Un informe publicado por Ecologistas en Acción explica la relación entre la contaminación de las fábricas de antibióticos en India y China y su efecto en la proliferación de las superbacterias.

Diana Delgado Jiménez. Redacción. Revista Ecologista nº 92.

En Tikkavanipalem, un pueblo de 400 familias situado en el Estado de Andhra Pradesh (sudeste de India), la gente muere de manera inexplicada. Las mujeres abortan más a menudo de lo normal y todos los niños presentan problemas estomacales. Los casos de ictericia, asma e incluso cáncer son habituales, hasta el punto de considerarse normales.

Todo el pueblo obtiene el agua de un pozo contaminado por un complejo industrial farmacéutico cercano. La depuradora que debería abastecerles lleva un tiempo rota. Y aunque funcionase, muy pocas familias podrían pagar el precio que cuesta el abastecimiento de agua tratada.

Esta situación no se da de manera aislada. En India, la industria farmacéutica y la contaminación se dan la mano. Este país es el cuarto productor mundial de medicamentos y cuenta con más de 20.000 plantas repartidas por todo el territorio. Da puestos de trabajo y quita vidas. Vende salud a los ricos y compra el bienestar a los pobres. Después, se exporta a Estados Unidos y Europa a veces por canales poco transparentes.

De todos los problemas que genera la contaminación incontrolada de las fábricas de medicamentos en India hay uno, la resistencia antimicrobiana, que afecta de forma directa a la salud y a la economía del mundo desarrollado. Los antibióticos residuales de las fábricas llegan al medio natural (ríos, lagos y cultivos) y favorecen la proliferación de superbacterias, que luego pasan con rapidez a los animales y a los seres humanos.

Tanto es así que se considera la tercera causa de resistencia a los antibióticos, junto al consumo excesivo de antibióticos en la medicina humana y su incontrolado uso en la cría animal. Así lo señala el informe Resistencia a los antibióticos: “Cómo la contaminación de las fábricas de medicamentos en India y China está disparando la aparición de las superbacterias” [1] publicado recientemente en España por Ecologistas en Acción y elaborado por la asociación británica Changing Markets.

Ilustración: Emma Gascó

La amenaza de las superbacterias

¿Pero qué son las superbacterias (o bacterias multirresistentes, como se conocen en los medios científicos y médicos) y por qué pueden expandirse tan rápidamente? Quizás con estos ejemplos quede un poco más claro: en el mes de enero de 2017, periódicos de todo el mundo publicaban la noticia de que una mujer del Estado de Nevada, en EE UU, había muerto por una infección resistente a 26 antibióticos distintos, todos los conocidos hasta la fecha. La superbacteria es una mutación de la Klebsiella pneumoniae (bacilo de Friedlande) y entró en el cuerpo de la mujer a través de una herida. La mujer había vivido en India dos años,y se cree que pudo infectarse allí tras romperse una pierna. En febrero de 2016, otras seis personas morían en Portugal por esta misma bacteria patógena, transmitida en la sala de operaciones de un hospital. En mayo de ese mismo año, una mujer ingresaba en un hospital de Estados Unidos por una infección de orina provocada por la bacteria Escherichia coli. No hubo antibiótico capaz de cortarle la infección, ni siquiera la colistina, un potente antibiótico raramente utilizado por su toxicidad. Al parecer, la bacteria tenía una mutación del gen mcr-1 que la hacía resistente, una mutación que apareció por primera vez en cerdos de China y que desde allí se fue expandiendo a todo el mundo.

Que algunas bacterias sobrevivan a los antibióticos es un fenómeno que se produce de forma natural y constituye un mecanismo de supervivencia por mutación. Sin embargo, el incremento en el consumo de antibióticos en la segunda mitad del siglo XX, momento en el que se hace masiva su comercialización, ha creado una presión selectiva muy fuerte sobre las bacterias resistentes, lo que provoca que vayan desapareciendo las cepas de bacterias más sensibles. Además, la alta frecuencia de los viajes internacionales y el sistema de transporte global son el vehículo que estas bacterias necesitaban para propagarse.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la comunidad científica están muy preocupadas, hablan incluso de una era postantibióticos no muy lejana en la que las personas morirán por una simple infección de orina. De momento, casi un millón de personas mueren cada año por infecciones que no responden a los antibióticos. La OMS estima que esta cifra puede alcanzar los diez millones a mediados de siglo, lo que superaría en muertes a las que actualmente se producen por cáncer.

#Aurobindo contamina

Existe una relación directa entre la resistencia a los antibióticos y su consumo, tanto humano como animal. Y España se encuentra por encima de la media europea en consumo de antibióticos en el medio hospitalario. Por eso las políticas que se han puesto en marcha para combatir a las superbacterias, tanto en nuestro país como en el resto de Europa, van encaminadas a promover una cultura de racionalización del uso de los antibióticos tanto en los humanos como en los animales. Sin embargo, no está teniéndose en cuenta la relación que existe entre la resistencia antimicrobiana y el impacto de las malas prácticas de producción en China e India, como si costase hablar de quiénes son los verdaderos responsables.

Volvamos a India. Casi 60.000 recién nacidos mueren al año en este país por bacterias resistentes a los antibióticos de primera línea. Por ejemplo, la Klebsiella pneumoniae, un patógeno que puede causar, entre otras enfermedades, neumonía, meningitis, infecciones de la sangre y del tracto urinario, aumentó su tasa de resistencia del 29 % en 2008 al 57 % en el año 2014. El gobierno indio ya ha declarado la región de Hyderabad (donde se concentra el mayor número de farmacéuticas del país) como «zona de contaminación crítica». Según el informe de Changing Markets, las concentraciones de antibióticos encontradas en los alrededores de la ciudad de Hyderabad y en el río que la atraviesa, el Musi, son 1.000 veces más altas que las concentraciones habituales encontradas en los ríos de los países desarrollados.

La batalla civil contra las farmacéuticas en India es larga y cruenta. Sin embargo, su gobierno es cada vez más permisivo con este sector y sigue una política de ‘apadrinamiento’ para su expansión, reduciendo incluso los mínimos legales de respeto medioambiental y de salud nacional. Los agricultores de la región llevan años denunciando los vertidos ilegales y algunas ONG locales están ayudando a los habitantes de los pueblos colindantes a llevar su caso a los tribunales. Son personas que no solo sufren problemas de salud sino que además han perdido su medio de vida al ver contaminadas sus tierras de cultivo y los ríos y lagos en los que pescan.

Una de las farmacéuticas indias más contaminantes es Aurobindo Pharma, que cuenta con 16 plantas de producción situadas fundamentalmente en la región de Hyderabad. La resistencia a los antibióticos encontrada en las inmediaciones de estas fábricas es alarmante. Los escándalos son frecuentes, y se ha acusado a la compañía de haberse apropiado por la fuerza de los terrenos en los que se sitúa una de sus fábricas, la Unidad VII. Esta unidad, además, recibió el año pasado una amonestación de la US Food and Drug Administration (agencia de EE UU para la regulación de alimentos, medicamentos cosméticos, etc) por «las irregularidades encontradas en sus procesos de producción». Aurobindo vende antibióticos en España gracias al polémico contrato por subasta que obtuvo con la Junta de Andalucía en el año 2014. Hace sólo unas semanas, el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad anunciaba la suspensión de los permisos de comercialización en España de nueve medicamentos de Aurobindo por recomendación de la Agencia Europea de Medicamentos. Según parece, la autoridad europea ha encontrado que Aurobindo no cumple con las exigencias necesarias para comercializar estos medicamentos en Europa [2].

En China, otro de los grandes productores de medicamentos, la situación no es mucho mejor. Allí, además de contaminar ríos y lagos de forma descontrolada, las empresas farmacéuticas utilizan sus residuos de antibióticos para fabricar fertilizantes, una práctica totalmente permitida por la normativa local. Las piscifactorías, grandes consumidoras de antibióticos, vierten directamente al agua sus residuos, ya que la mayoría carecen de potabilizadoras. En un estudio publicado en China en 2005 [3], se constató que ya en aquel entonces arrojaban más de 3.000 toneladas de antibióticos al año a los ríos. La situación no ha mejorado mucho desde entonces.

Falsas soluciones

El informe de Changing Markets al que hace referencia este artículo fue adaptado al público español por Serlinda Vigara, de Ecologistas en Acción. Vigara mandó una serie de cuestionarios anónimos a 20 entidades relacionadas con la sanidad española para conocer cuál era su percepción de esta problemática. En general, la comunidad médica y los medios de comunicación defienden que hay que investigar en nuevos antibióticos para acabar con las bacterias multirresistentes. Sin embargo, como señala Vigara: “Si no se introducen criterios medioambientales y de justicia social en los procesos de producción, esta solución seguirá siendo parte del problema”. Centrarse en el desarrollo de nuevos fármacos para solucionar el problema es cuestionable porque estos nuevos antibióticos serán mucho más caros e inaccesibles al 99 % de la población. Resulta sospechoso que las mismas farmacéuticas que están contribuyendo a que los antibióticos actuales no sirvan vayan a beneficiarse con la producción de los venideros.

Como se recomienda en el informe, los planes que se diseñen para combatir la resistencia antimicrobiana (el de España se llama Plan estratégico y de acción para reducir el riesgo de selección y diseminación de la resistencia a los antibióticos) deben incluir la dimensión medioambiental del problema. La Comisión Europea ya ha advertido del peligro que supone para la salud mundial la contaminación que producen estas industrias y se comprometió a presentar un Plan estratégico centrado en las farmacéuticas y el medio ambiente. Estaba previsto para 2015.

Las normativas sobre prácticas correctas de fabricación, deberían incluir criterios medioambientales y unos límites permitidos de concentración de antibióticos en el agua. Los organismos públicos deberían controlar la trazabilidad de los medicamentos de un punto a otro de la cadena de suministros y poner en una lista negra a aquellas farmacéuticas que son contaminantes. Por último, los autores del informe recomiendan a los sistemas de salud pública que no compren antibióticos a las empresas que contribuyen a expandir la amenaza de las superbacterias.

Notas

[2] Retirados del mercado 18 medicamentos tras una inspección en el laboratorio fabricante. (El País, 02.04.2017).

[3] En las granjas del apocalipsis antibiótico. (El Mundo, 16.01.2017).