El pleno del Parlamento Europeo confirmó hoy el texto que limita la cantidad de biocarburantes fabricados a partir de cultivos alimentarios que los estados podrán contabilizar como energías renovables. Ecologistas en Acción considera que el acuerdo es insuficiente, pero considera un tímido progreso que se reconozcan los impactos negativos de los agrocombustibles. Debe ser un primer paso para frenar otras formas de bioenergía ineficientes y con importantes impactos.

A partir de ahora se limita a un máximo del 7% los agrocombustibles que se usen en el transporte hasta 2020. Se reconocen los impactos del consumo de agrocombustibles sobre los ecosistemas, los mercados alimentarios o la competencia por el uso de tierras cultivables, y limita su expansión en el largo plazo. En el caso de España, según datos del Ministerio de Industria alrededor de un 90% de dichas materias son importadas, principalmente aceites de soja de Sudamérica, y de palma de Indonesia, regiones donde las comunidades locales sufren importantes violaciones de los derechos humanos vinculados a la expansión de ambos monocultivos.

Durante mucho tiempo se defendió que los agrocombustibles contribuían a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero eso es algo ampliamente cuestionado por la comunidad científica y la propia Comisión Europea. La política europea de transporte debe, en las negociaciones sobre energía y clima para 2030, priorizar la reducción de las necesidades de movilidad y los consumos, apostar por la eficiencia energética, el uso de electricidad de origen renovable, y aquellos biocarburantes que demuestren su sostenibilidad.

Para Abel Esteban, portavoz de Ecologistas en Acción, “debemos aprender de las consecuencias negativas del fomento de agrocombustibles en la última década, para no repetir errores similares con otras formas de bioenergía”. En ese sentido resulta muy preocupante que en la UE crezca a gran velocidad la importación de pellets de Estados Unidos o Sudamérica, para ser quemados en grandes centrales térmicas, en muchos casos muy ineficientes, y cumplir de esta forma con los objetivos de energías renovables para 2020.

Para Ecologistas en Acción, la gasificación de maíz o la quema de biomasa que priorice la generación de electricidad son otros ejemplos de formas de bionergía insostenibles que se benefician de las políticas de fomento de energías renovables.

Recientemente, el Gobierno español ha anunciado la próxima subasta de 200 MW para centrales eléctricas que quemen biomasa procedente de cultivos energéticos, subproductos agrícolas o tratamientos silvícolas. Para Abel Esteban, “dicha subasta, junto a ejemplos como las centrales de ENCE en Huelva o Navia, con 50 y 35 MW a partir de la quema principalmente de eucalipto, muestran la urgente necesidad de corregir la normativa estatal y europea para que se fomenten aquellos usos energéticos de la biomasa realmente sostenibles”.

Por su parte, diez organizaciones de ámbito europeo, incluidas el European Environmental Bureau y Transport & Environment, de las que Ecologistas en Acción es miembro, han publicado hoy una serie de recomendaciones para evitar los impactos negativos del crecimiento de la bioenergía sobre el clima, la biodiversidad o los usos del suelo. Estas incluyen limitar las cantidades de cada tipo de biomasa disponibles para aprovechamiento energético, establecer criterios de sostenibilidad (ausentes en la actualidad para biomasa sólida) y corregir las carencias actuales en la contabilidad de emisiones. Ambas organizaciones han lanzado también la página web http://eubioenergy.com, con el objetivo de estimular el debate sobre los límites de un aprovechamiento energético sostenible de la biomasa.

Para la organización ecologista, las redes de calor que se nutren de biomasa de origen local y extraída de forma sostenible; o la metanización de los residuos ganaderos, preferentemente de granjas ecológicas, son dos ejemplos de aprovechamientos energéticos sostenibles de la biomasa de pequeña escala.