Aunque el cambio climático está afectando a la población de manera general, todo indica que las repercusiones serán más graves y llegarán antes a los países más empobrecidos, por ser en su mayoría países más cálidos, con una mayor dependencia de los recursos naturales y con menor capacidad para desarrollar mecanismos de adaptación a las consecuencias del cambio climático.

Lidia Hernández, Ecologistas en Acción. El Ecologista nº 54

Cada día se habla más del cambio climático y de sus impactos inminentes. Al abrir el periódico podemos leer noticias sobre los gestos de la UE en la lucha por la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), intercaladas con anuncios de Acciona, alardeando de su participación en la cruzada contra el cambio climático. Parece haber un consenso con respecto al hecho de que el cambio climático es ya una amenaza mundial que exige respuesta. No obstante, el consenso gana ambigüedad en lo que concierne a las alternativas.

Una de las conclusiones que toma cada vez más protagonismo dentro de estos discursos es el impacto del cambio climático en la pobreza: a pesar de ser los países del Norte –y las elites de los países del Sur– los mayores responsables de las emisiones de GEI, las consecuencias negativas del calentamiento de la Tierra serán mucho más devastadoras –y llegarán antes– a los países del Sur y a las poblaciones más vulnerables, en general.

En las puertas del plazo de cumplimiento de los objetivos de Kioto, los vertidos de GEI siguen aumentando. Aunque los países donde más se incrementan las emisiones son los países del Sur, los mayores contribuyentes de GEI siguen siendo los países más ricos, cuyas emisiones también siguen en aumento.

Impactos inminentes e impactos vigentes

Según las tendencias actuales, se prevé que las temperaturas medias globales aumenten entre 2 y 3ºC en los próximos 50 años. Las consecuencias de este incremento pueden suponer una amenaza para los elementos básicos de la vida humana: medio ambiente, agua, soberanía / seguridad alimentaria y salud, entre otros. Estos daños se verían acelerados según aumente la temperatura.

Los informes Stern (encargado por el Gobierno británico) y del IPCC (de NN UU) exponen algunos de los impactos más previsibles, que se centran en los países del Sur:

  • Con la fusión de los glaciares, las reservas de agua disminuirán, afectando los suministros de una sexta parte de la población mundial que actualmente vive del agua fundida de las principales cordilleras (Himalaya, Andes). Además, la elevación del mar hará que cada año haya entre decenas y cientos de millones más de personas afectadas por las inundaciones.
  • El calentamiento fomentará fenómenos meteorológicos regionales, como el Niño o el Monzón, que traerán inundaciones en las zonas tropicales.
  • Con la perpetuación de los periodos de sequía y el incremento de las temperaturas se prevé una reducción en el rendimiento de las cosechas que afectará principalmente a África. Aunque en latitudes medias y altas el rendimiento de los cultivos se incremente con aumentos moderados de la temperatura (2-3ºC), con aumentos de 4ºC en adelante, es probable que la producción alimenticia mundial se vea seriamente afectada.
  • A pesar de que un incremento inicial de la temperatura reduciría el número de fallecimientos debidos al frío en altitudes más altas, la salud de millones de personas se verá afectada negativamente, sobre todo la de aquellas poblaciones con menor capacidad de adaptación. Así habrá un aumento en el número mundial de muertes, como consecuencia de la desnutrición, diarrea, el estrés térmico o por enfermedades transmitidas por vectores –malaria, dengue–.
  • Entre el 20-30% de las especies animales y vegetales aumentarán su riesgo de extinción a partir de un incremento de temperatura global de 1,5-2,5ºC. Ello supondrá una amenaza para las poblaciones que dependen de estas especies para su subsistencia.

Si bien se espera que estos cambios afecten a la población de manera general, todo indica que las repercusiones serán más graves y llegarán antes a los países más empobrecidos, por ser en su mayoría países más cálidos, con una mayor dependencia de los recursos naturales y con menor capacidad para desarrollar mecanismos de adaptación a las consecuencias del cambio climático. Además, no debería verse el aumento de la pobreza en las regiones más vulnerables como algo lejano: no sólo porque nos afecta directamente (aumento de la migración, repercusiones del cambio climático en el Norte) sino, además, porque hay una enorme responsabilidad de los países del Norte de revertir sus modelos económicos depredadores.

Conviene también llamar la atención sobre el hecho de que algunos de los efectos provocados por el aumento de la temperatura ya empiezan a notarse. Naciones Unidas estima que el 60% de los movimientos migratorios actuales están causados por el cambio climático y desastres de origen natural, como sequías e inundaciones [1].

En la región africana del Sahel, el incremento de las temperaturas y la sequía de las últimas décadas han tenido fuertes impactos en la disminución de las cosechas. Según varios estudios [2] esta situación, unida a otros factores, desencadenó la crisis de hambruna de 2004/05, que afectó a millones de personas de la región, especialmente en Níger y Malí.

En realidad, a una proporción importante de los fenómenos ocurridos en los últimos años se les puede atribuir cierta relación de causalidad con el cambio climático. El apelativo de “desastres naturales” debería empezar a ser sustituido por “desastres provocados por el ser humano”.

Conclusiones y alternativas

Una de las principales conclusiones del informe Stern es que “los beneficios de la adopción de medidas prontas y firmes sobre el cambio climático superarán con creces los costes de sus efectos” [3]. Es decir, sería mucho menos costoso, no sólo en términos socio-ambientales sino también en términos económicos, dedicar ahora los esfuerzos a la mitigación, poniendo en práctica firmes medidas para reducir las emisiones de GEI.

Además de los insuficientes compromisos de reducción, se han ido proponiendo varios mecanismos con el objetivo de viabilizar la reducción de emisiones y de crear procesos de adaptación a los impactos para los países del Sur. Algunas de estas opciones son complementarias. Otras –como los mecanismos de adaptación– son inevitables. Y otras pueden entrañar algunos riesgos. Por ejemplo, en el proceso de negociación del Protocolo de Kioto, los países más contaminantes establecieron el compromiso de facilitar la transferencia de tecnologías apropiadas a los países del Sur y dedicar fondos para ayudar a los mismos a hacer frente a sus costos de adaptación. No cabe duda que hay una responsabilidad por parte de los países más emisores de saldar su Deuda de Carbono [4]. Los países más empobrecidos, los acreedores de la Deuda de Carbono, no tienen capacidad para afrontar medidas de adaptación al aumento de temperatura, entre otras cosas porque su vulnerabilidad se ha visto perpetuada desde hace décadas por el pago de la Deuda Externa.

En el protocolo de Kioto, se crearon mecanismos de flexibilidad para facilitar el cumplimiento de la reducción de emisiones. Entre ellos están los Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL). Se ha dicho que los MDL cumplen una doble finalidad, la de reducir las emisiones de los países más contaminantes y la de fomentar la sostenibilidad en el resto. Sin embargo, por un lado esta opción se puede convertir en una trampa, evadiendo a los países emisores de la reducción de emisiones. Por otro lado, hay ejemplos de proyectos MDL que han tenido impactos socio-ambientales negativos.

Otro de los temas que han surgido como adalides contra el cambio climático es el de los agrocombustibles. Pero está en duda que sean una verdadera alternativa contra la degradación del entorno. En primer lugar porque no está claro que su balance de CO2 sea siempre positivo. Pero, además, porque los impactos que están suponiendo a nivel socio-ambiental los monocultivos de palma aceitera, soja o maíz en los países del Sur están siendo mayúsculos y no compensan al reducción de emisiones de CO2 conseguidas, entre otras cosas por la pérdida de soberanía alimentaria para estos Estados.

Por ultimo, aunque es positivo que los objetivos de Acción Humanitaria integren mecanismos de mitigación y adaptación al cambio climático, deben quedar claramente diferenciados los fondos destinados a Ayuda Oficial al Desarrollo, siendo medidas sumativas y no sustitutivas.

La única alternativa viable pasa por un fuerte compromiso en la reducción de emisiones, lo que nos lleva a replantearnos el modelo económico vigente. Algunas de las alternativas mencionadas, como los fondos de adaptación, la transferencia de tecnología o los MDL, pueden plantearse como opciones complementarias que contribuyan a facilitar medidas de adaptación al cambio climático. Pero no hay alternativa posible mientras las políticas de los principales países emisores sigan teniendo como objetivo prioritario el favorecer a las empresas privadas, ni mientras nuestras sociedades sigan estando basadas en un consumo insostenible.

Otra bibliografía y documentos consultados:
- INGENIERÍA SIN FRONTERAS y GREENPEACE, feb 2005: Ayuda Oficial al Desarrollo en Energía.
- Cuidar el Clima. Guía de la Convención sobre el Cambio Climático y el Protocolo de Kioto. Mayo 2005.
- CRISTINA DEL POZO, sep 2006: ¿Cómo garantizar que los proyectos MDL del Protocolo de Kyoto promuevan el desarrollo local sostenible? Eptisa Internacional. www.debtwatch.org

Notas

[1] FUNDACIÓN IPADE, 2006: Guía básica sobre Cambio Climático y Cooperación para el Desarrollo. Para mediados de este siglo, es muy probable que 200 millones de personas se vean permanentemente desplazadas como consecuencia del aumento experimentado en el nivel del mar, inundaciones más devastadoras y sequías más intensas.

[2] Ver THE SAHEL WORKING GROUP, June 2007: Beyond Any Drought: Root causes of chronic vulnerability in the Sahel. www.ifrc.org y www.reliefweb.int.

[3] N. STERN, oct 2006: Informe Stern sobre la economía del cambio climático.

[4] La deuda ecológica es la deuda contraída por los países industrializados con el resto a causa del expolio histórico y actual de los recursos naturales, los impactos ambientales exportados y la libre utilización del espacio ambiental global para depositar residuos. Parte de la Deuda Ecológica que el Norte debe al Sur es debida a la Deuda de Carbono: exceso de emisiones de gases que aumentan el efecto invernadero, provocando así el cambio climático.