Estados Unidos sale del Acuerdo de la Cumbre del Clima.

Jonathan Gómez Cantero, geógrafo-climatólogo, experto en cambio climático. Revista Ecologista nº 92.

El presidente de Estados Unidos anunció el pasado 1 de junio que su país abandona el Acuerdo de la Cumbre de París. Esta decisión no es sólo una cuestión económica, los ultraconservadores responden a su ideología. El autor del texto reflexiona sobre las consecuencias de esta medida.

Al fin apareció. No surgió de la nada; llevaba bastantes años participando en círculos políticos, económicos y empresariales, con buenísimos resultados para su bolsillo, pero ahí estaba eso que durante tanto tiempo se clamaba y se pedía en cualquier tertulia, un político que cumpliera con su programa electoral. Lo singular y paradójico es que esa persona era Donald Trump. Cuestionado en todas sus palabras y gestos, polémico y mediático, pero ahí está, con unas elecciones ganadas, y cumpliendo al menos por ahora, mucho de lo que prometió, entre otras cosas, abandonar el Acuerdo de París.

En plena campaña ya decía que el Acuerdo de París lo abandonaría, que quería recuperar los trabajos, industrias y empresas relacionadas con el carbón y el petróleo que en muchas zonas había tenido un decaimiento, como en Ohio (EE UU), un Estado industrial donde sacó más de 10 puntos a su adversaria.

Comenzó algún mitin diciendo “habéis visto el frío que hace hoy ¿dónde está el cambio climático?” Y la verdad es que no había nadie en su equipo que le explicara que un evento puntual de nieve, no sirve para afirmar ni para negar el calentamiento global y más aún para explicarle, que nevar seguirá nevando y a lo mejor incluso de forma más intensa y con mayores problemas para las infraestructuras que construye.

Negacionismo

Finalmente, eran poco más de las nueve de la noche del jueves 1 de junio, hora española, cuando en una rueda de prensa dijo que se saldría del Acuerdo. El mundo enteró recriminó su gesto y lo tachó de error y de gran equivocación. Ciertamente lo es, con esa actitud lo único que demuestra es una gran negación, rompe con el saber científico, afianza el capitalismo desmedido de su país y da alas de color negro a las grandes empresas que basan sus negocios en los combustibles fósiles.

Ahora bien, y me parece también importante, ¿es tan mala su decisión para el clima? Personalmente he de decir que sí, esto no ayuda absolutamente en nada a limitar las emisiones de gases de efecto invernadero y es un mal ejemplo para otros países, pero ¿habría sido posible si estuviera dentro del Acuerdo?

No olvidemos que el conocido como Acuerdo de París no es un documento vinculante para los países firmantes, por mucho que se haya dicho que sí lo es. Como curiosidad, hay que saber que se iba a llamar “Protocolo de París”, como en su día se llamó al “Protocolo de Kioto” por ejemplo, pero la palabra protocolo, jurídicamente si lo hacía vinculante, mientras que acuerdo no lo es, como su propio nombre indica, es eso, un simple acuerdo, como el que podemos establecer verbalmente con un amigo al que hace años que no vemos, y acordamos llamarnos para quedar un día. Puede ser esa semana, al mes siguiente, pasados unos años o nunca.

Reducir las emisiones GEI

El Acuerdo de París tampoco establece los mecanismos necesarios para reducir las emisiones de Gases Efecto Invernadero (GEI) a la atmósfera. Si dice en su Artículo 2 que: “Hemos de quedarnos por debajo de los 2 ºC de aumento y esforzarnos para quedarnos en 1,5 ºC”, pero no dice cómo ni para cuándo. Y en cuanto al pico de emisiones máximo para capa país firmante dice: “Las Partes se proponen lograr que las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero alcancen su punto máximo lo antes posible” y en este sentido podemos contar otra curiosidad interesante, China que sí tiene el Acuerdo ratificado, espera su pico máximo de emisiones en el año 2030.

Esos dos grados centígrados de aumento, con el punto de no retorno, el límite a partir del cual ya el cambio climático será irreversible y entraremos en “los peores escenarios” que apuntaban los modelos climáticos. A día de hoy, ya hemos alcanzado 1 ºC de aumento, y si de la noche a la mañana todas las emisiones se redujeran a cero, la inercia del clima y los gases acumulados, nos harían muy probablemente alcanzar los 1,5 ºC.

El documento de París es bonito, pero siempre me he mostrado muy crítico con él porque ni es de obligado cumplimiento, ni establece absolutamente nada en cuanto a la reducción de emisiones. Queda a la libre subjetividad de cada país que presentará sus compromisos y esos serán revisados, pero en muchos casos es esperable que sean insuficientes y arbitrarios. Tampoco aparece en ningún apartado referente al abandono de combustibles fósiles e implementación de energías limpias, lo que incluso algunos científicos advirtieron que era un gran error, porque dejaba la puerta abierta, de par en par, a la geoingeniería y a las tecnologías de almacenamiento y captura.

El cambio climático avanza

Con todo ello, que Trump quiera salirse del Acuerdo de París no me parece bien, porque es un claro ejemplo de negacionismo y es esperable que otros países pueden ir detrás haciendo lo mismo, como Brasil, India o incluso China, pero los que se queden dentro aún no sabemos qué harán ni cómo. La Cumbre de Marrakech en 2016 debería haber servido para establecer y articular todo lo que, en 2015, en la Cumbre de París no se había fijado, pero no llegó a nada. Aún no sabemos si la Cumbre de Bonn que se celebra este año, tiene entre sus objetivos algo de esto, lo que sí parece es que el cambio climático avanza cada vez más mientras seguimos de brazos cruzados.

Lo doloroso es que mientras todo esto ocurre, el Ártico alcanza menos cubierta helada en invierno y sus mínimos verano tras verano. Cientos de especies se desplazan, está afectando a la agricultura, a los recursos hídricos y millones de personas tendrán que desplazarse en los próximos años porque a un puñado de dirigentes políticos, no les dio la gana actuar a tiempo, y cuando pudieron, miraron a otro lado.