Ecologistas en Acción del Bajo Cinca se opone al proyecto de instalar una central térmica de carbón (lignito de mina mezclado con lignito de escombrera) en Mequinenza, y ha presentado alegaciones contra la misma, por lo siguiente:

1- Porque no se necesitan más centrales. Con datos oficiales en la mano se sabe que la potencia eléctrica instalada en España, a fecha 1 de enero de 2.005, era de 47.362 Mw, más 12.504 Mw del llamado régimen especial, mientras que el máximo de demanda habido hasta ahora, el 27 de enero de 2005, fue de 43.378 Mw. ¿Qué falla, pues, cuando hay apagones? Lo que falla es la red de distribución eléctrica, red que, como consecuencia lógica de ultraliberalización económica y privatización de las empresas eléctricas, cuando el interés público se convierte en interés privado, ha sufrido una notable falta de dinero para su mantenimiento y mejora. A esto hay que añadir que Aragón es una comunidad claramente exportadora de energía. En otras palabras, no es de recibo que produzcamos más electricidad para otros y que nosotros nos quedemos con los malos humos.

2- Porque se trata de centrales poco eficientes que van a dificultar, más de lo que ya está ahora, el cumplimiento del Tratado de Kioto contra el cambio climático. Este tipo de centrales emiten mucho más CO2 (dióxido de carbono) por cada unidad de energía producida que otros tipos de central. Llama la atención que se quiera autorizar una central como esta, que puede emitir cerca de 400.000 toneladas de CO2 en un año, cuando España tiene grandes dificultades para controlar este tipo de emisiones y cumplir así con sus compromisos internacionales. Este gas es uno de los principales causantes del calent amiento del clima, y sus efectos pueden ser terribles, como ya empezamos a vislumbrar (sequías, olas de calor y frío, fenómenos meteorológicos extremos, etc.).

3- Porque no se deben crear puestos de trabajo (en la Térmica), de dudosa viabilidad a medio plazo, a costa de otros que serían destruidos en la industria turística de Mequinenza y quizás en la agricultura y, sobre todo, cuando se pone en peligro la salud de la población.

4- Porque son industrias sucias que contaminan el ambiente perjudicando a la salud humana y dañando a la agricultura y la vegetación natural. Se nos quiere vender la idea de que este tipo de centrales son “verdes”, pero este tipo de centrales no existen. Estas centrales emiten contaminantes, como partículas de hollín microscópico (las PM10), que la misma Organización Mundial de la Salud (O.M.S.), en sus informes científicos, califica como muy peligrosos y en los cuáles no hay umbral mínimo de seguridad (en la legislación ambiental actual sí establecen niveles mínimos de seguridad, pero solo por considerar imposible su eliminación práctica).

Así mismo generan óxidos de nitrógeno que, tras complejas reacciones químicas activadas por las radiaciones solares, forman el peligroso ozono (O3), gas del que tampoco se conoce nivel mínimo que no cause daños a la salud y a las plantas. Este gas es actualmente uno de los principales problemas ambientales de Europa, en especial en los países, como España, que están muy soleados.

5- Porque no hay garantías de ningún tipo. Cuando se elabora un proyecto de este tipo lo lógico sería que se hiciera un estudio previo de la calidad del aire en la zona, para evitar, así, que la acumulación de contaminantes provenientes de la central, sumados a los antes existentes, pudieran sobrepasar los límites establecidos. En este caso se atreven a decir que la calidad previa (preoperacional) del aire es buena basándose tan solo en los datos obtenidos de dos de las 6 escasas estaciones de medida de que dispone la DGA: la de Bujaraloz, a 40 Km de distancia, y la de Alagón, a 126 Km. El usar datos de zonas tan alejadas, y con condiciones geográficas diferentes, raya entre lo ridículo y lo temerario.

Está por ver además qué niveles de contaminación se alcanzarían si, dejando aparte lo ya existente, saliesen adelante los muchos proyectos de centrales térmicas (o incineradoras…) que hay por estos valles (Ballobar, Fayón, Riba-Roja, etc.). En esto hay que recordar que la zona es proclive a encajonar los vientos por los valles y a la acumulación de nieblas, y contaminantes asociados, en los días de calma. La zona dista mucho, pues, de las condiciones idóneas para dispersar sus emisiones contaminantes.

Y no solo no hay estudios, dignos de llamarse así, de la situación previa sino que además no existirán luego estaciones permanentes de medida que controlen lo que pase luego con lo aire que respiramos. Y aunque hubiera estaciones, si no se estropean (como nos dicen que pasa cuando pedimos datos de lugares sospechosos) ya veríamos si nos informarían de los niveles de los contaminantes, que los ecologistas estamos hartos de pelear con la administración para que facilite información ambiental (a menudo hace falta llegar a instancias europeas para sonsacar datos) Todo se fía, en el proyecto, a una simulación hecha con ordenador para prever a donde, y con que niveles, iría la contaminación. Según esa simulación el grueso de los contaminantes, que según ellos no sobrepasaría los límites legales, iría a la zona de Almatret.

En lo que a nosotros respecta, tenemos información que apunta a que este modelo de simulación que se usa, tras contrastar lo predicho con lo que de verdad pasa en los casos estudiados, se queda siempre corto en sus datos, en especial en lugares de orografía complicada. De hecho hay modelos de simulación más modernos y perfeccionados que, curiosamente, apenas se usan por los promotores de térmicas.

Por último decir, respecto a esta simulación, que no comprendemos como va siempre la contaminación a un lado cuando de todos es sabido que en los valles de la zona el viento circula en sentidos opuestos según sea época fría o cálida.