Jornada internacional sobre el Desarrollo del gas natural en Europa y España
En Madrid
Del 22 de junio de 2017 / 16:30
al 22 de junio de 2017

16:30-17:15 Sesión inaugural

  • Desmontando mitos: ¿Es el gas natural el perfecto complemento a las energías renovables? Javier García Breva, asesor en políticas energéticas, exdirector del IDAE

17:15-18:20 El contexto Internacional y europeo del gas natural

  • Introducción y moderación: Xabier Benito, eurodiputado de Podemos
  • El metano, factor de riesgo para un cambio climático desbocado – Robert Howarth, Universidad de Cornell (por vídeo)
  • Gas natural y cambio climático – Samuel Martín-Sosa, Ecologistas en Acción
  • El gas en la Unión de la Energía – Antoine Simon, Amigos de la Tierra Europa
  • La financiación de la apuesta por el gas – Petr Hlobil, Bank Watch (por confirmar)

18:20-18:35 Pausa

18:35-19:25 El gas natural en el Estado español

  • Introducción y moderación: Rosa Martínez, diputada de Equo
  • Funcionamiento del sistema gasista español – Jose Luis Velasco Garasa, Observatorio Crítico de la Energía
  • El mercado del gas en España y las interconexiones gasísticas – Alfons Pérez, ODG

19:25-20:15 Proyectos gasísticos y la contestación social

  • Introducción y moderación: Nerea Ramírez Piris, coordinadora de Ecologistas en Acción
  • Almacén de gas de Doñana – Juan Romero, Salvemos Doñana
  • Gasoducto MidCat – Càrol Coll, Plataforma Resposta al MidCat
  • Fracking – Esti Villamor, Fracking Ez Araba

El gas natural se está imponiendo en los discursos oficiales como el combustible fósil de transición con dos argumentos principales: es el “amigo climático” porque produce menos emisiones de CO2 en la combustión que el carbón o el petróleo y es necesario para cubrir las intermitencias de las energías renovables. Esta combinación de argumentos ha conferido al gas natural un papel mucho más relevante en el mapa global de la energía y en la proyección de las transiciones energéticas hacia economías bajas en carbono.

El escenario mundial, además, ha estado marcado por diferentes eventos que han reconfigurado las relaciones gasísticas: las llamadas primaveras árabes en países con grandes reservas de gas Egipto, Libia, Túnez, Yemen y Siria; el accidente de Fukushima que convirtió a Japón en el máximo importador de gas natural licuado (GNL), el repunte del conflicto del gas entre Ucrania-Rusia en 2006 y 2009, y la guerra civil en la exrepública soviética, el levantamiento de las sanciones a Irán, el repentino descenso del precio del barril del petróleo y el llamado boom de los no convencionales en EE UU. También los nuevos tratados de libre comercio como el CETA, el TPP y el TTIP juegan su papel como dinamizadores del mercado global del gas.

Por su parte, la Unión Europea promueve como propio el eslogan de “el gas natural es el combustible de transición” y despliega una política energética que, bajo la justificación-excusa de los conflictos entre Ucrania y Rusia, y la alta dependencia europea del gas ruso, impulsa una ofensiva con una fuerte componente exterior. La estrategia que aúna todos estos objetivos es la Unión de la Energía, una maniobra que jerarquiza el futuro energético de la Unión poniendo en la cúspide, seguridad, gas y mercado. La Unión de la Energía se traduce, principalmente, en un despliegue de grandes infraestructuras, la mayoría de ellas consideradas Proyectos de Interés Común-PIC. Los PIC pueden recibir fondos públicos y facilidades en los trámites administrativos con el objetivo de acelerar su autorización, construcción y puesta en marcha. Entre los PIC podemos encontrar megagasoductos como el Corredor de Gas del Sur (CGS), que pretende llevar gas desde Azerbaiyán hasta Italia, el GALSI, un nuevo gasoducto entre Argelia y Italia, y plantas de importación de gas natural licuado en diferentes países. Además, para que el gas pueda circular libremente por los Estados Miembros, se proponen gasoductos de interconexión como el MidCat, gasoducto entre el Estado español y Francia.

A nivel europeo, diversas organizaciones han levantado voces críticas frente a la apuesta por el gas natural. Por un lado, no existen evaluaciones claras del impacto en las emisiones que puede tener este aumento en las importaciones de gas. Es especialmente preocupante que la estrategia europea del GNL sitúe a los EE.UU. como socio estratégico, puesto que las explotaciones de gas no convencional tienen índices de emisiones de metano muy superiores a las del gas convencional y, en cualquier caso, no existe ningún análisis del impacto de las fugas de metano en todo el proceso. Por otro lado, en la Europa de la austeridad, se están ofreciendo gran cantidad de fondos y garantías públicas a través de instituciones como el Banco Europeo de Inversiones (BEI), el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD), y fondos adhoc como el Connecting Europe Facility (CEF). Además, se incentiva el uso de instrumentos financieros como los Project Bonds Initiative 2020. El hecho de que las infraestructuras intenten atraer a los mercados de capitales hace que la inversión se dirija solamente hacia los megaproyectos y las grandes empresas transnacionales de hidrocarburos.

La diversificación de los proveedores de gas está conduciendo a situaciones inaceptables; la diplomacia energética europea está estableciendo relaciones con países como Azerbaiyán, gobernado por la familia Aliyev desde 1991, conocida internacionalmente por corrupta y represora, y por amasar una fortuna de la venta de hidrocarburos azerís. Lo mismo sucede con las élites de Argelia, Qatar y otros proveedores como Nigeria, Egipto, Libia, Kazajistán. La garantía del suministro se sitúa por encima de la garantía de los derechos humanos. Las poblaciones y las comunidades locales se ven sometidas a duras tensiones y a asumir los pasivos ambientales del negocio del gas. Ejemplo de ellos son la situación de los presos políticos de Azerbaiyán, las revueltas antifracking en el Sahara Argelino, la oposición a la llegada del CGS a la Puglia italiana, la denuncia de los seísmos en la zona de extracción de Groninguen, o el sinfín de grupos locales en oposición a la fractura hidráulica, por mencionar algunos.

Cabe destacar que el Estado español tiene un papel importante en el mapa europeo del gas. Su posicionamiento estratégico, cercano a las reservas del norte de África, y su gran capacidad de importación por barco, con un 25 % del total de la UE, convierten al territorio del Estado en un espacio geográfico perfecto para el tránsito de gas.

Desgraciadamente, los costes económicos, sociales y ambientales del desarrollo gasístico en España son más que visibles. La optimista previsión de consumo de gas y electricidad en el contexto pre-crisis, animó a la proliferación masiva de centrales de ciclo combinado (CTCC), plantas de regasificación, proyectos de almacenes y de grandes gasoductos. La realidad hoy en día es que las CTCC funcionan a un 13 % de su capacidad, pero cobran unos 700 millones de euros al año en concepto de pagos por capacidad, las plantas de regasificación nunca han funcionado a más del 40 % pero se les retribuye con unos 450 millones de euros al año. Y también tenemos casos de proyectos fallidos como el almacén geológico de gas Castor, con una deuda de 3.420 millones de euros que se transferirán a las facturas del gas.

La intención de la jornada es ofrecer una mirada crítica y poliédrica sobre qué supone la apuesta por el gas natural. Con este objetivo se han confeccionado 3 mesas de debate con expertos/as que profundizarán en el contexto internacional del gas, los mitos relacionados con su impulso, su desarrollo en el Estado español y la respuesta desde grupos locales a las agresiones al territorio del sector gasístico.