Además de ser un espacio donde se mueve el dinero negro, es un sector donde se concentra la gente adinerada, con una ausencia total de autocrítica de las malas prácticas. Los cotos de caza no favorecen el desarrollo rural: un estudio de 2014 sobre los montes andaluces concluyó que la caza limita las posibilidades futuras de desarrollo rural.
Denunciamos que es una actividad que atenta con la conservación de la biodiversidad, tanto por la pérdida de especies protegidas como el lince ibérico, como por la introducción de especies invasoras y la utilización de vallados y otras infraestructuras. Además los cotos se han convertido en granjas de cría intensiva de especies como la perdiz roja, que provocan grandes cambios en la biodiversidad, y también fomentan la propagación de especies exóticas como la perdiz japonesa.
Avisamos que la caza no sirve para gestionar la fauna ni para controlar sobrepoblaciones. Es precisamente el ejercicio de la caza lo que muchas veces provoca la sobrepoblación excesiva de algunas especies, debido a las sueltas o a la alimentación suplementaria. También por los esfuerzos en cazar machos, que son los que mayores trofeos reportan, generando una “descompensación” en las especies.
Manifestamos que las actividades de caza acumulan denuncias por el corte de caminos públicos, cauces o vías pecuarias, permitir que la caza sea aprovechamiento preferente en montes públicos y espacios protegidos o al intento de sancionar posibles molestias involuntarias a las especies de caza.
Evidenciamos que las especies cinegéticas tampoco escapan a la tortura, como los zorros cazados por perros de madriguera, los jabalís con lanza, el tiro al pichón, etc. Asimismo, se considera a los perros y gatos abandonados objeto de captura por parte de cazadores mediante disparo o trampas, sin que se les aplique la ley de protección animal. Esta medida lleva a la muerte a miles de animales domésticos sin apenas control por parte de las administraciones.