Introducción

En el marco de la Campaña de Mociones contra el Uso de Glifosato en Espacios Públicos, Ecologistas en Acción ha elaborado este documento sobre medidas para el control de hierbas espontáneas, respetuosas con el medio ambiente y la salud de las personas.

Es importante tener en cuenta que la planificación y gestión de plantas espontáneas en espacios urbanos sin el uso de un único producto herbicida parece, a priori, más compleja que su eliminación con tóxicos agrarios, pero el aparente coste en términos de “comodidad” está teniendo un alto coste en términos de salud para la ciudadanía e impacto ambiental.

Alternativas al uso del glifosato

Dado que esta Campaña hace referencia al uso de Glifosato en los espacios públicos, nos centraremos en técnicas de gestión de malezas en el contexto de estos espacios que en general deben enfrentarse al control de hierbas desde una perspectiva diferente a la que se hace para el medio agrario.

Los espacios públicos que actualmente se están gestionando con herbicidas son principalmente parques y jardines, solares, aceras, infraestructuras de transportes y cunetas.

¿Por qué no usar herbicidas químicos?

El 90% de los herbicidas utilizados en nuestro país, bajo 125 marcas aprobadas, contienen como principio activo el Glifosato. Estos herbicidas se vienen aplicando, con permiso e incluso promoción, por parte de las administraciones competentes, en espacios públicos tales como bordes de carreteras, líneas de servicios, aceras, jardines y parques.

En marzo de 2015 la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha clasificado al Glifosato como materia activa “probablemente cancerogénica” tras la publicación por parte de la Agencia de Investigación sobre el Cáncer (IACR) de un amplio estudio que demuestra que esta sustancia favorece la aparición de Linfoma No-Hodgkin en humanos y causa daños en el DNA además de provocar cáncer en animales de laboratorio. En concreto, los estudios publicados por 17 expertos señalan la relación de esta sustancia con 4 tipos de cáncer: hepático, riñón, páncreas y linfoma.

Los riesgos han sido evaluados basándose en estudios de exposición agrícola llevados a cabo en particular en Estados Unidos y Canadá, así como en animales en laboratorios. Pero la IARC, indica haber tenido en cuenta igualmente los trabajos de la agencia estadounidense de protección medioambiental que, tras haber clasificado el glifosato como “cancerígeno posible para el hombre” en 1985, dio marcha atrás en 1991.

Además el glifosato está vinculado con otros efectos, tanto por su uso directo por parte de agricultores/as y operarios/as como por la exposición indirecta de la población: reproductivos (mayor frecuencia de abortos y defectos de nacimiento), neurológicos (mayor frecuencia de Parkinson), hormonales (alteraciones endocrinas), entre otros.

¿Son las administraciones locales competentes para decidir no usar glifosato en los espacios públicos?

El vigente Real Decreto 1311/2012, de 14 de Septiembre, que establece la Actuación para el Uso Sostenible de los Productos Fitosanitarios en España, señala que “la Administración competente en cada caso pueda aplicar el principio de cautela limitando o prohibiendo el uso de productos fitosanitarios en zonas o circunstancias específicas”.

El citado Real Decreto también establece que los órganos competentes establecerán para sus ámbitos territoriales medidas para informar y sensibilizar en “especial referencia a los riesgos resultantes de su uso y posibles efectos agudos y crónicos para la salud humana, así como sobre la utilización de alternativas no químicas”.

¿Por qué hay que gestionar las malezas?

Hablamos de maleza (o más popularmente de mala hierba) al referirnos a plantas que crecen en lugares no deseados y que además su presencia puede representar algún tipo de perjuicio.

En las infraestructuras públicas, los perjuicios asociados a la presencia de malezas y también los asociados a la aplicación de herbicidas, son diferentes que en el contexto agrario y, por tanto, la gestión debe abordarse desde una perspectiva distinta.

En concreto, en el contexto agrario, el control de maleza suele corresponder al supuesto perjuicio económico que éstas puedan ocasionar por competencia con el cultivo de interés. En el medio urbano, sin embargo, este perjuicio además puede también responder a una concepción estética, a la necesidad de mejorar la visibilidad o al control de insectos asociados a masas vegetales.

Ni que decir tiene que estas cuestiones son en gran medida culturales y subjetivas y si bien hace años se valoraba muy positivamente la presencia de vegetación y la protección de los suelos con cubiertas verdes, en los últimos años con la proliferación del uso de herbicidas la percepción de que un suelo estéril es un espacio limpio se ha generalizado. A día de hoy multitud de cunetas, solares y espacios urbanos muestran suelos yermos y compactados, incapaces de sostener vida y probablemente con altos contenidos en herbicidas.

Recuperar la percepción de las coberturas vegetales y la presencia de vida como riqueza es uno de los retos que debemos abordar y, desde esta mirada, podremos proponer alternativas interesantes al uso masivo de herbicidas. Son múltiples los estudios que señalan que la presencia de vegetación y de vida mejora la calidad de vida de las personas.

De esta manera, valorar los aspectos positivos de las “no tan malas hierbas” puedes ser un buen punto de partida:

  • El nacimiento de hierbas es indicador de que el suelo está vivo y no contiene venenos.
  • La vegetación ayuda a equilibrar y descontaminar el aire y el agua.
  • Las hierbas protegen al suelo, evitan la compactación, mejoran la retención de agua y regulan la temperatura.
  • Las hierbas son un excelente abono verde gratuito y por tanto su presencia ayuda a mejorar la fertilidad del suelo a la vez que se reduce el uso de fertilizantes.
  • Se pueden generar cubiertas vegetales muy bien adaptadas al medio y con crecimiento rápido a partir de las hierbas espontáneas.
  • Las cubiertas vegetales también en el contexto urbano como mariposas, mariquitas, grillos o pájaros.

Métodos alternativos para la gestión de malezas

Las alternativas más conocidas para el control de la vegetación indeseada sin uso de herbicidas son los métodos mecánicos, manuales y térmicos que se utilizan ya ampliamente en otros países europeos por ser respetuosos con la salud de las personas y con el medio ambiente. Estos métodos no-químicos además tienen un mayor potencial en la generación de empleo.

Existen además herbicidas “no sintéticos” basados en distintos vinagres (ácido acético) o en hidroxifosfatos naturales, que se utilizan en agricultura ecológica por ser rápidamente biodegradables y no tienen efectos significativos sobre la salud y el medio ambiente.

Aunque los métodos anteriores son los más utilizados no debemos perder de vista que, el control de las malezas en el medio urbano no debe basarse sólo en la eliminación y siega de hierbas sino que además existen otras formas interesantes de gestión.

1. Métodos manuales, mecánicos y térmicos

La escarda manual es el método más antiguo de control de malas hierbas. Por la inversión de tiempo y mano de obra que supone es adecuada para el control de pequeños espacios como son los alcorques o lugares donde el crecimiento de hierbas es muy escaso como, por ejemplo, el borde de paredes y aceras.

Las escardas y siegas mecánicas suponen la eliminación o recorte de hierbas ya germinadas o en desarrollo. Existe multitud de aperos y maquinaria diversa para este tipo de trabajo en función del tamaño y forma del área que se quiere manejar.

La escarda térmica consiste en utilizar una fuente de calor para aplicar sobre las hierbas que se quieren eliminar. No se pretende quemarlas sino sólo deshidratarlas. Este sistema suele consistir en un bastidor dotado de uno o varios quemadores de gas, propano o butano. En los últimos años también se han desarrollado quemadores de infrarrojos que implican menos riesgo de combustión.

Estos aperos también pueden tener distintas dimensiones, pueden estar dirigidos a su manejo manual o ser aperos acoplados al tractor. Este tipo de maquinaria se utiliza con bastante frecuencia en las ciudades del Norte de Europa para eliminar las malas hierbas de zonas urbanas por su gran eficacia.

2. Diseño de cubiertas vegetales

Consiste en establecer una cubierta vegetal que responda a nuestras necesidades en cuanto a estética, visibilidad y seguridad y cuya presencia impide o dificulta el crecimiento de otras hierbas no deseadas. La cubierta vegetal puede establecerse a partir de un cultivo sembrado a propósito (por ejemplo, un césped) o a partir de la selección de especies espontáneas antes consideradas como malas hierbas, bien en toda una superficie, a modo de hileras o en formas circulares en torno a un árbol o arbusto. Dicha cubierta puede ser de tipo perenne (manejada con siegas o podas) o de tipo anual, de manera que mediante siega posterior pasa a formar un acolchado que también impedirá el crecimiento de hierbas indeseadas.

Además de reducir y gestionar el crecimiento de malezas, las cubiertas vegetales implican otra serie de ventajas:
a. Reducen drásticamente las pérdidas de suelo causada por la erosión (especialmente interesante en zonas de pendiente o en climas con lluvias torrenciales).
b. Aumentan la infiltración de agua en el suelo, especialmente en periodos intensos de lluvia.
c. Reducen la evaporación del agua del suelo en la primavera y verano permitiendo ahorrar riegos.
d. Aumentan la biodiversidad: conserva la mesofauna (lombrices, mariposas, etc) y las poblaciones de aves que nidifican cerca del suelo.

Buscando asociaciones entre distintas especies vegetales se puede conseguir una espesa cobertura del suelo que limitará la capacidad de germinación y desarrollo de las malas hierbas. También debemos tener en cuenta que existen variedades que por su porte, hábitos de crecimiento y velocidad de desarrollo resultan más competitivas frente a las malas hierbas. Por ejemplo, los portes erectos permiten (mejor) que la luz llegue mejor al suelo favoreciendo la germinación de malas hierbas.

3. Aprovechando las alelopatías

La palabra alelopatía se utiliza para describir el efecto inhibidor o supresor que ejercen algunas plantas sobre las que nacen a su alrededor. Este efecto inhibidor lo consiguen por la secreción de aleloquímicos que disminuyen considerablemente el crecimiento y desarrollo de otras especies vegetales y que se secretan tanto por parte de la planta viva como durante la descomposición de sus residuos vegetales.

Entre las especies más conocidas y usadas por su efecto alelopático para el control de malezas están el sorgo, la alfalfa, el centeno y los espárragos. La siembra con estas especies es efectiva en el control del crecimiento de malezas tanto durante sus vidas como una vez segadas e incorporadas como acolchado.

Este tipo de cultivos pueden utilizarse además como abonos verdes, es decir no sólo por su efecto inhibidor del crecimiento de otras hierbas sino también porque una vez segados se incorporarán como materia orgánica al suelo jugando un papel mejorador de su fertilidad. Tampoco hay que olvidar el papel ornamental que pueden ofrecer en el paisaje urbano durante su desarrollo vegetativo.

4. Falsas siembras

La falsa siembra pretende “engañar” a las hierbas provocando su germinación para eliminarlas a continuación de forma mecánica o térmica cuando se encuentran en estado de plántula. Consiste en preparar el lecho de siembra, regarlo a continuación para inducir la germinación de las semillas, que una vez nacidas se eliminarán con una escarda superficial. Este proceso puede repetirse varias veces si se considera necesario.

Una falsa siembra es una práctica adecuada previo al establecimiento de una cubierta vegetal o de un acolchado. Es importante para su éxito conocer algunas de las características de las malezas que queremos controlar tales como su temperatura y época de germinación. De lo contrario corremos el riesgo de que la nascencia de las malezas se produzca una vez establecida la cobertura vegetal deseada.

5. Malla antihierbas, mulching y gravas

La utilización de acolchados o mulching consiste en la protección de la capa superficial del suelo mediante el uso de una cubierta inerte que puede ser orgánica (paja, restos de aserradero, cortezas o restos de poda triturados…) o inorgánica (mallas antihierbas, gravas finas…). Estos materiales impiden que la luz llegue al suelo y que germinen las plantas.

En determinadas zonas del área urbana, las mallas antihierba, los mulching y las gravas finas pueden suponer una interesante opción para la gestión pues reducen la necesidad de mano de obra, pueden suponer un ahorro en el agua de riego, protegen el suelo frente a la erosión y el compactado, pueden suponer un ahorro en fertilizantes y además permiten acabados estéticos muy agradables.

Los mulching orgánicos son especialmente interesantes porque además de mejorar la retención de agua y disminuir la erosión del suelo, suponen un aporte progresivo de materia orgánica y nutrientes de muy lenta incorporación a la par que ofrecen la oportunidad de reutilizar los restos de poda.

Estas opciones de gestión de malezas permiten un rápido desarrollo de la especie plantada ya que queda protegida de posibles competencias pero además se desarrolla en condiciones de humedad y temperatura más estables y en un suelo menos compactado.

Previo a la instalación de mallas y acolchados se puede hacer un tratamiento herbicida ecológico o bien una falsa siembra repetida.

Otras consideraciones para una buena gestión de malezas

Control de la difusión de semillas de malezas

Es importante asegurar prácticas que no favorezcan la expansión de malezas en los espacios que queremos gestionar. Para ello es importante que los estiércoles utilizados para la fertilización de alcorques y jardines estén siempre bien compostados, ya que un buen proceso de compostaje eliminará todas las semillas indeseadas que el estiércol pudiera contener.

Otra precaución para evitar la expansión de semillas de hierbas indeseadas es el control de su presencia en semillas y plantones de las plantas que utilicemos.

Mejorar el suelo para mejorar el manejo de hierbas

Muchas malas hierbas aparecen como respuesta a problemas en la estructura del suelo: los suelos compactos, fríos, donde el agua circula mal suelen tener malas hierbas más difíciles de controlar. Por tanto, un buen manejo del suelo, mediante la incorporación de materia orgánica y evitando labores que compactan, traerá como consecuencia un manejo más sencillo de las malezas.