El Oso en Pirineos. Juanma Hernández Agudo, miembro de Ekologistak Martxan, Iruñea. Artículo publicado en la revista El Ecologista nº 43, primavera 2005

Las poblaciones pineraicas de oso pardo son tan exiguas que para garantizar su viabilidad se hace necesaria la introducción de ejemplares de otros lugares.

La figura del oso está presente en muchos de los carnavales que se celebran en Euskal Herria, como en Ituren y Zubieta, donde el Zanpanzar o Joalduna conduce al Hartza (oso) que ataca al público. En Zuberoa el personaje del oso aparece en las mascaradas de carnaval. En otros casos no aparece el oso pero los movimientos de los dantzaris son claramente ursinos, como sucede con Ziripot, el personaje central del carnaval de Lantz, o con los zakuzaharrak de Lesaka.

Estas representaciones son ejemplos de la estrecha relación que han mantenido desde la antigüedad el hombre y el oso. En Europa, donde no hay simios, la figura del oso es la más parecida al hombre. Su capacidad para ponerse erguido, el ser plantígrado como el hombre, unido a su fuerza e inteligencia, le colocaron como líder entre los personajes mitológicos. Este estrecho vínculo ha llegado hasta nuestros días y está presente en numerosas leyendas y representaciones folklóricas como los carnavales.

Además, conviene recordar que hace dos siglos, el oso, aunque muy mermado en algunas zonas, todavía habitaba en la mayor parte de nuestro territorio. Tras siglos de feroz e implacable persecución sólo los osos del Pirineo y de la Cornisa Cantábrica han sobrevivido hasta nuestros días, pero en condiciones muy precarias.

Eslovenos en el este, cuatro machos en el oeste

La situación del oso en el Pirineo sólo cabe calificarla de alarmante. La población del mayor mamífero de estas montañas está dividida en dos zonas. La población oriental proviene de una introducción efectuada por el gobierno francés en 1996, dos hembras y un macho procedentes de Eslovenia. Tras nueve años, actualmente viven entre 10 y 12 individuos principalmente a caballo entre el Pirineo catalán y el valle francés del Garona. Por lo tanto, aunque es pronto para sacar conclusiones, cabe considerar esta introducción como exitosa lo que evidencia que han encontrado las condiciones y el hábitat propicios para vivir.

Sin embargo, en la parte occidental, la situación es bien distinta. Así, entre los valles de Biarno, Anso-Hecho y Roncal vive la segunda de las poblaciones de oso. En esta zona, además de la cría de Canelle (huérfano desde que unos cazadores acabasen con su madre en noviembre de 2004) y un oso de procedencia eslovena, sobreviven los dos últimos osos adultos autóctonos del Pirineo. Los cuatro son machos y, por tanto, sin posibilidad de aparearse al no haber hembras en la zona, ya que Canelle era la última. Es claro que si no actuamos rápidamente el fin de la población será una realidad a muy corto plazo.

Uno de los dos osos autóctonos es Camille, muy conocido porque estos últimos años ha elegido el valle de Roncal para vivir, al encontrar aquí el hábitat y condiciones adecuadas. Con 21 años Camille es un oso viejo y, como es ley de vida, dentro de poco la muerte se lo llevará para siempre y con él al 50% de la población autóctona. Tal vez tras su muerte sea disecado para mostrar a los escolares navarros al último oso que habitó esta comunidad.

Los ecologistas preferimos pensar en la posibilidad de mantener esta especie viva y para ello no nos resignamos a esperar su extinción. En Aragón confirmaron la desaparición del bucardo (cabra montés del Pirineo) cuando encontraron al último ejemplar muerto, aplastado por un árbol. Triste final para una especie y más triste si cabe si no somos capaces de aprender de estos errores.

Hasta ahora la política del Gobierno de Navarra en cuanto al oso se ha limitado a conservar su hábitat. La puesta en marcha de una serie de medidas para prevenir los ataques y para indemnizar por los daños que ocasiona el plantígrado al ganado ha servido para calmar a los ganaderos y, de paso, para hacer más tranquila la existencia del oso. Sin embargo, aun siendo necesarias estas medidas, no son suficientes. Si realmente queremos tener osos hay que dar un paso más hacia su conservación. A las eficaces medidas hasta ahora aplicadas es necesario añadir la introducción de nuevos individuos para reforzar la exigua población actual. Si no es posible traerlos de la Cordillera Cantábrica –al parecer el futuro de estas poblaciones no está todavía asegurado– tendrá que ser de Eslovenia, donde el código genético de sus osos es muy similar al de los pirenaicos.

Este tipo de introducciones, que persiguen la conservación de especies autóctonas en peligro de extinción, a menudo se han demostrado beneficiosas. Sin ir más lejos, en Navarra los magníficos ciervos de Quinto Real o Irati proceden de sueltas realizadas por la Diputación en la década de los 50 con ejemplares traídos de Andalucía. De igual manera también nosotros, con poblaciones saludables de rapaces como el buitre leonado y el milano real, exportamos ejemplares a otros lugares como Gran Bretaña para reforzar sus mermadas poblaciones.

Colaboración necesaria

Entre tanto, el ministro francés de Ecología ha movido ficha. Ha decidido introducir en 2005 cinco hembras y en los próximos dos años (dependiendo de su evolución) otros diez osos hasta conseguir el mínimo poblacional que pueda garantizar la viabilidad de la población. Esta decisión no ha sentado nada bien al consejero de Medio Ambiente del Gobierno de Navarra, Sr. Burguete. Lejos de respaldar este importante paso a favor del oso, ha reaccionado transmitiendo dudas, sorpresa y contrariedad (según él por no habérsele avisado a la hora de tomar esta decisión). Entiende que esta decisión, además de tener graves repercusiones económicas para Navarra, va en contra de los intereses de los navarros.

Desde luego, este tipo de declaraciones, además de su falsedad, no encajan precisamente con la función que debe desempeñar un responsable de medio ambiente. Al contrario, en lugar de avivar temores infundados hacia el oso debería de ganarse la confianza de vecinos y ganaderos para que las introducciones que realice el Gobierno francés, y en la que nos gustaría se implicase el Gobierno español y el navarro, obtengan la cobertura necesaria para favorecer su éxito.

Consideramos que no es momento de escudarse en excusas económicas para disimular la falta de coraje para defender al oso pardo. Su angustiosa situación requiere de una serie de medidas urgentes que pasan en primer lugar por colaborar e implicarse en la introducción, tal y como han decidido en Francia. En esta decisiva misión tanto el Gobierno francés como el español deben trabajar conjuntamente con las diferentes administraciones del Pirineo, incluida la navarra. Sólo así conseguiremos salvar esta joya de nuestra fauna.