Durante años, los grupos de presión, comunicación y pseudociencia ligados a las grandes empresas que se benefician del actual modelo energético, han pugnado por ocultar la dimensión del problema del cambio climático. A la vez, tachaban de extremistas a los ecologistas que defendían lo que ahora todo el mundo parece empezar a admitir. En el artículo se da un irónico repaso a la labor de estos grupos.

Una de malos

Imaginen esta escena: un tipo con pinta de buena persona descuelga el auricular de uno de esos grandes teléfonos negros de antes, y va palideciendo a medida que escucha la voz cascada del otro lado del hilo: “Oye, amigo, al jefe no le ha gustado tu último artículo… ¿Tú no querrás que el jefe se enfade, verdad? Seguro que esto es sólo un malentendido y realmente no pretendías decir: ‘es absolutamente urgente reducir las emisiones de CO2…» El jefe está dispuesto a pasar por alto este error pero, en adelante, te olvidas de ese feo asunto del CO2 y vuelves a tus investigaciones sobre el hollín, que eso sí es un peligro para el clima… Bueno, Jimmy, que no haya que decírtelo dos veces, que al jefe le pone muy nervioso repetirse. Cuídate…”

¿A qué les recuerda esto? ¡Bingo! Efectivamente, el 29 de enero de 2006, el New York Times publicaba esta curiosa noticia: uno de los principales expertos en cambio climático, vinculado a la NASA, denunciaba los intentos de censura de sus superiores de sus escritos e intervenciones públicas sobre el tema [1].

El Doctor James Hansen, investigador del Goddard Institute, ha estado recibiendo advertencias de diversos responsables de la Agencia Espacial acerca de las “graves consecuencias” que podría tener su obstinación en la necesidad urgente de limitar las emisiones de CO2, opinión que no cuenta con las simpatías del Gobierno Bush. Su indignación, además, procede de que las recomendaciones han llegado sólo a través de llamadas telefónicas, que no dejan rastro. Según Hansen, “la comunicación con el publico parece ser esencial porque la preocupación del público es probablemente la única cosa capaz de vencer a los intereses que han introducido confusión en el asunto”.

Coincidirán conmigo en que este, más bien gris, tema del cambio climático está produciendo, sin embargo, apasionantes movimientos en ciertos sectores de la economía, el poder político, la ciencia e incluso la literatura, dignos de una gran producción de Hollywood de cine negro.

De toda la vida, el culpable es el mayordomo

Miren, si no, qué historia surge detrás de la siguiente cortina de humo. Resulta que, después de tantos años culpabilizando a los países desarrollados –y Estados Unidos a la cabeza– del presunto cambio climático, ocurre que ciertas investigaciones auspiciadas por la NASA –y dirigidas, por cierto, por el propio Hansen, ahora silenciado–, apuntarían, si se interpretan de la forma adecuada, a los pobres como los malos ocultos de este crimen contra el clima [2].

Según dichas investigaciones, el hollín del humo de los millones de fuegos para cocina de los países del sur de Asia tiene un impacto muy significativo en el aumento de las temperaturas del Ártico (zona donde se está registrando el doble de velocidad de calentamiento que en el resto del planeta).

Aunque el fenómeno se asocia a la contaminación por CO2 y otros gases de efecto invernadero, la parte verdaderamente reveladora es, por supuesto, la referida a la incidencia del hollín, ya que, para sorpresa de los científicos de la NASA –y alivio de ciertos gobernantes–, sólo un tercio de este hollín procede de los países industrializados de Europa, Norte América y la antigua Unión Soviética; otro tercio procedería de los incendios forestales en todo el mundo… y el último tercio –el interesante– de la India. Mira por dónde, es éste último el peor, dado que las particulares condiciones meteorológicas de esta zona lo elevan a la atmósfera para ser transportado hasta el Polo Norte, mientras que la contaminación producida en los países industrializados del hemisferio norte permanece más próxima al suelo.

“Ya antes se sabía que el fuego para cocinar de los pobres es uno de los mayores riesgos ambientales en el mundo, ya que emite una mezcla de químicos, en el humo procedente del estiércol o madera ardiendo, que mata a 2,2 millones de personas al año, sobre todo a las mujeres que cocinan y a sus hijos” [3], pero hay que reconocer que esta nueva perspectiva del problema lo hace mucho más sugerente pues ayuda a identificar un objetivo muy conveniente a acometer en la lucha contra el cambio climático (en caso de que éste exista, claro).

Toda buena historia tiene su traidor

Por cierto, ¿qué pasó con Hansen, que iba tan bien encaminado en sus investigaciones y, de repente, se lanza a decir inconveniencias y a morder la mano que le alimenta? Si el mismísimo Vicepresidente Dick Cheney le había recibido en un par de ocasiones, interesándose vivamente por sus trabajos… los referidos al hollín, obviamente.

Bueno pues, ya en octubre de 2004, Hansen se desahogaba de este modo en una conferencia en la Universidad de Iowa: “En mis más de tres décadas en el gobierno (recuérdese que trabaja en la NASA), jamás he visto nada parecido al nivel de revisión y control al que se somete ahora a la información que los científicos trasladan al público” [4]. Añadía, además, que la administración Bush sólo aceptaba los resultados científicos que apuntalaran ciertas posiciones predeterminadas [5] y reprimía las evidencias científicas de los peligros del cambio climático en un esfuerzo por mantener al público desinformado.

Ante una acusación de este estilo, reforzada ahora por las nuevas denuncias del científico, una puede pensar dos cosas: que el hombre está hasta los bigotes de que manipulen y utilicen torticeramente el fruto de sus trabajos, aireando los famosos hollines y metiendo bajo la alfombra el CO2, o bien que se ha vendido como un perro traidor a una confabulación ecomasónica, que le habrá compensado sus servicios con un todo-terreno eléctrico y unas vacaciones en unas islas del Pacífico, antes de que se las traguen las aguas.

El agudo investigador privado

No me negarán que esta última alternativa tiene mayor tensión dramática, más glamour y cuenta con muchas más posibilidades de interesar al público. Y, si no, que se lo digan a ese gran cuentista contemporáneo y mucho más grande vendedor de tochos, que es el inefable Michael Crichton [6].

Este buen hombre ha dedicado nada menos que tres años de su valioso tiempo a realizar una “concienzuda investigación” de la cual extrajo varias fantásticas conclusiones que vuelca, dándole un aire divulgativo, claro, en su último superventas Estado de miedo [7]. A continuación, un resumen de la trama: el cambio climático es básicamente un camelo, urdido por un grupúsculo de ecologistas enloquecidos y malísimos que, aliados con los fabricantes de vehículos híbridos (gasolina-electricidad), planean dedicarse al ecoterrorismo salvaje, con proyectos tan alucinantes como hacer estallar una capa de hielo antártico, provocar una inundación o liar un tsunami de narices. ¡Ah, por cierto! la tercera pata de esta trilateral maligna la compone una horda de científicos vendidos que se dedican a sacarse de la manga datos absurdos sobre la conexión entre el aumento de las emisiones de CO2 en nuestro planeta y el supuesto calentamiento global [8].

Y es que… donde esté un buen detective privado, desinteresado, independiente y ajeno a toda influencia… que se quite Scotland Yard. Como bien dice el mismo Crichton: “Todos tienen presión ideológica. Excepto yo” [9]. El hecho de que el senador republicano estadounidense que preside el Comité de Medio Ambiente y Obras Públicas haya recomendado el libro a sus colegas en pleno hemiciclo, que la prensa conservadora le felicite con entusiasmo en sus columnas de opinión o que el prestigioso American Enterprise Institute (una de las instituciones que promueve el escepticismo contra las tesis del cambio climático) le sugiriese a Crichton la idea fundamental para el libro, son anécdotas menores que sólo los malpensados tratarían de aprovechar.

La mano negra o el lobby feroz

Pero siempre hay quien se dedica a malmeter. Por ejemplo, seguramente ya ha llegado a sus oídos esa reeditada teoría de la mano negra o del lobby, que estaría detrás de la difusión de los postulados escépticos acerca del cambio climático, o sea la teoría de Crichton pero al revés. De hecho, se puede encontrar en Internet toda una serie de páginas web dedicadas a destapar las curiosas conexiones entre instituciones, científicos y poderes económicos con el interés común de negar cualquier evidencia que apunte hacia la relación entre la emisión de gases y las alteraciones climáticas.

Según estas informaciones, la gran mano negra detrás de esa especie de conjura de los sucios es la empresa ExxonMobil, la mayor compañía petrolera mundial: “a pesar del amplio consenso científico internacional y de las afirmaciones en contrario de otras empresas petroleras, ExxonMobil continúa negando el efecto humano sobre el clima” [10]. Es más, afirman que la empresa no se limita a negar sino que, además, financia generosamente a un número importante de organizaciones dedicadas a debilitar la corriente científica dominante sobre el calentamiento global. Greenpeace ha identificado a decenas de ellas y las pone en relación con los otros protagonistas de la red de clima-escépticos en un impactante gráfico-telaraña [11], cuya elaboración supone un trabajo de investigación encomiable o bien una imaginación tan fértil como la de Agatha Christie. ¡Horror, qué lío! Una no sabe con qué carta quedarse porque… ¿qué interés podría tener ExxonMobil en ocultar los problemas derivados del consumo de petróleo?

Entre las organizaciones financiadas destaca el Competitive Enterprise Institute (CEI), que se presenta a sí mismo como un “líder en la lucha contra el alarmismo del calentamiento global” o el American Legislative Exchange Council (ALEC), que promueve “los principios del mercado libre, el gobierno limitado, el federalismo y la libertad individual entre los legisladores de América”. Muchos de estos centros, institutos y comités están a su vez asociados a Cooler Heads Coalition –la Coalición de las Cabezas Frías–, un nombre muy apropiado para el ardiente debate sobre el calentamiento global.

Eco Attacks!

Si la curiosidad les pica, pueden husmear en las biografías de muchas de estas cabezas frías, y comprobarán que la mayoría de ellas pertenecen a probos ciudadanos de formación económica y política y de adscripción liberal, con una fobia común: “el ecologismo alarmista aliado con gobiernos controladores”. Y es que, en el fondo de este debate climático, hay algo sagrado en juego: ¡la LIBERTAD! Y nadie mejor para explicarnos hasta qué punto es ésta la verdadera amenaza que nos acecha, que un campeón del liberalismo, un defensor a ultranza del capitalismo no intervencionista, el prestigioso pensador, profesor de Economía en la Universidad de Pepperdine, Malibú (California), George Reisman [12]:

“Actualmente, la afirmación principal de los ecologistas es la del ‘calentamiento global'. […] cuando nos referimos a la energía atómica, el movimiento ecologista no quiere jugar con la posibilidad de que los niños no nacidos de las próximas cincuenta generaciones puedan verse expuestos a radiación dañina. Pero a partir de una previsión del tiempo, desea destrozar el sistema económico del mundo moderno, abandonar literalmente la civilización industrial. […]

“Lo que significa esta bobada es que la civilización industrial va a destruirse porque debe hacerse para evitar que haga mal tiempo. […]

“En respuesta a esta tontería, debe indicarse que incluso si el calentamiento global resultara ser un hecho, los ciudadanos libres de una civilización industrial no tendrían graves dificultades en afrontarlo –por supuesto, siempre que su capacidad de uso de energía no se vea limitado por el movimiento ecologista y los controles gubernamentales. […] sin duda no sería un problema demasiado grande a resolver para decenas y cientos de millones de individuos libres y racionales viviendo bajo el capitalismo. Se resolvería al decidir cada individuo la mejor manera de afrontar los aspectos particulares del calentamiento global que le afectaran. […] Lo esencial que necesitan es la libertad de servir a sus propios intereses comprando terrenos y trasladando sus negocios a las áreas que resultaran relativamente más atractivas y la libertad de libertad de buscar empleo y comprar o alquilar viviendas en esas áreas” [13].

Parece de una lógica aplastante, ¿no? Aunque lo mejor son las soluciones, de una sencillez devastadora, para el caso (ficticio, por supuesto) de que el teórico desastre llegara finalmente:

“Esto no supone negar que pueda haber serios problemas de ajuste si el calentamiento global de verdad ocurre. Pero si lo fuera, tendría soluciones perfectamente operativas. El caso más extremo podría ser el de los nativos de las Islas Maldivas, en el Océano Índico, cuyas tierras podrían desaparecer bajo el agua. La población de las Islas Maldivas es inferior a doscientas mil personas. […] Sin duda, en un plazo de décadas, la posibilidad de trasladarlos cómodamente podría organizarse para la gente de las Maldivas. […]

“Incluso ante la perspectiva de la destrucción de buena parte de Holanda, si no puede evitarse mediante la construcción de mayores presas, podría gestionarse con el sencillo método de que el resto de Europa y Estados Unidos y Canadá, extiendan la libertad de emigración a los ciudadanos holandeses. Si se hiciera, en un plazo de tiempo relativamente corto las pérdidas económicas sufridas como consecuencia de la destrucción física de Holanda apenas se notarían y menos aún por la mayor parte de los antiguos holandeses.

“Para los países pobres y densamente poblados con zonas bajas de litoral, como Bangladesh y Egipto, la solución evidente para ellos sería barrer toda corrupción gubernamental y las correspondientes leyes y aduanas irracionales que dificultan la posibilidad de inversiones extranjeras a gran escala y por tanto la industrialización. […] Si lo hacen, la pérdida física de una parte de su territorio no implicará la muerte de nadie y además su nivel de vida mejoraría rápidamente. Si rechazan hacerlo, no podría acusarse de su sufrimiento a nadie más que a su propia irracionalidad. La amenaza del calentamiento global, si es que existe, les impulsaría a tomar ahora las medidas que deberían haber tomado hace mucho tiempo [14].

“De hecho, probablemente resultara que, si se permitiera hacer los ajustes necesarios, el calentamiento global, si se produjera de verdad, acabaría siendo altamente beneficioso para la humanidad en su balance neto” [15].

No hay como el optimismo de una mente lúcida para destruir con un rayo de luz las tinieblas de los ecolo-cenizos.

Ceremonia de la confusión… made in Spain

Pero no hay que irse tan lejos para encontrar sólidas opiniones en esta línea de defensa de la libertad y resistencia al dramatismo. Apostemos por la cuota nacional, y asomémonos a las aportaciones culturales patrias. Concretamente, bajo el más bien insípido nombre de Instituto Juan de Mariana, se descubre una de esas fabulosas minas que merece la pena conocer. Se trata de una “institución independiente dedicada a la investigación de los asuntos públicos”, que pretende “convertirse en un punto de referencia en el debate de las ideas y de las políticas públicas con la vista puesta en una sociedad libre” y “para conseguirlo nos proponemos estudiar y difundir la naturaleza del mercado” [16].

Y, a continuación, dos perlas extraídas de ese cofre de pensamiento referencial:

“Tanto en el caso del DDT como en el del calentamiento global o en el de tantos y tantos negocios del miedo en los que a menudo participamos debido al calculado bombardeo publicitario al que somos sometidos, el fraude suele funcionar de la siguiente manera. Primero tiene lugar la invención o magnificación de un miedo. A continuación se diseña una estrategia para la producción de noticias pavorosas. El lobby o grupo de presión –con frecuencia más verdes que las sandías– tratan de aprovechar la alarma social que ellos mismos han creado para lograr la concesión de privilegios particulares por parte del Estado a costa del resto de la sociedad” [17].

Y la otra:

“George Bush, quizás en un gesto de deferencia con Zapatero [18], ha dicho esta semana una bobada solemne. Ha declarado que su país es ‘adicto al petróleo', por lo que ha propuesto una Iniciativa Energética Avanzada con ideas tan peregrinas como reducir en un 75% el petróleo procedente de Oriente Medio o apostar por las energías renovables como sustitutas del oro negro. […]

“Hablar de la adicción al petróleo es una tontería. Ese país, como el nuestro, consume petróleo porque es una forma barata de producir la energía que sustenta una actividad social y económica florecientes. La conveniencia en el consumo de petróleo se basa en algo real: lo que nos da a cambio de lo que nos cuesta. Y es un buen negocio. Renunciar a algo que nos hace mucho bien es perfectamente absurdo” [19].

Aterriza como puedas…

No sé a ustedes, pero a mí se me ha quedado una sensación revuelta después de este recorrido por los tiras y aflojas del debate climático. No sé si ahorrar energía o irme a tomar un café a Londres con el easyjet… Creo que sufro una sobreexposición a George Reisman y un atracón de incertidumbre liberalista.

Pero lo más curioso es que no puedo sacar de mi cabeza la vieja frase –retocada– del depresivo Hamlet: algo huele mal… y no sólo en Dinamarca.

María Sintes, educadora ambiental. Este artículo ha sido previamente publicado en Ciclos, revista de educación ambiental nº 18 (julio 2006). El Ecologista nº 52

Notas

[1] La noticia se encuentra, traducida al español, en: www.astroseti.org/vernew.php?codigo=1886&barra=off

[5] “Un ejemplo de esto puede ser el de Indur M. Goklany, asistente de dirección de política científica y tecnológica en la oficina política del Departamento de Interior. Durante años, el Dr. Goklany, ingeniero eléctrico con experiencia, ha escrito en documentos y trabajos que sería mejor no forzar los recortes de los gases invernaderos, ya que la prosperidad asociada a la actividad económica permitiría que los países explotasen los beneficios del calentamiento y se adaptasen a los problemas” www.astroseti.org/vernew.php?codigo=1886&barra=off

[6] Autor de gran éxito comercial, ha escrito, entre otras obras: Jurassic Park, El mundo perdido o Twister.

[7] Ver el interesante artículo “Estado de miedo. Cómo banalizar la amenaza del cambio climático” en: www.terra.org/articulos/art01346.html

[8] Glick, Daniel. Cambio climático: ¿mito o realidad? Integral nº 309, 2005. www.larevistaintegral.com/articulo.jsp?id=444869&url_back=anteriores.jsp%3Furl_back%3Dindex.jsp

[9] Lo dijo, por cierto, en una conferencia-presentación de su libro en CosmoCaixa Barcelona, lo cual es un buen ejemplo de la llamativa acogida que las alucinantes fantasías de Crichton están recibiendo en ámbitos de divulgación científica. Él mismo se ha defendido de las acusaciones de emplear datos científicos dudosos con un “soy sólo un novelista”.

[10] En la web www.exxposeexxon.com se ofrece un interesante informe, de julio de 2005, sobre ExxonMobil con el título: “More drilling, more global warming, more oil dependence” (“Más perforaciones, más calentamiento global, más dependencia del petróleo”).

[11] Ver en la página de Greenpeace: www.exxonsecrets.org

[12] Ver una primera aproximación al personaje en: http://en.wikipedia.org/wiki/George_Reisman, aunque merece la pena un contacto más profundo con su pensamiento a través de una ojeada a su magna obra: Capitalism: a Treatise on Economics, que se encuentra traducida en la web: http://www.liberalismo.org/articulo/293/29/31/

[13] Extraído del capítulo “El asalto ecologista al progreso económico” de la obra mencionada: www.liberalismo.org/articulo/293/29/43/

[14] ¡Que se mueran los feos! (Nota de la Autora)

[15] Si después de leer todo esto, piensa que es una broma o uno de los habituales apócrifos de Internet, aconsejo que contraste con el original en inglés, que se encuentra disponible en: www.capitalism.net/Capitalism/CAPITALISM%20Internet.pdf

[16] La página de dicha institución: www.juandemariana.org

[17] El artículo completo, con el título “El negocio del miedo”, de Gabriel Calzada, en: www.juandemariana.org/articulo/98/

[18] ¡Finalmente salió ZP! Si es que está en todas las salsas…

[19] El artículo, con el título “La adicción al petróleo” de José Carlos Rodríguez, en: www.juandemariana.org/articulo/483/