Emisiones en España, por sectores.

Javier Andaluz y Abel Esteban. Revista El Ecologista nº 86.

¿Cuánto se emite?

Durante más de 10.000 años la agricultura se ha caracterizado por el uso renovable de los recursos disponibles, aprovechando los procesos y complementariedades de los ecosistemas, cerrando ciclos para producir bienes básicos. Asistimos en las últimas décadas a un proceso de industrialización del sistema agroalimentario, convirtiéndose en un sector que consume cantidades crecientes de energía fósil, agua y agroquímicos. La agricultura y ganadería industriales son hoy en día importantes generadoras de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).

El Ministerio de Medio Ambiente asigna a la agricultura española un nada despreciable 12% de las emisiones totales GEI en 2013, con la emisión de 38,36 millones de toneladas de CO2 equivalente (un 1% más que en 2012). El metano vinculado a la ganadería intensiva y los óxidos de nitrógeno resultantes de la fertilización química suman más del 95% de estas emisiones. Además, a ese 12% habría que sumarle las emisiones indirectas: las derivadas de la energía fósil utilizada (maquinaria, refrigeración, envasado, transporte, fabricación de fertilizantes) y los cambios de uso del suelo para aumentar la superficie agraria.

Viendo la situación fuera del Estado español, transformar ecosistemas naturales en agrícolas puede liberar hasta un 60% del carbono almacenado en los suelos en zonas templadas. En el caso del agrodiesel, la deforestación provocada por las plantaciones de palma aceitera en Indonesia, anula el ahorro de emisiones respecto al diésel convencional. Las estimaciones de la suma de emisiones directas e indirectas del sistema agroalimentario oscilan, según los estudios, entre un 30 y un 57% de las emisiones GEI globales.

¿Qué evolución pueden tener estas emisiones?

La progresiva industrialización del modelo de producción agroalimentaria a través de la utilización cada vez mayor de maquinaria, insumos, la extensión de mono-cultivos frente a la diversificación de las agriculturas campesinas, o la desaparición de modelos de ganadería tradicional y extensiva, convierte al sector agrícola en uno de los mayores contribuyentes al cambio climático. Su impacto climático, muy lejos de revertirse, era en 2009 en España un 20% mayor que en 1990.

Mucho más allá de la forma de producción, aparece nuestro modelo de consumo como otra de las mayores fuentes de cambio climático. La generalización de grandes redes de transporte y de un modelo de comercialización basado en grandes superficies ha desplazado al comercio local y de proximidad. A modo de ejemplo, cada día importamos 220.000 kg de patatas de Reino Unido y ese mismo día se exportan 72.000 kg al mismo Estado; o cada día importamos 3.500 cerdos y exportamos 3.000. Lo que muestra claramente como, de la mano de la mercantilización de la alimentación y la liberalización del comercio agrícola, los alimentos viajan miles de kilómetros derrochando combustibles fósiles. De hecho, según las estimaciones de Amigos de la Tierra, en 2011 el Estado Español importó más de 25 millones de toneladas de alimentos, que recorrieron de media 3.828 kilómetros y generaron 4,21 millones de toneladas de CO2. Destaca la importación de más de 15 millones de toneladas entre piensos y cereales (en parte destinados a la ganadería).

Alternativas

Además del consumo local, es imprescindible actuar sobre la producción y consumo de proteína animal para aminorar el impacto climático de nuestra dieta: reducir los consumos, a la par que los modelos industriales se reconvierten a formas de manejo extensivo y/o ecológico. En paralelo, el estiércol y otros abonos orgánicos deben sustituir progresivamente la fertilización mineral.

Para enfriar el planeta y poder alimentar a todos sus habitantes, es urgente y prioritario cambiar el modelo industrial de producción y de distribución de alimentos, estableciendo la Soberanía Alimentaria como marco político. Promover una producción agroecológica, circuitos cortos de comercialización, y otras soluciones sencillas y demostradas es algo que puede hacerse de inmediato.

Para extender esta gran transformación ya iniciada, se requiere un cambio en las políticas y recursos que ahora se destinan a otras opciones tecnológicas, como los cultivos transgénicos, que refuerzan un sistema agroalimentario insostenible.