Se suponía que el uso de biodiésel para el transporte reduciría las emisiones de CO2 pero, en lugar de esto, está incrementando las emisiones del transporte global de Europa a casi un 4 %, según un nuevo análisis del estudio más reciente de la Comisión Europea sobre los biocombustibles.

Estas emisiones adicionales son equivalentes a poner aproximadamente 12 millones de automóviles adicionales en las carreteras de Europa en 2020, según descubrió el análisis de Transport & Environment (T&E), de la que Ecologistas en Acción es miembro. Este análisis tiene en cuenta el tope del 7% de la contribución de los biocombustibles producidos a partir de cultivos alimentarios.

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Jos Dings, de T&E, ha declarado que «la Comisión Europea ha revelado por fin que la falta de políticas europeas en la estimulación de malos biocombustibles es incluso más espectacular que la investigación científica anterior indicada. Deberíamos eliminar la obligatoriedad, subvenciones y cero emisiones de carbono de estos combustibles a nivel europeo y nacional a partir de 2020».

El estudio de la UE largamente aplazado dedujo que el biodiésel a partir de aceite de palma, de colza y de soja que tienen las emisiones de cambio de uso sostenible del suelo – lo cual ocurre cuando se utilizan tierras de cultivo nuevo o existente para la producción de materia prima de biocombustibles – que solo supera las emisiones del ciclo de vida completo del diésel fósil. El análisis de T&E añade a estas cifras las emisiones directas de los biocombustibles, por ejemplo, de tractores, fertilizantes y de las instalaciones, y resta las emisiones procedentes de la alternativa fósil.

Se estima que, en promedio, el biodiésel a partir de aceite vegetal virgen conduce a emisiones alrededor del 80% más altas que el diésel fósil al que sustituye. Por ejemplo, el biodiésel a partir de soja y de palma es incluso dos y tres veces peor, respectivamente. Este biodiésel es el biocombustible más popular en el mercado europeo y se pronostica que tendrá una participación de casi el 70% en 2020.

En total, más de tres cuartas partes de los biocombustibles, incluyendo el bioetanol y el biodiésel, se prevé que tendrán ciclo de vida con similares emisiones de gases de efecto invernadero o superiores a las del petróleo y del diésel en 2020.

Jos Dings concluye que «la cura es claramente peor que la enfermedad. El tope del 7 % en los biocombustibles basados en alimentos sin embargo ha ayudado y debería reducirse a cero después de 2020. Estos combustibles no deberían contar como combustibles de emisión cero. Si no ponemos fin a los incentivos para malos biocombustibles, los mejores no tendrán ninguna oportunidad».

La reforma de la política de biocombustibles de la UE del año pasado estableció un límite en el consumo creciente de biocombustibles con base en el suelo, los cuales, a causa de las emisiones de los cambios indirectos del uso del suelo (ILUC- Indirect land-use change), a menudo aumentan las emisiones de carbono en vez de reducirlas. Pero la reforma no incluyó las emisiones ILUC en la emisión de carbono de los biocombustibles en virtud de la Directiva de Energía Renovable (RED – Renewable Energy Directive) y la Directiva sobre la calidad del combustible, significando que los biocombustibles nocivos todavía se pueden contar a los objetivos de la UE y recibir apoyo financiero público.

La Comisión Europea está actualmente revisando los criterios de RED y de sostenibilidad para toda la bioenergía, incluidos los biocombustibles, y se publicará una propuesta el último trimestre de este año.