Ladislao Martínez, referente del ecologismo social.

Yayo Herrero, Ecologistas en Acción [1]. Revista El Ecologista nº 84.

Ladis vivió toda su vida apoyado sólidamente en la consciencia de que todos los seres vivos habitamos un planeta con límites y en su compromiso con la construcción de un mundo justo. En su condición de ecologista, intervino intensamente en todo lo que le rodeaba. Fue un profesor ecologista, un militante ecologista en la Marea Azul, en la Marea Verde o en diversas iniciativas políticas (Izquierda Unida, Izquierda Anticapitalista o Podemos). Fue un activista ecologista en todo tipo de plataformas contra la imposición de negocios energéticos biocidas, en la defensa del territorio y de la gente que vive en ellos, en la lucha contra infraestructuras absurdas y despilfarradoras, y en la defensa de las propuestas que podían ayudar a avanzar hacia otro modelo viable. En definitiva, fue uno de los principales referentes del ecologismo social.

Las personas que formamos parte de Ecologistas en Acción, estamos orgullosas de que Ladis fuese uno de los puntales sobre los que se construyó la organización. Compartimos con él la convicción de que la mirada del ecologismo social no es la de un movimiento que defiende una causa sectorial y se articula con otros. Es una mirada y una práctica constituyente de lo humano, porque como seres humanos no somos independientes de la naturaleza y de los otros. Y por eso Ladis fue un ecologista al que nada le fue ajeno, porque nada le es ajeno a quien coloca la vida buena como prioridad.

Ladis fue en sí mismo una escuela de activismo. Quienes llegamos más tarde al ecologismo, tuvimos la suerte de contar con personas que, como él, nos enseñaron que era imposible poder construir sociedades en las que cupiese todo el mundo sin abordar ese proceso de construcción de una forma ecologista.

Recordamos nuestras primeras asambleas en el grupo de Madrid. Surgía cualquier tema y hablaba Ramón Fernández Durán y pensabas “cuánta razón tiene este hombre”. Ladis, que había estado escuchando atentamente, intervenía a continuación para discrepar con él y pensabas: “pues éste también tiene mucha razón”. A continuación seguían Chato, Theo, Nines, Santi o Luis… y todos volvían a tener razón. Aprendimos, con ellos, que la realidad tiene muchas aristas y que la deliberación honesta de quienes quieren llegar a la mejor solución posible conduce inevitablemente a posiciones más solventes, sólidas y complejas, que incorporaban múltiples matices y que nos servían para trabajar juntas.

Enseñanzas de Ladis

En esta escuela de activismo que ha sido para nosotras Ecologistas en Acción, Ladis es una referencia indiscutible y a él le queremos agradecer las siguientes enseñanzas que se han convertido casi en señas de identidad para nosotros:

  • La importancia del rigor y los datos. El ecologismo se topa con muchas de las ideas preconcebidas que pueblan los imaginarios de la gente. En buena medida nuestro trabajo es deconstruirlo y hace falta hacerlo con rigor. Ladis detestaba los panfletos y llegaba a ponerse nervioso si no veía cifras detrás de los argumentos y propuestas. Sus discursos siempre intentaron apoyarse en la mejor información disponible y era capaz de argumentar basándose en un montón de datos y números que le salían con una fluidez pasmosa sin hacerle pedante.
  • Que para ser activista hace falta capacidad de trabajo. Mucho tiempo de estudio, de construcción colectiva, de lectura, de contraste… Ladis lo leía todo, lo estudiaba todo. Por eso su discurso era tan complejo y potente. Cualquiera que estuviese con él le reconocía como un hombre brillante, culto y leidísimo, que sin embargo era cercano y tenía la generosidad de poner su conocimiento y sus horas de trabajo a disposición de quien lo necesitase. A muchas de nosotras nos contagió la obsesión por no decir nada que no estuviese bien apoyado en datos o en el rigor intelectual. Tenemos que reconocer que en ningún debate aprendimos tanto como en aquellos en los que defendíamos una postura o argumentos contrarios a los que defendía Ladis. Había que estudiar mucho para poder discrepar de él con cierta dignidad y decoro.
  • Y esa capacidad de trabajo no se centró sólo en lo intelectual. Pegó más carteles que nadie y se chupó tantos turnos de limpiezas, recogidas de puestos, descarga de materiales, ensobrados de la revista o permanencias en mesas de firmas como el que más. En Ecologistas en Acción, gracias a Ladis, entre otras personas, se valoran los trabajos necesarios que nadie quiere hacer y que hay que repartir.
    Generoso con todo lo que tenía y sobre todo con su tiempo. Nunca escatimó esfuerzos para patearse media España y luego la otra media dando charlas, organizando plataformas, explicando a la gente la estafa del mercado eléctrico, los riesgos de las térmicas o la energía nuclear o las oportunidades de transformación socioecológica que suponía una transición energética hacia las renovables. Tampoco escatimó sus recursos para ayudar a sostener económicamente a cualquier persona cercana que lo necesitase.
  • La pasión en la política. Su práctica estaba plagada de corazón y de ansia por el cambio y la transformación y, aunque Ladis siempre enarboló la bandera de la razón, hablaba de megavatios y potencia instalada con la misma fuerza de los poetas cuando escriben sobre el amor. A través de su práctica entendimos que el rigor, los datos y los argumentos sirven para alimentar la indignación, la esperanza, las luchas y los sueños.
  • La apertura a los cambios. Curtido en la práctica política del debate duro, Ladis fue capaz de aceptar y participar en las iniciativas que la gente que íbamos llegando nueva a Ecologistas, sobre todo las mujeres, reclamábamos. Aunque a veces no le parecieran tan importantes, participó en los talleres de grupos inteligentes y en todo tipo de experimentación sobre otras formas de organizar las reuniones y asambleas. En estos espacios fuimos aprendiendo juntos que es tan importante el posicionamiento final al que se llega, como la forma de haber llegado a él.
  • Aprendimos que el activismo es también muy divertido y son incontables las horas de risas haciendo fiestas, contándonos reuniones marcianas, cantando (hay que ver cómo desafinaba Ladis)… Las ocasiones en las que pudo disfrazarse para denunciar todo lo denunciable fueron innumerables. Se cuenta que en el instituto los chavales fliparon al ver a su profe de física y química vestido con pañales para denunciar la inacción contra la contaminación del aire.
  • El valor de la coherencia. Ladis fue un hombre coherente con lo que defendía en lo cotidiano: en el consumo, en los hábitos de vida. Aunque Ladis no fue una persona de las que dice que lo principal son los cambios individuales, sí que era autoexigente con su práctica. Nunca condujo un coche, sus conductas energéticas y la vida sencilla, fueron, como en muchos de nuestros maestros, ejemplo para todas las personas que estábamos cerca.
  • La importancia de la articulación. No fue fácil crear la Confederación de Ecologistas en Acción. El liderazgo generoso de Ladis y de otros compañeros y compañeras que eran referentes reconocidos del movimiento ecologista, fue crucial para ir tejiendo la madeja de relaciones imprescindibles para que pudiera nacer y durar. Y si impulsaron la creación de la Confederación fue porque pensaron que los conservacionistas y los de la ecología social, ecologistas urbanos y ecologistas del medio rural, las ecologistas insulares y las peninsulares, las ecologistas con diversas identidades nacionales y lenguas dentro de la superficie del Estado español, todas y todos juntos, deliberando, decidiendo y trabajando podían ser un movimiento mejor, más fuerte y eficaz.
  • Ese fue otro rasgo identitario de Ladis: la voluntad y la capacidad de organizar en colectivo, de sumar, de incluir. Invirtió miles de horas en consensuar manifiestos, en sacar adelante manis unitarias, en convencer de que la fuerza estaba en crear un movimiento de base fuerte. Y se convirtió en seña de identidad de nuestra organización
  • Aprendimos que trabajar contra la exclusión o por la superación de todo tipo de desigualdades tenía mucho que ver con la defensa del territorio, con la lucha contra las privatizaciones de los recursos naturales, contra el cambio climático o en defensa de las energías renovables. Ladis interconectó las luchas ecologistas con la lucha de clases siempre y nos ayudó a comprender, con los datos en la mano, que la emancipación de las personas sin poner las preocupaciones del ecologismo en el centro era una ilusión. Algunas le tenemos que agradecer a Ladis, la convicción de que el ecologismo social no tiene por qué ser un movimiento de minorías puras, sino que tiene la vocación y la potencialidad, si sabemos hacerlo, de llegar a las mayorías.

Todas estas cosas aprendimos de Ladis. Por eso está cerca y nunca dejará de estar. Es parte de nosotros, parte estructural, está dentro de lo que somos, lo que hacemos y en nuestra forma de concebir el ecologismo y la política en general. Aunque una epidemia de olvido nos atacara, mientras siguiéramos mirando el mundo desde el ecologismo social y organizándonos para respetar la pluralidad, cuidar lo minoritario y buscar la articulación y la convergencia, estaríamos mirando con los ojos de Ladis, estaríamos trabajando con las manos de Ladis. Porque él se dio en cuerpo y alma para conformarnos como somos y por eso que siempre, siempre, estará con nosotros.

Notas

[1] Una versión de este texto se publicó en La Marea