“Cuando los seres humanos tenemos fiebre nos preocupamos y tomamos medidas urgentes”, explica la Declaración de Nueva York sobre Cambio Climático. Sabemos que una temperatura excesiva “puede causar una situación de coma e incluso muerte”. Lo mismo ocurre con un planeta que tiene fiebre muy alta, recuerda la carta.
“Nuestro único recurso es tomar medidas ahora. No cualquier acción, sino la acción apropiada y oportuna”. Hay recetas precisas de lo que se tiene que hacer ya. Compromisos inmediatos para que el incremento de la temperatura no supere 1,5 grados centígrados, como dejar el 80% de las reservas de combustibles fósiles sin extraer, para controlar así las emisiones de gases de efecto invernadero; frenar la loca carrera por el petróleo y potenciar las energías renovables; reducir los transportes, que tantos gases nocivos provocan, fomentando consumo y agricultura locales; apostar por una gestión de residuos que llegue a cero desechos.
La declaración firmada por colectivos y organizaciones de todo el mundo también aclara cuáles son las recetas equivocadas, entre ellas la de convertir la naturaleza en un mercado de compra venta y recurrir ciegamente a soluciones tecnológicas.
Se menciona también cuál sería la cura preventiva para ir a la raíz y evitar que la fiebre alta se repita una y otra vez. El modelo industrial extractivista y productivista es, sin duda, el origen de un problema que amenaza con acabar con el planeta. Solo podrá volver a vivir sano si el modelo cambia.
La ciudadanía parece dispuesta a demostrar, con marchas y concentraciones, que la preocupación por el cambio climático no ha pasado de moda, que es consciente de la gravedad de la situación. Las organizaciones y movimientos sociales se unen para señalar las medidas necesarias. Es el turno de que los Jefes de Estado que se reunirán en Nueva York demuestren que están a la altura de las sociedades que pretenden representar y más allá de los grupos de presión empresariales que intervienen de manera directa o indirecta en la toma de decisiones.