Un nuevo triunfo de la lucha indígena en Bolivia.

Miriam García Torres, autora del estudio Proyectos de infraestructura vial en la Amazonía: procesos, actores, intereses e impactos asociados. Estudio de caso: carretera Villa Tunari-San Ignacio de Mojos, Bolivia. Revista El Ecologista nº 71.

La presión indígena y su gran resonancia internacional han frenado los planes del Gobierno boliviano de construir una nueva carretera a través de una zona indígena de gran valor ambiental. Se trataba de un proyecto con el apoyo de los agricultores cocaleros bolivianos, pero que sobre todo respondía a las presiones generadas por la explotación de los posibles yacimientos de hidrocarburos, aparte de abrir una vía de penetración a las empresas brasileñas.

“Se dispone que la carretera Villa Tunari – San Ignacio de Mojos, como cualquier otra, no atravesará el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS)”. Desbordado por la conflictividad socio-política surgida en todo el país entorno a la construcción de una polémica carretera a través de un Territorio Indígena y Parque Nacional en la Amazonía boliviana, el 21 de octubre Evo Morales cedía a la presión popular garantizando finalmente el desvío de la carretera fuera del área protegida.

La decisión llegaba marcada por la creciente pérdida de popularidad del Gobierno en los últimos meses como consecuencia, en gran medida, de la mala gestión realizada con respecto al conflicto del TIPNIS. Por un lado, la repulsa nacional hacia la intervención policial que el pasado 25 de septiembre reprimió de forma violenta e injustificada la movilización indígena que marchaba en contra de la carretera, provocó una ola de renuncias en su gabinete y la internacionalización del conflicto. Por otra parte, el 16 de octubre el gobierno de Evo Morales sufría su primer revés electoral durante las elecciones judiciales, en la que los votos válidos habrían sido superados por los votos nulos promovidos por una oposición que no ha dudado en intentar sacar tajada de la tensión social que vive el país. Una oposición que, de forma oportunista y con el único afán de obtener rentabilidad política, dice hoy abrazar la causa de los mismos pueblos indígenas a los que hasta ayer ignoraba y excluía.

Los cerca de 2.000 indígenas que durante más de dos meses han realizado una marcha entre las ciudades de Trinidad y La Paz para manifestar su rechazo a la carretera y exigir que sus derechos sean aplicados, conscientes de su verdadero potencial político y de la legitimidad de sus demandas, han sabido sin embargo mantenerse al margen de cualquier acercamiento oportunista (nacional e internacional) y han logrado cumplir su principal objetivo: garantizar que el trazado de la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Mojos no atravesará el TIPNIS, territorio ancestral de los pueblos mojeño, yurakaré y tsiman.

Un territorio privilegiado

El TIPNIS se encuentra ubicado entre los departamentos de Cochabamba y Beni, y forma parte del Corredor Biológico de Conservación Madidi-Amboró. La posición de transición del territorio entre los Andes tropicales a 3.000 m sobre el nivel del mar y la llanura amazónica, a 180 m, promueve la existencia de una abundante diversidad de hábitats y especies en una región catalogada como refugio pleistocénico, espacio característico por sus especies endémicas. Su riqueza forestal incluye la existencia de maderas preciosas en peligro de extinción, como es el caso de la mara. El piedemonte y la región subandina del parque albergan la región más lluviosa de Bolivia, donde se registran precipitaciones que llegan a superar los 6.000 mm/año. Esta hiperpluviosidad tiene efectos decisivos en los ritmos de inundación de los ríos de la llanura beniana que provoca la existencia de grandes zonas de inundación permanente. Los bosques del parque realizan una función primordial al retener el agua sobreabundante y favorecer así la regulación de las cuencas y el control de los caudales de los ríos.

En el plano socio-cultural el TIPNIS acoge a una población enteramente indígena en la que se asientan varios grupos culturales. Por una parte, legal e históricamente, el área pertenece a los pueblos mojeño, yurakaré y tsiman, agrupados en 64 comunidades con una población total de alrededor de 12.000 habitantes. Por otra parte, a partir de los años sesenta se han asentado en la zona sur del parque varias comunidades de campesinos de origen aymara y quechua provenientes de distintas partes del Altiplano y cuya principal actividad es el cultivo de la hoja de coca. En la actualidad se estima que existen unos 52 asentamientos colonos con cerca de 20.000 familias dentro del área protegida. La enorme presión agrícola soportada en la región limítrofe del Chapare ha provocado el avance de la colonización dentro del TIPNIS, lo que viene generando continuos conflictos dentro del área protegida entre pueblos originarios y campesinos por la presión y el uso de la tierra. El área colonizada dentro del TIPNIS alcanza en la actualidad alrededor de 200.000 hectáreas.

En este contexto, no es difícil imaginar que la construcción de una carretera a través del TIPNIS tendría unas consecuencias ecológicas y socio-culturales desastrosas, que pondrían en riesgo el equilibrio de todo un ecosistema caracterizado por su incalculable valor y extremada fragilidad, degradando a su vez de forma crítica los medios de vida de los pueblos indígenas del TIPNIS.

La carretera Villa Tunari-San Ignacio de Mojos que ahora deberá ser redefinida, se plantea como una vía de unión directa entre los departamentos de Cochabamba y Beni. El diseño y ejecución de las obras fueron adjudicadas a la constructora brasileña OAS Ltda. bajo un presupuesto de 415 millones de dólares tras un polémico proceso de adjudicación en el que la empresa brasileña fue la única proponente. El 80% del financiamiento del proyecto corre a cargo del BNDES de Brasil, uno de los principales actores en la financiación de infraestructura en Bolivia. Enteramente controlado por el gobierno brasileño, el BNDES responde al objetivo de impulsar la inversión del capital brasileño en la región.

Las irregularidades durante el proceso de adjudicación, diseño y ejecución del proyecto vial han sido reiteradas: un posible sobreprecio en el presupuesto del proyecto; la fragmentación en tramos del estudio de factibilidad, evaluación ambiental y diseño final; la ausencia de una consulta popular tal y como garantizan las normas internacionales de derechos humanos y la propia Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia que el mismo Gobierno elaboró, etc.

Asimetrías regionales

Más allá de las irregularidades cometidas durante el proceso, el caso del TIPNIS se manifiesta como síntoma de una problemática más amplia y compleja en la que intervienen elementos de distinta naturaleza. En primer lugar, el conflicto del TIPNIS pone de manifiesto las profundas asimetrías en las que se basan las relaciones entre Brasil y Bolivia, que explicaría la subordinación de la política boliviana a los intereses brasileños en materia de infraestructura. Para Brasil, potencia dominante en Sudamérica, la interconexión física del territorio es parte de su política de proyección regional y global con la que aspira, por una parte, a ejercer una mayor influencia en el ámbito internacional como potencia global emergente, y por otra, a consolidar su hegemonía en el ámbito sudamericano.

Bajo esta perspectiva Brasil juega un rol fundamental en la promoción de iniciativas como el IIRSA –Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana, que engloba a 12 países–, a través de la cual pretende no sólo llegar a los mercados asiáticos –y en particular a China–, sino también y paralelamente, expandir su capital a los países vecinos. En este sentido, en el marco de interconexión regional, Bolivia resulta clave como país de tránsito para que Brasil pueda dar salida a sus mercancías por el Pacífico. Asimismo, el interés brasileño en Bolivia se pone de manifiesto en la medida en que el BNDES empieza a financiar proyectos de infraestructura condicionados a la contratación de empresas de construcción y servicios brasileñas, que a su vez constituyen un instrumento para impulsar la penetración en el país de grupos industriales brasileños especializados en la extracción y comercialización de recursos naturales y materias primas.

En el caso concreto del TIPNIS, si bien es cierto que la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Mojos no está oficialmente incluida en la cartera de proyectos del IIRSA, su relación parece bastante probable en la medida en que se constituye como una ruta auxiliar que permitirá la conexión entre los dos Ejes principales del IIRSA en el país: el Eje Interoceánico Central y el Eje Perú-Brasil-Bolivia.

De lo que no cabe duda es de la penetración del capital brasileño en Bolivia a través del proyecto vial. Además de la evidente participación brasileña en la financiación, diseño y ejecución de la obra, es preciso señalar que en el Protocolo de financiamiento de la carretera, firmado por Lula da Silva y Evo Morales el 22 de agosto de 2009, se estableció un acuerdo que abre las puertas a Brasil para su participación en la explotación de los recursos del Salar de Uyuni (donde se encuentran las reservas de litio y potasio más grandes del mundo), así como su participación en proyectos azucareros vinculados a la producción de etanol en el norte del departamento de La Paz.

El peso del modelo extractivista

En segundo lugar, el conflicto entorno al TIPNIS pone de manifiesto el peso primordial que continúa teniendo el modelo extractivista en la economía boliviana, que se está viendo profundizado por la creciente dificultad del país para cubrir satisfactoriamente la demanda energética, cada vez mayor, de su mercado de exportación. En este sentido, el propio Ministro de Hidrocarburos admitía el pasado agosto que Bolivia tiene un déficit en la producción de gas natural de 5 millones de metros cúbicos diarios con respecto a los compromisos de exportación asumidos con Brasil y Argentina. No es de extrañar entonces que el Estado boliviano esté llevando a cabo un agresivo plan nacional de exploración de yacimientos cuyo objetivo expreso es incrementar las reservas de hidrocarburos del país para el año 2020.

En este marco, en octubre de 2010, YPFB se adjudicó 56 áreas de exploración y explotación de hidrocarburos (que estaría pendiente de ser ampliada a 98 áreas), varias de las cuales afectan a parques naturales y territorios indígenas como el Parque Nacional Madidi, el área de manejo integrado del Parque Nacional Aguaragüe, el área de manejo integrado de Iñao, y más de 723.000 hectáreas dentro del TIPNIS. Los claros indicios de la existencia de hidrocarburos bajo el subsuelo del TIPNIS, cuya extracción se vería posibilitada por la carretera, permiten entender el persistente interés por parte del Gobierno en hacer pasar la carretera por el área protegida. La intensificación de las actividades extractivas como consecuencia de la crisis energética evidencia que, a pesar de las políticas de redistribución que el Gobierno ha llevado a cabo a partir de la nacionalización de los hidrocarburos, la condición histórica extractivista a la que sigue sujeta la economía boliviana continúa dejando grandes conflictos sin resolver.

En tercer lugar, el caso del TIPNIS ha sacado a la luz el complejo tejido social que caracteriza a la heterogénea sociedad indígena boliviana. Las confrontaciones entre los intereses contrapuestos de pueblos originarios y campesinos cocaleros son una muestra de la existencia de importantes fisuras en las alianzas populares bolivianas que quedan pendientes de resolver. Los conflictos por la tierra dentro del TIPNIS se manifiestan en relación a las confrontaciones entre ambos sectores en torno a prácticas productivas y a concepciones sobre el territorio contrapuestas. Así, mientras los pueblos originarios del TIPNIS conciben el territorio como un espacio de uso integral y comunitario, los campesinos defienden el parcelamiento y la propiedad privada de la tierra. Asimismo, el sistema de producción del sector cocalero, basado en el cultivo intensivo hasta el agotamiento de la parcela y la posterior migración a otro espacio, genera el empobrecimiento rápido de los suelos expuestos a la erosión y con limitadas probabilidades de recuperación.

El sector campesino cocalero se ha convertido en el principal sector social que promueve la construcción de la carretera a través del TIPNIS, ya que ve en la apertura de la vía una oportunidad para acceder a nuevas tierras de cultivo. De hecho, la aprobación de la nueva Ley de protección del TIPNIS que evita el trazado de la carretera a través del área protegida, ha generado una ola de protestas en el sector campesino que parece advertir que el conflicto todavía no está cerrado.

Voces del pasado

Pero al margen de todo, el caso del TIPNIS supone, indudablemente, un ejemplo de una nueva victoria de los movimientos sociales y la lucha indígena en Bolivia. La historia reciente del país está escrita sobre la base de los logros conseguidos a través de la gran capacidad de movilización y de presión política del movimiento indígena. Así, en 1990 la primera gran marcha indígena del país denominada “Marcha por el Territorio y la Dignidad” marcó un hito histórico al lograr el reconocimiento por parte del Estado de la existencia de los primeros Territorios Indígenas de las tierras bajas bolivianas.

Durante los siguientes años, y a raíz de otras demandas históricas como las guerras del agua y del gas, los movimientos y organizaciones indígenas-populares de Bolivia se consolidaron como los principales protagonistas e impulsores del proceso de cambio que culminó en diciembre de 2005 con la llegada al Gobierno del primer presidente indígena. Ahora la VIII Marcha Indígena ha consolidado otro gran hito al lograr desviar el trazado de la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Mojos, y ha venido a recordar que el proceso de cambio en Bolivia sigue estando en las manos y los pasos de un pueblo que no deja de caminar.

Finalmente, el triunfo de los indígenas del TIPNIS es también un cuestionamiento al sistema capitalista, un resquicio que abre la posibilidad de pensar desde la cultura indígena un mundo distinto. Esas voces a las que el Sistema excluye e invisibiliza, llegan con fuerza y dignidad no sólo para exigir su derecho a mantener sus propios modelos de vida, sino también para cuestionar la enajenación de un Sistema que pretende ignorar la insostenibilidad de su propio metabolismo. Por eso, el triunfo de los indígenas del TIPNIS es también una bofetada al capitalismo en sí.

Hoy, cuando la crisis ecológica es una realidad ineludible que amenaza con provocar consecuencias irreversibles, se hace más que nunca necesario escuchar esas voces que nos hablan de alternativas que pueden ser las semillas para la construcción de nuevos modelos de vida establecidos sobre bases socialmente justas y ecológicamente sostenibles. “Estas voces del pasado –como dice Galeano– que ayudan a adivinar otro futuro posible”.