En estos días empieza a florecer el endemismo botánico extremeño Centaurea de Tentudia (Centaurea amblesis sub tentudaica), catalogada en peligro de extinción. Su habitat se encuentra en uno de los paisajes mas bellos de Extremadura, la Sierra de Tentudia, que con sus 1108 m. es la mayor altitud en la provincia de Badajoz. Allí abundan los robles, quejigos, castaños, mestos, alcornoques, espinos blancos,tés de campo, manzanilla fina, orquideas, dedaleras, viboreras, armerias, jaboneras, valerianas, escrofularias y un largo etc.

También nace el rio Ardila, uno de los principales afluentes del rio Guadiana, hay un Pozo de las Nieves que recientemente se ha puesto en valor y mana La Fuente de la Malena con su agua exquisita, fría y abundante. Es un lugar hermoso donde las aguilas reales realizan su cortejos estos dias primaverales, volando tan bajo que puedes oir el batir de sus alas. Este monte, en parte público, apenas tiene protección especial en las zonas donde habita el endemismo extremeño. Sin embargo, ninguno de estos meritos, fáciles de observar, han sido suficientes para que pudiera escapar a la fumigacion con herbicida, que ha eliminado completamente la vegetación de las cunetas, dañando algunas plantas del protegido endemismo y probablemete haya matado a otras.

Es difícil comprender que la Administración Publica, que protege, elabora listas rojas, publica abultados y lujosos volúmenes con dichas plantas protegidas, también de órdenes para eliminar indiscriminadamente la vegetación con herbicidas.
Un número importante de plantas que hoy están protegidas o en peligro de desaparecer, por citar algunas: Lavatera (Lavatera triloba) Delfinium ( Dephinium pentagynum), Viborera (Echium boissieri), Gordolobo (Verbascum sp)… han reducido su habitat a las cunetas de carreteras, pistas y caminos, refugiándose ahí de los temidos herbicidas, convirtiéndose las citadas cunetas en improvisadas reservas de biodiversidad. Sobre estos lugares se administra herbicida sin discriminación, con la clara intención de que desaparezcan de nuestros campos a la vez que se envenenan lentamente los manantiales que están en sus proximidades.

Desgraciadamente, esta práctica, tantas veces denunciada, sigue haciendo estragos en nuestra mermada biodiversidad botánica, sin que se le ponga remedio.