Una herramienta cada vez más utilizada para dar poder a las comunidades.

Julio Gisbert Quero, autor de Vivir sin empleo. Trueque, bancos de tiempo, monedas sociales y otras alternativas. Revista El Ecologista nº 75.

Comunidades de todo el mundo están utilizando cada vez más una herramienta de empoderamiento original y práctica: la creación de dinero social. Su objetivo no solo es el de facilitar la vida a numerosas personas con acceso restringido al dinero oficial, sino también convertirse en facilitadores de otras formas de consumo y producción locales más sostenibles y a escala humana.

Por dinero social o local –según lo denominan distintos autores– entendemos aquellas experiencias monetarias de carácter local que históricamente surgieron en situaciones de escasez o ausencia de dinero oficial o legal –fruto de agudas crisis económicas o procesos bélicos– con el objetivo de facilitar el comercio o intercambio de bienes y servicios (denominado en estos casos también como dinero de emergencia), o bien aquellas iniciativas que desde los años 80 del siglo pasado y hasta la fecha han ido apareciendo como experiencias complementarias o alternativas a las monedas nacionales de curso legal, fundamentalmente para la promoción del comercio y la economía locales en el caso de economías desarrolladas o para poder sustituir a las monedas nacionales en casos de economías más pobres. De este modo, se ofrecen otras alternativas económicas y sociales al actual sistema, o incluso por motivos más sociales que económicos por medio de redes colaborativas y una divisa tan universal e igualitaria como es el tiempo, por medio de los denominados bancos de tiempo.

Otra denominación utilizada frecuentemente es la de dinero complementario cuando su objetivo no es sustituir a la moneda tradicional sino el complementarla al objeto de cumplir determinadas funciones sociales que la otra moneda no puede asumir, bien por sus características o simplemente por su escasez; por último, otra denominación habitual correspondería a la de comunitarias, en el sentido que algunas de ellas han surgido de pequeñas comunidades para resolver determinados problemas sociales y de convivencia, o bien como una herramienta más para optimizar la gestión e intercambio de sus recursos.

Actualmente el dinero social se implementa bien para fomentar y potenciar la economía local, bien para resolver determinados problemas sociales, de salud y medioambientales mediante la consecución e intercambio de recursos que no pueden obtenerse mediante la economía formal. Las clasificaciones y tipologías son muy numerosas y diversas por parte de los investigadores de este tipo de monedas, pues el fenómeno es, aparte de variado, muy diferente en sus concepciones, usos y fines (algún autor habla de más de cincuenta tipos diferentes y más de cinco mil experiencias en todo el mundo). En este artículo por su limitada extensión nos limitaremos a explicar brevemente la naturaleza más básica de estas iniciativas económicas populares.

Características de las monedas sociales

Las principales características de las monedas sociales son:

- Se basan en el principio de la abundancia de los recursos de una comunidad y de la capacidad creativa, artística, manual e intelectual de todos sus integrantes, ya sean niños, mayores, jóvenes, asalariados, parados, amas de casa, comerciantes, etc. No hacen en principio excepción a nadie de la posibilidad de participar en esta experiencia económica local, tanto como consumidores como productores de bienes y servicios susceptibles de ser intercambiados, adquiridos o vendidos con este tipo de moneda.

- Las monedas sociales son experiencias locales que por sí mismas fomentan el sentido comunitario pues sólo circulan dentro de un área geográfica determinada, lo que impide que los recursos generados por esta economía salgan fuera de la comunidad y permite que se reinviertan de nuevo en ella.

- En general no desafían al dinero de curso legal (monedas complementarias): en ocasiones tienen la misma paridad que la moneda nacional, por lo que no tienen problema en poder valorar tanto bienes y servicios de la economía formal, lo que facilita su uso a la gente e incluso cualquier fiscalidad que pueda imponerse por parte de las autoridades. Los bienes localmente producidos pueden usar una combinación de moneda nacional y comunitaria, o solo en la moneda comunitaria, conforme decidan vendedor y el comprador en cada acto de compraventa.

- No son monedas con las que se pueda especular ni están sujetas a intereses (con algunas excepciones). Además, pueden sufrir una tasa de interés negativa por su no utilización que se denomina oxidación (creada por el economista germano-argentino Silvio Gesell a principios del siglo pasado), que penaliza el no uso y la acumulación del dinero con una pérdida de valor continua en el tiempo. Esto provoca la necesidad de su uso continuo y de su circulación ininterrumpida para mantener su valor y para seguir dinamizando la economía local.

- Son legales en numerosos países y en algunos casos estos sistemas son sostenidos activamente por los propios gobiernos, siempre bajo la consideración de la utilidad social que se les presupone y el buen uso que se haga de los mismos, y en ocasiones son corporaciones locales e incluso entidades financieras quienes los soportan y ayudan financiera y técnicamente.

¿Cómo crear una moneda social?

1º. Se busca con el consenso de todos los implicados –personas y/o instituciones (comercios, ayuntamientos, empresas, etc.)– una moneda con una denominación generalmente relacionada con la localidad o entorno (fin identitario), o bien con sus características propias, y se definen unos objetivos claros y concretos de la iniciativa: creación de redes vecinales; conciliación laboral, personal y familiar; sentimiento identitario de la comunidad; reciclaje, reutilización y reducción de consumo; desarrollo del comercio local de proximidad; acceso a productos y servicios a colectivos sin recursos; financiación local de carácter social (microcréditos/crowdfunding); creación de una economía local alternativa; unidad de intercambio en una iniciativa de Transición; creación de una Renta Básica Local en moneda social, etc.

2º. Se elige cómo crear la moneda: a partir del intercambio de servicios (bancos de tiempo); a partir del intercambio de productos y servicios (redes de trueque); intercambiándola por dinero legal; a partir del reciclaje y la reutilización; como descuento o gratificación (fiduciaria, sin soporte); a partir de la financiación colectiva de proyectos.

Los bancos de tiempo y redes de trueque aluden a la moneda social denominada de crédito mutuo, uno de las modalidades más habituales, si bien son numerosas las monedas sociales que se intercambian por dinero nacional u oficial por ser legalmente más “accesibles que las primeras” y donde sí suelen y pueden participar comerciantes locales a diferencia de la primera (con excepciones). Las experiencias de las denominadas monedas de carácter fiduciario en cambio son las más complejas si van más allá de su utilización como bono descuento, ya que si se aplican más allá del círculo de confianza de una pequeña comunidad pueden derivar en los mismos problemas del dinero oficial.

3º. Se dan atributos a esa moneda como la paridad, el soporte y los medios de pago: paridad respecto al tiempo como divisa única sería la elegida por un banco de tiempo, si bien la fórmula más sencilla “hilvanando” una inteligente red entre banco de tiempo y redes de trueque es una triple paridad tiempo – moneda social – moneda legal (ejemplo, un eco equivale a una hora y equivale a un euro, de esta manera podemos valorar tanto productos como servicios indistintamente). Respecto al soporte puede ser un billete físico o un apunte virtual en una cuenta en internet o incluso una anotación del intercambio en una libreta personal de movimientos (la plataforma surafricana CES –www.ces.org.za– es la más utilizada en España). Respecto a los medios de pago puede ser en efectivo o mediante pago electrónico a través de internet o móvil, incluso con tarjetas y datáfonos. Otra idea a considerar es la posible oxidación ya mencionada, o bien la opción de la caducidad de los billetes en el tiempo para incentivar su uso, incluso la posibilidad de poder otorgar préstamos o microcréditos.

4º. Se conviene entre todos los participantes cómo informar a todos de los bienes y servicios que se ofertan y solicitan, bien de forma puntual o periódica o a través de actos públicos periódicos como mercadillos o ferias donde se tiene la opción tanto de ofrecer productos y servicios como de obtenerlos, o bien mediante la distribución de información a todos de los comercios y negocios implicados, obviando los medios electrónicos de información cuando los hubiera (por otra parte los más habituales).

5º Deben articularse, además, mecanismos de distribución y circulación de la moneda así como de dinamización de los intercambios y de los saldos en moneda social de los participantes, ajustando periódicamente la existencia de dinero en el sistema mediante la implementación de la entrada de nuevos socios o comercios con más moneda o por otros medios que dinamicen el mercado alternativo o complementario que hayamos creado, pues no deja de ser un organismo vivo que se mantiene de la dinámica constante de intercambios entre todos los participantes prosumidores, es decir productores y consumidores, unidos en un propósito común facilitado y potenciado por nuestra moneda.