Conocer para defender: Reservas naturales fluviales.

Raúl Urquiaga. Área de Agua de Ecologistas en Acción. Revista Ecologista nº 91.

El río Jarama es un buen ejemplo de la realidad de muchos cursos fluviales en nuestro país. En su cabecera es un río de montaña, casi inalterado por la mano del ser humano, con aguas limpias y cristalinas, en el que se dan cita hábitats y especies muy singulares. Sin embargo, en la mayor parte de sus 198 km, presenta el deterioro propio de los ríos que son, tradicionalmente, maltratados y despreciados por la actividad humana.

Así, el río Jarama, en su curso medio, ve cómo sus caudales son mermados considerablemente por el embalse de El Vado (en la provincia de Guadalajara pero destinado para abastecimiento de Madrid). Más abajo, prácticamente en un tramo de 100 km, sus orillas son alteradas y modificadas con motas de tierra, escombros, escolleras y gaviones, convirtiendo el río en una especie de canal en el que el soto de ribera se encuentra desconectado del medio fluvial. En cuanto a la calidad de sus aguas, el suma y sigue de los vertidos de depuradoras madrileñas y la contaminación difusa de la principal vega agrícola de la región hacen que el aspecto del río recuerde más a un colector de aguas residuales que a un curso fluvial natural.

Sin embargo, el río Jarama en su zona más alta, situado entre las provincias de Madrid y Guadalajara, es un pequeño tesoro fluvial y ambiental que bien merece ser visitado, respetado y preservado. Si no lo conoces todavía, te animamos a que lo hagas. No te defraudará.

El alto Jarama

En las estribaciones del Pico de Cebollera, en la sierra de Ayllón, tiene su nacimiento nuestro río. A más de 1.800 metros de altura, numerosas surgencias entre el cervunal forman pequeños regatos que enseguida juntarán sus aguas para formar el curso principal. Las aguas dejarán atrás los pastizales de montaña para, entre saltos y pequeñas pozas, descender rodeados de brezales, robles (Quercus pirenaica y Qercus petraea), tejos (Taxus baccata) y acebos (Ilex aquifolium).

Sus aguas cristalinas van aumentando en caudal según van uniéndose varios arroyos de montaña, como el del Horcajo o el del Ermito. Dejando atrás las fuertes pendientes iniciales, el valle se abre ligeramente. La vegetación de ribera encuentra huecos, aquí y allí, para ir asentándose. Líquenes y barbas de viejo cubren los blancos troncos de grandes abedules (Betula alba) que crecen junto a la orilla del río. Más próximos al agua, densos sauces negros (Salix atrocinerea) ofrecen cobijo a mosquiteros (Phylloscopus sp.), chochines (Troglodytes troglodytes) y reyezuelos (Regulus ignicapilla y R. regulus).

De hecho, una de las cosas que llama la atención a los ojos del visitante, es la gran diversidad de especies arbóreas y arbustivas que crecen en sus riberas. Una de las comunidades de más interés son los temblonares (Populus tremula), que dan movimiento a sus hojas al más mínimo soplo de aire. Acompañando a estas formaciones existe un variado cortejo de arraclanes (Frangula alnus), serbales (Sorbus aucuparia y S. aria), sauces blancos y cabrunos (Salix alba y S. caprea), alisos (Alnus glutinosa), densos rodales de avellanos (Corylus avellana), fresnos (Fraxinus angustifolia y F. excelsior), saúcos (Sambucus nigra), brezos blancos (Erica arbórea), majuelos (Crataegus monogyna), rosales silvestres (Rosa sp.)… La variedad es enorme.

Como guinda del pastel, en el entorno hay que destacar el afamado Hayedo de Montejo. Más escondidos y tímidos, pero con igual importancia, otros rodales de haya (Fagus sylvatica) crecen en las laderas del arroyo del Ermito.

La alta calidad de las aguas hace que las comunidades de invertebrados acuáticos presenten un excepcional estado de conservación y diversidad. En la zona de la cabecera del Jarama se han encontrado hasta 79 familias diferentes de invertebrados representativos de aguas frías de ríos de montaña. De ellos, destaca la presencia de varias especies de odonatos (libélulas y caballitos del diablo) con llamativos colores metálicos, como el Coenagrion mercuriale, el Onycogomphus uncatus, el Calopteryx virgo o el Onychogomphus forcipatus unguiculatus.

De esta abundancia de invertebrados bien saben algunas aves como la lavandera cascadeña (Motacilla cinérea) o el mirlo acuático (Cinclus cinclus), al que no será raro encontrar chapoteando desde un canto del río antes de que, al detectar nuestra presencia, emita un característico chillido y remonte el río casi a ras de agua.

Otros animales se benefician también de la gran calidad de estas aguas. Así, las truchas (Salmo trutta) encuentran en las pequeñas pozas y tablas del río Jarama y de sus regatos subsidiarios, el espacio que en otros ríos del centro peninsular no tienen. Con mucha suerte y un poco de atención, quizás podamos ser testigos de los zambullidos de una nutria (Lutra lutra) que busca su cena a base de truchas y barbos (Barbus barbus).

En el pasado, el río Jarama tuvo un papel destacado en las economías de las localidades próximas. Así lo atestiguan los numerosos restos de molinos, puentes, caminos vecinales y majadas para ganado diseminados por su ribera. Incluso hoy, se puede visitar un molino harinero en La Hiruela, en perfecto estado de conservación, y el único de este tipo en la región de Madrid. El río, además, significaba una fuente de alimento para sus habitantes, ya fuera por los pequeños huertos que se situaban en la cercanía de sus orillas o por las truchas y cangrejos autóctonos que podían pescarse en todo el río.

Un río para conservar y gestionar

El alto Jarama ha sido declarado reserva natural fluvial, una figura destinada a preservar su muy buen estado ecológico. Esta reserva cuenta con 28 kilómetros de longitud, pertenecientes al río Jarama y al arroyo del Ermito, situados en los términos municipales de Cardoso de la Sierra (Guadalajara) y Montejo de la Sierra y La Hiruela (Madrid). Hay que señalar que la propuesta inicial de reserva natural fluvial, realizada por la Confederación Hidrológica del Tajo, contaba únicamente con el curso del río Jarama pero, gracias a una alegación realizada por Ecologistas en Acción, se consiguió aumentar la reserva con los cuatro kilómetros que aporta el arroyo del Ermito.

Durante el presente año, Ecologistas en Acción ha realizado un proyecto para elaborar un plan de gestión participativo con todas las entidades y actores clave del territorio. Así se ha contado con la participación de más de 40 personas representantes de colectivos locales, ayuntamientos, comunidades de regantes, confederación hidrográfica, ministerio, consejerías de medio ambiente, agentes forestales, consultoras de medio ambiente, colectivos de pescadores, distintos colectivos ecologistas, investigadores, profesores de universidad, etc. El objetivo es que este plan de gestión sirva de modelo metodológico para su implantación en otras reservas naturales fluviales del país.

Con este plan además se ha tratado de dar una respuesta consensuada a los problemas que todavía tiene el río, como son la presión ganadera en algunos puntos o la alta afluencia de visitantes en el entorno del Hayedo de Montejo. Entre otras medidas, se ha propuesto realizar pequeños vallados temporales para favorecer la regeneración de la vegetación natural en las riberas y hacer mayores esfuerzos en comunicación e información para los visitantes. Por otro lado, se considera esencial establecer medidas que contribuyan a la mejora de las condiciones de las poblaciones locales, dando una mayor visibilidad a la figura de las reservas naturales fluviales.

Esperamos que todo esto sirva para garantizar la conservación de este río y su área de influencia. Un buen río que discurre todavía libre, en una buena tierra.

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