expulsar la mitad de esas partículas. Los pulmones sanos retienen aproximadamente el 50% de las partículas finas a las que están expuestos.

Las partículas aún más pequeñas, las ultrafinas, son capaces de penetrar todavía más profundamente, y resultan potencialmente más dañinas. Ésas ultimas oscilan las 0,1-0,001 micras de diámetro.

Todas las partículas pueden provocar problemas para la salud, especialmente si van rodeadas de metales tóxicos y compuestos orgánicos. Las sustancias químicas que recubren la superficie de la partícula erosionan el pulmón y, posteriormente, son transportadas al torrente sanguíneo.

Aunque las partículas ultrafinas no sean especialmente tóxicas, las evidencias indican que pueden iniciar un estrés oxidativo en el pulmón –proceso que altera la química celular de los pulmones causando inflamación y desencadenando problemas de salud–. Muchas atraviesan la membrana de los pulmones y son transportadas hacia el torrente sanguíneo, donde provocan respuestas inmunes y aumentan la viscosidad de la sangre, con el consiguiente aumento del riesgo de ataque cardiaco e infarto.

Las partículas finas y ultrafinas plantearían menos problemas de salud si pudiéramos confiar en las tecnologías de filtrado para retenerlas pero, por desgracia, son demasiado pequeñas como para ser captadas por la mayoría de los equipos de control más modernos en las incineradoras. Los filtros usados normalmente atrapan sólo las partículas más gruesas, permitiendo escapar al 70-95% de las partículas PM2,5.

Las partículas más finas no son la única amenaza creada por la incineración de residuos. Las reacciones químicas que tienen lugar dentro de las incineradoras originan cientos de químicos. La mayoría de estos productos, de composición desconocida, penetran en el medio ambiente por diversas vías. Algunos son liberados como gases, otros son atrapados en cenizas y filtros que se llevarán después a los vertederos.

Su magnitud, peligrosidad y efectos sobre la salud humana por el momento han sido poco investigados. Sin embargo tres cuestiones resultan evidentes. Primera, las incineradoras no pueden limpiar los residuos con los que se alimentan. Si el mercurio y otros metales pesados entran en las incineradoras, éstas emitirán dichos metales. Segunda, la quema de residuos produce dioxinas y otros compuestos tóxicos, bioacumulativos y persistentes. Tercera, un creciente número de pruebas sugiere que en las poblaciones próximas a las incineradoras aumenta la incidencia del cáncer y problemas respiratorios.

El único camino para prevenir los problemas de salud causados por la contaminación de partículas pequeñas y otros químicos procedente de las incineradoras es no incinerar los residuos. Las propuestas legislativas que tengan como resultado un aumento de la incineración ponen en peligro la salud humana.

De hecho, en el año 2006, 68 médicos y expertos en salud de ámbito internacional, elaboraron el Memorando del Recurso de París, cuyo objetivo era destacar la relación causa-efecto entre la contaminación química y las enfermedades, así como subrayar la necesidad de actuaciones públicas para erradicar el problema. El Memorando incluía una moratoria en la construcción de nuevas incineradoras y la prohibición de incineración de residuos peligrosos. Dicho Memorando ha sido firmado por la Permanente de Doctores Europeos (CPME) –integrada por todas las asociaciones médicas nacionales de Europa–, que representa a dos millones de médicos.

Mejores alternativas

El Consejo Europeo ha propuesto la utilización de una fórmula de eficiencia energética para clasificar las incineradoras de dos maneras posibles: operaciones de recuperación o de eliminación. El principal problema de esta propuesta es que no compara la eficiencia de las incineradoras con otras opciones. Si, por ejemplo, la materia prima de la incineradora fuese papel y, aplicando la ecuación de la eficiencia energética, ésta pudiera ser considerada como planta de recuperación, ¿convierte eso a la incineración en una buena manera de tratar el papel?

Ejemplos procedentes de todas partes el mundo, incluyendo San Francisco y Boulder, Colorado (EE UU), Canberra (Australia), Novara, Treviso y varios más (Italia), Molins de Rei, Tona y Blanes (España), han demostrado que los programas de separación, compostaje, reutilización y reciclaje pueden reducir los flujos de residuos a niveles que hacen innecesaria la incineración. La ecuación de eficiencia necesita ir acompañada de una legislación que asegure que el papel es separado en el proceso de recogida y tratado en la planta de reciclaje, no quemado en una incineradora. Lo mismo es aplicable al resto de los flujos de residuos, que deben canalizarse utilizando métodos más seguros y eficientes.

NOTA: Este artículo es un resumen del folleto sobre los peligros de la incineración de residuos publicado por las organizaciones Salud sin Daño y GAIA durante la discusión de la Directiva Marco sobre Residuos. La versión traducida al castellano puede ser consultada en https://www.ecologistasenaccion.org/…