Se trata del grupo de vertebrados más amenazado globalmente.

José Alberto Pereda, Ecologistas en Acción de León. Revista El Ecologista nº 81.

Ante nosotros está ocurriendo un fenómeno terrible y desconocido: los anfibios de todo el planeta sufren unas reducciones dramáticas de sus poblaciones. Tanto, que para algunos autores son un claro evento de extinción masiva. Solo podemos responder con acciones inmediatas, esfuerzos para ganar tiempo y fondos para entender y detener su declive. Quizá así también estaremos salvando nuestro propio futuro.

La crisis biológica que sufren los anfibios, es una tragedia que está ocurriendo ahora mismo, delante de nuestros ojos. Los batracios están bajo un peligro extremo, y su situación empeora año tras año, extinguiéndose a un ritmo mil veces más alto que las tasas naturales. Están desapareciendo incluso especies desconocidas o nuevas antes de ser catalogadas. Y lo que es más grave: los anfibios están sin defensas ni aliados en esta lucha final.

Cronológicamente, esta situación posiblemente empezase en los años 50 del siglo XX, con un declive relativamente rápido desde finales de los años 50 hasta finales de los 60. Pero es en los últimos 30-35 años cuando se evidencia un marcado declive, más lento pero continuado, que llega hasta nuestros días.

Ya en los años 80-90, sistematizados los protocolos y estándares de monitorización, se constató de forma alarmante la desaparición de los anfibios en general, incluso en áreas donde la influencia humana era menor, como los espacios protegidos y reservas, y además que estaba ocurriendo de forma rápida. Los científicos sospecharon de varios organismos patógenos, como una nueva enfermedad infecciosa causada por un hongo quítidro.

Dramático declive

En un magnífico estudio [1], en el que más de 500 científicos de 60 naciones contribuyeron a realizar una evaluación global de los anfibios, y en el que se analizó el estado de distribución territorial y conservación de las 5.743 especies conocidas, se constató que están sufriendo más que ningún otro grupo de organismos:
- Por lo menos 1.838 especies de anfibios conocidos en el mundo están en peligro de extinción, el 32% del total.
- El 43% de las poblaciones están en recesión y disminuyendo en población.
- Desde 1980, al menos 160 especies se han extinguido o no hay rastro de ellas. Otras 113 no han sido documentadas en estado salvaje en años recientes, por lo que también pueden estar ya extintas.
- Solo el 24% o menos de las poblaciones se encuentran estables y apenas el 1% está en crecimiento.
- Se desconoce o faltan datos suficientes para evaluar con precisión el estado de casi 1.300 especies, aunque muchas de ellas se teme que están muy amenazadas.

En comparación, el 12% de las aves y el 23% de los mamíferos están en peligro de extinción. La situación en España es similar a los países del hemisferio norte.

Causas de la regresión

Debido a que viven entre la tierra y el agua, los anfibios se ven afectados doblemente por las alteraciones y la degradación que sufren ambos medios. Más abajo relacionamos las amenazas más importantes, que sorprenden por su elevado número, su efecto combinado y su importante incidencia en un periodo de tiempo muy breve. Además, para su desgracia, los batracios parecen no tener ningún aliado en esta lucha por su supervivencia, pues el ser humano –responsable máximo de sus problemas– en el mejor de los casos solo les muestra indiferencia.

- Modificación de su hábitat por fragmentación y/o desaparición del mismo, lo que impacta en el 90% de las especies, como la desecación de las tierras húmedas, o erigir barreras que dificultan los desplazamientos reproductores anuales, incomunicando a las poblaciones. Además, el desarrollo urbano desmedido lleva aparejada la eliminación de masas de agua y zonas encharcables que muchas veces son los lugares apropiados para su reproducción. Sin olvidar la gran cantidad de muertes por atropello, debidas al tránsito rodado.

También destacan aquí los incendios forestales, la agricultura intensiva, la desaparición de riberas naturales y ribazos, o la desecación de charcas, humedales y áreas encharcadizas a causa de la sobreexplotación de los acuíferos.

- Contaminación, agropecuaria e urbana-industrial de aguas dulces, charcas y lagunas, que acumulan pesticidas (herbicidas e insecticidas), fertilizantes (nitratos y nitritos) o sufren el efecto de la lluvia ácida, haciendo que mueran súbitamente las larvas, se disminuya o se distorsione su desarrollo, aumente la incidencia de enfermedades infecciosas, etc. También tienen una negativa influencia muchos fitosanitarios e insecticidas de aplicación directa sobre especies de la cadena trófica de los anfibios.

- Aumento de la radiación ultravioleta (UV-B) que daña la piel de los adultos y afecta a la viabilidad y desarrollo de huevos y larvas.

- Cambios de temperatura y precipitación, que alteran los microclimas y afecta a sus patrones reproductivos.

- Experimentación animal y comercio con la decimación de las poblaciones, especialmente aquellas de coloración más llamativa. O la muerte directa producida por su ancestral mala fama. También se usan en rituales o en juegos donde son maltratados por humanos insensibles.

- Especies foráneas y exóticas introducidas en ambientes acuáticos para favorecer la pesca deportiva, como salmónidos, peces exóticos, cangrejos, galápagos, etc. y que en no pocas ocasiones representan un gran problema para los anfibios, pues favorecen la depredación excesiva de adultos, larvas y puestas, la competencia trófica con ellos y la transmisión de enfermedades.

- Enfermedades como las originadas por iridovirus, muy contagiosas y mortales, bacterias como Aeromonas hydrophila, que en grandes concentraciones provoca mortalidades en masa de adultos y larvas. Además, un enigmático microorganismo mesomicetozoatico ha sido señalado como causante de la muerte masiva de anfibios. Y entre los hongos destaca Saprolegnia, que causa gran mortandad de huevos y larvas, y el hongo quítrido (Batrachochytrium dendrobatidis), el más letal, generador de la enfermedad de la quitridiomicosis. Este hongo es el causante directo de buena parte de la disminución mundial de batracios y de la pérdida más espectacular de biodiversidad en vertebrados de la historia reciente. Su origen, parece apuntar a la rana Xeopus laevis (rana africana), que durante décadas se utilizó con dudosa fiabilidad para diagnosticar los embarazos de las mujeres.

- Pesca y captura (en España, sobre todo en la zona norte) ya sea como deporte o como alimento para consumir sus ancas. En otros países se capturan por supervivencia, provocando como consecuencia indirecta un excesivo desarrollo de mosquitos y plagas asociadas.

Iniciativas y posibles soluciones

Realmente son pocas, paliativas y a posteriori, las medidas que se están tomando para revertir esta negativa situación para las poblaciones de anfibios. Habría dos ámbitos en los que actuar, global e individual.

A nivel global: convocar cumbres y similares sobre la conservación, promovidas por académicos, gobiernos e instituciones con autoridades en la materia, que creen y coordinen planes globales de actuación teórico-prácticos, con el fin de proteger a las poblaciones de anfibios. La mayor prioridad y urgencia sería acometer mejoras en sus hábitat naturales, con la conformación de redes de espacios, la protección de masas de agua y paisajes terrestres asociados, gestionando los arroyos, charcas y ríos por la población local. En casos más extremos habría que actuar fuera de su hábitat (laboratorios, colonias, arcas de anfibios, etc.), donde es posible controlar amenazas tales como el hongo quítrido. Posteriormente se podrían liberar ejemplares totalmente sanos en sus áreas silvestres natutales. Sería primordial dotar de fondos y medios para promover una investigación acelerada sobre las enfermedades de los batracios para combatir esta ola de extinción.

También hace falta una mayor protección de las áreas naturales y de aquellos espacios donde desarrollan sus ciclos vitales, con regulaciones estrictas y punitivas para el comercio de anfibios. Es necesario excluir a los batracios de los listados de especies capturables o pescables en el ámbito estatal, por ley y de manera permanente. Además de su inclusión cuando sea necesario en los listados de especies amenazadas. Del mismo modo, son imprescindibles programas educativos para la mayor parte de la población, en los que se exponga el problema y se muestren las soluciones posibles con implicación de la población local.

Y finalmente nosotros, de forma individual o colectiva, podemos hacer muchas cosas bastante obvias, como: no comérnoslos y oponernos a que sean comidos; no contaminar aguas con residuos o productos químicos; no atropellarlos; no deteriorar sus hábitat, etc. También podemos llevar a cabo acciones de protección activa, tales como la creación de charcas para anfibios, poner señales para advertir a conductores, mantener humedales, poner en conocimiento de las autoridad las infracciones y desmanes que observemos, etc.

En definitiva, debemos hacer lo posible para que se tome conciencia del grave problema que supone el declive de las poblaciones de los anfibios, porque estos animales, además de per se, son importantes a muchos niveles. Desde el punto de vista agrario y forestal, son excelentes insecticidas naturales, que combaten las plagas; por sus complejos ciclos de vida y su piel sensible a las condiciones ambientales, sirven como indicadores de la salud ambiental y el grado de conservación de un determinado ecosistema, etc. Y ya desde un punto holístico, con sus cantos y llamadas equilibran nuestras frecuencias, elevan las vibraciones del ambiente, manteniendo saludables a los ecosistemas.

¿Seremos los responsables de la extinción de nuestros ancestros evolutivos?

Nos preguntamos entonces, ¿son los anfibios el primer grupo de vertebrados que sufre con más dramatismo las consecuencias de nuestra despreocupación por el deterioro ambiental? No hay que olvidar que ellos son nuestros ancestros más antiguos, pues el desarrollo de un anfibio resume todo un capítulo de la historia de la vida sobre la Tierra. Los batracios de la era primaria, los estegocéfalos, fueron los primeros tetrápodos, constituyendo el tronco basal del que han derivado todos los vertebrados terrestres.

Llegamos al final de esta triste crónica con un previsible desenlace, tan claro como terrible: los anfibios van camino de la extinción y los culpables somos nosotros, los humanos, que nunca hemos apreciado que ellos son unos verdaderos fósiles vivientes, pues sus ancestros vieron pasar a los primeros reptiles, asistieron y sobrevivieron a la extinción de los dinosaurios, vieron el despegue de las aves y el nacimiento de los mamíferos. Y el último mamífero en instalarse en el planeta, si no le ponemos remedio, acabara con los seres más antiguos, sin ninguna compasión y con cruel indiferencia.

Pero la moraleja de este gran drama cósmico es que los anfibios van por delante, pero no serán los únicos. El resto estamos en la cola.

La rana común (Pelophylax perezi)

No se conoce en detalle su situación actual en el Estado español, por falta de estudios suficientes. Pero además de los peligros a que se enfrenta junto al resto de los anfibios, la rana común es el único batracio autóctono explotado en ranicultura, y también sufre la captura directa de ejemplares en el medio natural para consumir sus ancas.

La Junta de Castilla y León, por ejemplo, la incluye en varias provincias –en su nociva y trasnochada Normativa Anual de Pesca– como especie objeto de pesca (en 2013 se permitían 24 ranas al día por pescador). Se adivinan objetivos de fomento de un turismo gastronómico y la venta de licencias, pero que acabaran con la rana común en extensas zonas.

Según la Asociación Herpetológica Española esta rana “debería ser incluida, al menos, en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial, por estar incluida en el anexo III del Convenio de Berna”.

[1] Stuart, S. N., J. S. Chanson, N. A. Cox, B. E. Young, A. S. L. Rodrigues, D. L. Fischman y R. W. Waller. 2004. “Status and trends of amphibian declines and extinctions worldwide”. Science 306:1783-1786.