Alfredo era nuestro compañero y nuestro amigo. Pero es que, además era listo, culto, alegre y campechano; así lo percibíamos los que hemos trabajado y luchado con él. Y trabajar con él ha sido siempre fácil y satisfactorio. Era una de esas personas de las que diríamos nosotros también “esas son las imprescindibles”, las que luchan toda la vida.

En su Sanlúcar de Barrameda siempre vio el Guadalquivir y siempre vio las marismas de Doñana y, como otros insignes sanluqueños, se emocionó ante sus paisajes, una emoción que no le llevó ni a la literatura ni a la pintura como a tantos conocidos, pero si al deseo de estudiarlos, su pasión naturalista, y más tarde a la acción de defenderlos y consérvalos, su pasión ecologista.

Siempre buscó la verdad, la bondad y la belleza. Así, aún joven militó en Izquierda Unida y fue concejal de su pueblo cuando ser político no suponía una de las preocupaciones de los ciudadanos, militancia que dejó de satisfacer lo que buscaba, implicándose de lleno en esa idea que fue Ecologistas en Acción, del que fue miembro fundador. Estudió y se comprometió con la naturaleza en los grupos Algaida y Aljaramil, grupos ecologistas pioneros de Sanlúcar.

Pero Alfredo no se quedó en el localismo; fue en sus primeras grandes batallas en Ecologistas en Acción deen la primera plataforma “Salvemos Doñana”- cuando conocimos las amenazas que se cernían sobre el Parque Nacional, las mismas que, sabemos Alfredo que continúan. Fue pionero en la lucha contra la especulación y la corrupción urbanística, en los albores de la burbuja inmobiliaria. Participó activamente contra el llamado proyecto de Hohenhole; el tiempo le ha cargado de razón en su lucha contra tantos papanatas que esperaba a un redivivo Mr. Marshall. Desde sus primeras batallas dio paso a un fuerte compromiso con la provincia de Cádiz y con Andalucía, defendiendo las causas más nobles y ocupándose de múltiples responsabilidades, ofreciéndonos sus amplios conocimientos y su generosa disponibilidad, siempre con una discreción que aumentaba aún más su valía como ser humano.

Su compromiso social y ecológico lo completó con su labor de enseñante, palabra que en Alfredo cobra su mejor sentido; creó y dirigió el Centro de Adultos de Sanlúcar con ilusión y acierto, como atestiguan sus muchos compañeros de uno y otro lado de la mesa de profesor; gran defensor de la enseñanza pública, fue un maestro en su más amplia y generosa acepción.
Sobreponiéndonos a la tristeza que sentimos por la pérdida de Alfredo, queremos expresar admiración, reconocimiento y, sobre todo, agradecimiento por haber disfrutado de su amistad y compañía.

La sociedad sanluqueña y gaditana pierde a un hombre cabal que siempre llevaremos en el recuerdo y en el corazón.

Al final, fertilizará su querida Doñana, para que algo de él quede en este Parque Nacional.

Un abrazo Alfredo.

En Sanlúcar de Barrameda a, 10 de agosto de 2015.

Su última intervención durante el transcurso de la Ecomarcha 2015, en la etapa Puerto real – Sanlúcar de Barrameda.