Una combinación mortal de ignorancia, ocultación, irresponsabilidad, desprotección y lucro desmedido.

Daniel López Marijuán, Área de Residuos, Contaminación y Salud Ambiental de Ecologistas en Acción. Revista El Ecologista nº 80.

El amianto o asbesto es un material que se ha usado profusamente, a pesar de conocerse sus negativos y graves efectos sobre la salud desde hace muchas décadas. En España está prohibido desde 2001, pero hay gran cantidad de construcciones y productos que lo contienen, y su eliminación correcta plantea serios problemas. De forma paradójica, mientras los juzgados empiezan a condenar a los responsables del uso del amianto, la mayor parte de los países aún lo siguen utilizando.

El 10 de junio de 2013 estábamos concentrados en las puertas de los juzgados de lo Social en Sevilla, en solidaridad con las víctimas del amianto en la fábrica de Uralita, empresa a la que 26 trabajadores reclaman 2,2 millones de euros como indemnización por las enfermedades que han contraído al manipular esta sustancia cancerígena en la fábrica de Dos Hermanas.

Se trata del último episodio (hasta ahora) del largo proceso para identificar los responsables de la fabricación de este producto letal sin ninguna garantía y hacer que al menos carguen con las culpas y reparen el daño causado.

Un mineral natural

No es el caso de un material fabricado por el hombre, como es el problema de los PCB o el PVC, por citar dos artefactos de toxicidad comprobada, sino de un mineral natural que debido a sus excepcionales características de resistencia y durabilidad fue empleado masivamente en industria, transporte y vivienda, sin evaluar previamente las consecuencias letales que tendría para la salud de la población. Otra muestra más sin duda de la temeridad con que la tecnología ha operado, de la ausencia de controles, del desconocimiento y posterior ocultación de sus riesgos y, en definitiva, de cómo el obsceno afán de lucro de empresas como Uralita ha jugado con nuestras vidas.

Los asbestos son la denominación científica del amianto, silicatos en cadena con estructura fibrosa y que se presentan en dos tipos: el crisotilo o amianto blanco y los anfíboles. El primero es el tipo de asbesto más utilizado (más del 95% de la producción mundial), sobre todo en las cubiertas de todos conocidas; se ha intentado hasta su prohibición minimizar su peligrosidad, pero el Comité Científico de Toxicología y Medio Ambiente de la Unión Europea es concluyente: “hay suficiente evidencia de que todas las formas de amianto, incluido el crisotilo, son cancerígenas en los seres humanos”.

Efectos letales

En todo el mundo son 125 millones las personas que se encuentran expuestas al amianto en su lugar de trabajo y como consecuencia de ello más de 100.000 personas mueren cada año por esta causa. Entre 1906 y 2002 se importaron en nuestro país más de dos millones de toneladas de este material cancerígeno, buena parte de las cuales se instalaron en miles de edificios, tuberías y tejados construidos entre las décadas de 1960 y 1990.

Un reciente trabajo, publicado en la revista BMC Cancer, señala que entre 2006 y 2011 en España fallecieron 1.120 personas debido a un mesotelioma pleural provocado por el amianto. Las estimaciones para el período 2016-2020 señalan que se producirán 965 fallecimientos por esta causa y continuará habiendo muertes debidas a la exposición al amianto hasta el año 2040, fundamentalmente a causa de mesoteliomas pleurales y carcinomas de pulmón.

El catedrático de la Universidad de Granada Alfredo Menéndez Navarro destaca que las patologías ligadas a la exposición al amianto son en la actualidad una de las principales causas de muerte de origen laboral. No en vano, uno de cada dos cánceres atribuibles al trabajo en Europa y en España se debe a la exposición a este material. También ha desvelado el elevado grado de infrareconocimiento del cáncer profesional por amianto en España, ya que menos del uno por ciento de los mesoteliomas y carcinomas de pulmón causados por el amianto son reconocidos como enfermedad profesional en nuestro país.

La mayor fuente de exposición a las fibras de amianto es la inhalación: son fibras microscópicas de tamaño incluso inferior a 3 micras, que pueden penetrar hasta los alvéolos pulmonares y generar estragos. Su acción dañina es cuádruple: química, mecánica, inmunitaria y genotóxica. Los efectos sobre la salud son brutales: la asbestosis (fibrosis pulmonar), el cáncer de pulmón y el mesotelioma pleural o peritoneal, con posible responsabilidad en otros cánceres (riñón, ovario, mama). Las delgadas fibras no se pueden expulsar de los pulmones y pueden permanecer de por vida.

Además, para incrementar el daño, los efectos del amianto quedan en latencia muchos años, a veces más de 30, por lo que vamos a asistir a una mortalidad elevada en los trabajadores, familias y usuarios que han estado expuestos a esta fibra carcinógena. Un ejemplo desastroso de las consecuencias de no adoptar a su debido tiempo el principio de precaución: “Cuando haya peligro de daño grave o irreversible, la falta de certeza científica absoluta no deberá utilizarse para postergar la adopción de medidas para proteger la salud pública o preservar el medio ambiente”.

Pero es que en este caso del amianto, son certezas de lo que disponemos, aunque una confabulación de empresarios sin escrúpulos y Gobiernos paralíticos ha impedido que se adoptara la única medida posible: su prohibición total y absoluta.

La exposición al amianto revela la falsedad de los “valores límite de emisión” como supuesta medida para protegernos de su nocividad. Inicialmente, la normativa fijó que una concentración que no superase una fibra por centímetro cúbico de amianto en el aire era tolerable; luego se rebajó a 0,6, posteriormente a 0,1 y finalmente en 2001 se prohibió en España toda fabricación y uso, aunque sobre el instalado se dice que “seguirá estando permitido hasta su eliminación o el fin de su vida útil”, o sea, hasta que no pueda perjudicar a la salud por su estado de deterioro o peligro de roturas.

Ley de las tres generaciones

Estamos asistiendo a la confirmación de la ley de las tres generaciones: en una generación se introduce el riesgo, en la siguiente el riesgo es reconocido como tal y en la tercera se promulga una ley para su control.

Cualquier exposición al amianto puede originar las enfermedades citadas, no hay umbral de seguridad si se inhala en forma de fibras o polvo de amianto, la única solución verdaderamente segura es su prohibición.

En España más de 200.000 trabajadores estuvieron expuestos al amianto, en casi 2.000 empresas de sectores como fibrocementos, ferroviario, industrial naval, química, papeleras, agua y gas, construcción, siderurgia, centrales térmicas y nucleares, etc.

Es muy importante la movilización de los trabajadores afectados y de sus familias, agrupados en la asociación Avida (Asociación de Víctimas del Amianto, www.avida.es). En 1974 se superaron en España las 130.000 toneladas de amianto importado, con casi 200 empresas importadoras y con fábricas de Uralita en Getafe, Cerdanyola, Sevilla, Quart de Poblet (Valencia), Valladolid, etc. En 1996 todavía existían 50 empresas que trabajaban con el amianto. Uralita ha mantenido sus puertas abiertas durante 60 años. De las condiciones en que trabajaban sus operarios da testimonio una víctima:

“El aprendizaje de los montadores de Tisa Sur y Extremadura y los cortes de placas y tubos se realizaban con una radial. Al llevar a cabo los cortes, se levantaba una gran polvareda que nos impedía respirar. Era algo infernal. A los chicos y las chicas de 17 a 20 años no se les dio jamás una mascarilla de primer uso. Esto ocurría en el año 97 y en el 98. Yo me pregunto qué es lo que sucedería en tiempos anteriores en los que las condiciones eran aún peores. Los trabajadores de Uralita no solo inhalábamos amianto, también nos lo tragábamos”.

Las dificultades e irregularidades a las que se enfrentan las personas afectadas y víctimas del amianto, son mayúsculas: no reconocimiento de la enfermedad como enfermedad laboral, dificultad para conseguir las autopsias, denegación de la jubilación absoluta, falta de cobertura médica especializada, ausencia de asesoramiento e información legal, dificultad para cobrar las pólizas de seguro…

Justicia tardía

Sin embargo, las sentencias condenatorias vienen a hacer tardía e insuficiente justicia. En 2009 Unión Naval de Levante (Valencia) tuvo que pagar casi 11 millones de euros a 71 de sus trabajadores. En 2010 el juzgado de 1ª instancia condenó a Uralita a indemnizar con 3,9 millones de euros a 45 vecinos de Cerdanyola y Ripollés (Barcelona). En 2012 Uralita tuvo que indemnizar con 1,7 millones de euros a 23 empleados de la extinta planta de Getafe. Pero seguramente la sanción más contundente ha sido la que un tribunal de Turín impuso en 2012 a la multinacional Eternit (el equivalente italiano de Uralita), que durante décadas fabricó fibrocemento en distintas factorías; los jueces condenaron al expropietario del grupo, el suizo Schmidheiny, y al exdirigente de Cartier a 16 años de cárcel por la muerte de 2.300 personas y la enfermedad de otras 665.

Los Gobiernos no facilitan esta labor de enjuiciamiento a los culpables y reparación a las víctimas, esquivan sus responsabilidades, ponen dificultades a los afectados cuando reclaman sus derechos, obligándoles a emprender largas y costosas reclamaciones jurídicas. Como el amianto fue utilizado masivamente en los años 50, bastaría contar con las ortofotografías del vuelo de 1956-57 para permitir identificar los edificios construidos con amianto y completar el inventario.

Desamiantado

Nos llegan muchas denuncias de vertederos y escombreras con restos de fibrocemento. ¿Qué hacer en estos casos?

Aparte de formalizar la obligada denuncia, hay que resaltar que el amianto es peligroso cuando se trocea o rompe, por lo que su manipulación solo la pueden hacer empresas inscritas en el RERA (Registro de Empresas Relacionadas con el Amianto), con equipos de desamiantado autorizados. Las denuncias deben ir dirigidas a Seprona, Ayuntamiento, Consejerías de Salud y de Medio Ambiente, Inspección de Trabajo, etc. Si se considera que el peligro es severo, debemos formalizar una denuncia ante la Fiscalía de Medio Ambiente. Jamás hay que manipular, romper o cortar las superficies que contengan amianto para evitar la emisión de fibras. La zona debe ser aislada, los trabajadores con equipos adecuados no pueden permanecer más de cuatro horas realizando tareas y los residuos de amianto tienen que ser transportados en envoltorios especiales a vertederos autorizados.

En las labores de demolición hay que establecer medidas rigurosas para proteger del polvo no solo a los trabajadores, sino a todas las personas que se encuentren en el lugar donde se efectúen los trabajos o en sus proximidades. En el obligatorio plan de trabajo que se elabore, deberá precisarse si la peligrosidad será baja, media o alta. No solamente los residuos con amianto, sino todos los elementos de limpieza y equipos deberán ser confinados para su vertido autorizado (buzo con cubrecabeza, guantes, cubrebotas, filtros, etc.).

También se establecen medidas para limitar la dispersión de las fibras y la mejor es que en el interior de la zona de trabajo haya depresión, o sea, que la presión sea negativa, renovándose el aire 10 veces cada hora. La evaluación del contenido de fibras en el ambiente de trabajo hay que hacerla antes, durante y después de las operaciones. Una vez desprecintada la zona sellada, la concentración de fibras de amianto tiene que ser menor que 0,1 fibras por centímetro cúbico de aire.

Crimen contra la humanidad

En febrero de 2014 se celebrará la Conferencia Internacional de Seguimiento y Vigilancia de Enfermedades relacionadas con el asbesto en Espoo (Finlandia), donde esperemos se acuerden medidas aún más estrictas y vinculantes, sobre todo para los países que siguen empleando el amianto.

No hay límites admisibles seguros cuando se trata de un veneno frente al cual el organismo carece de defensas; la única alternativa es la prohibición y la eliminación, como de forma tardía se han aplicado.

Como resalta, Paco Puche, uno de los mayores activistas contra el amianto: “Nos enfrentamos a un auténtico crimen contra la humanidad y paradigma de la arrogancia del sistema tecnológico e industrial imperante, que comercializa productos sin asegurar su compatibilidad con la salud humana y la protección ambiental. Por ello, la necesidad de dar carpetazo a los últimos vestigios de este tóxico ambiental, es inexcusable”.

3.000 productos con amianto
La herencia tóxica de este mineral es muy considerable, porque hay hasta 3.000 productos que contienen amianto, entre ellos:
- Cartón duro y productos de papel.
- Fibrocemento (tubos, depósitos, planchas onduladas, revestimientos…)
- Productos de amianto mezclado con betún.
- Material para pavimentos.
- Revestimientos y pinturas texturizadas.
- Masillas, sellantes.
- Tela asfáltica.
- Falsos techos.
- Hornos y calderas.
- Plásticos reforzados.
- Compuestos en enchufes de pared
- Zapatas de embragues y frenos.
- Ropa contra incendios.
- Materiales de aislamiento en trenes, barcos, industrias y edificios.
- Tostadoras, termos, telas para planchas y otros de usos domésticos.