La madera es un magnífico material para una gran cantidad de usos, que se puede producir sin apenas impacto ambiental. Sin embargo, mucha de la madera disponible en los mercados ha sido producida de forma que degrada la naturaleza y con fortísimos problemas sociales asociados. Para distinguir la buena madera de la que no lo es, Greenpeace ha publicado una guía que ayuda a discernir entre una y otra.

Miguel Ángel Soto, Greenpeace España [1]. El Ecologista nº 58

La madera es mucho más que un material cálido y hermoso. Es un recurso natural, se fabrica con energía solar (la fotosíntesis), puede ser reutilizada y reciclada. Su producción y eliminación no contaminan.

Las características físicas y mecánicas de la madera la convierten en el mejor material para una gran cantidad de usos como construcción, carpintería, fabricación de muebles, aislamiento, etc. Y, muy importante, cuando la madera procede de un bosque bien gestionado es mucho más eficiente y ecológica que otros materiales cuyo proceso de fabricación y eliminación consume mucha energía y es contaminante, como el cemento, el aluminio o el PVC.

Utilizar madera puede ser una buena forma de conservar los bosques y proteger el medio ambiente. Cuando se gestionan los bosques de manera responsable se promueve la mejora de los hábitat valiosos para especies de flora y fauna, se respetan los derechos indígenas y sus tierras y se mantienen los servicios que los bosques nos regalan: agua, aire limpio, paisaje, recreo, tradiciones culturales y religiosas, etc.

Casi el 20% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero proceden de la deforestación y la degradación forestal. Por esto elegir la buena madera significa colaborar con una gestión de los bosques que permita que éstos sigan manteniendo su función de fijar CO2, el principal de los gases de efecto invernadero responsables del cambio climático.

El problema surge cuando las características y productividad de nuestros bosques ibéricos no permiten suplir la demanda interna de madera y productos derivados, obligando a importar madera de otras regiones del planeta. El balance de madera en el Estado español en el año 2005 cifra el consumo aparente en 32,6 millones de m3 de madera en rollo equivalente, de los cuáles sólo 15 millones procedían de la producción interna. Si sólo tenemos en cuenta la madera destinada a sierra y chapas el mercado interno consume casi 13 millones de m3 de madera en rollo equivalente, pero los montes españoles sólo aportan 5,3 millones a esta cantidad, menos de la mitad.

Desde este planteamiento, Greenpeace ha publicado la Guía de la Buena Madera, un folleto desplegable que pretende orientar a arquitectos, decoradores, interioristas, responsables de compras, empresas constructoras y, también, consumidores, para que contribuyan al buen uso de los bosques a través del consumo de madera.

Reducir el uso de madera

¿Qué consejos y herramientas ofrece esta guía? La primera llamada es siempre a la reducción del consumo superfluo y la autocontención: muebles de segunda mano, madera de derribo, reutilización, reciclaje, etc. Después, defendemos que consumir madera local es siempre una muy buena opción. Consumiendo maderas producidas cerca de nuestra zona estamos evitando los efectos que el exceso de transporte tiene sobre el clima. Estaremos también promoviendo el desarrollo económico en el medio rural y favoreciendo la rentabilidad de la explotación forestal.

También, recomendamos la madera imperfecta ya que la madera de un mismo árbol no es toda igual, presenta nudos, veteados, cambios de color entre el duramen y la albura, etc. El requerimiento de piezas de madera sin imperfecciones es irracional y supone una complicación y gasto añadido en la explotación forestal y el procesamiento de madera.

Es necesario huir de las modas. Si lo que se busca es un color, la madera se puede teñir. También, los avances tecnológicos permiten que hoy en día se pueda mejorar el comportamiento de la madera ante el ataque de hongos, insectos, agentes atmosféricos, etc. Es lo que se conoce como madera tratada.

Además de estos consejos generales, la guía informa sobre algo más de 30 especies muy comunes en el mercado español y las agrupa en cuatro grupos según los diferentes riesgos que se derivan de su grado de amenaza, de la región del planeta de donde proceden, de la existencia o no de problemas en sus bosques, etc.

Pese al debate actual y las dudas en torno a la certificación forestal, es importante destacar el papel que todavía juega la certificación forestal FSC a la hora de asegurar que la madera procede de bosques bien gestionados, por lo que la guía identifica la disponibilidad en el mercado de las diferentes especies con sello FSC, así como las alternativas propuestas en caso contrario.

No es lo mismo

También mencionamos aquellas especies incluidas en el Convenio sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (CITES), mecanismo que regula el comercio de especies amenazadas y preserva su conservación mediante el control de su comercio. Las especies protegidas se encuentran recogidas en tres apéndices, I, II, III, de mayor a menor peligro de extinción.

También, es importante considerar cuáles son las especies incluidas en la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). En este listado, las especies se clasifican en orden creciente de amenaza: vulnerable, en peligro y en peligro crítico.

Según los criterios anteriormente expuestos, se clasifica la madera en:

  • Maderas recomendadas: En esta sección se recogen el corcho y las maderas recicladas, además de las maderas y productos con el sello FSC. Estas opciones son sin duda las más ecológicas.
  • Maderas aceptables: este apartado incluye las especies con menor riesgo de proceder de zonas afectadas por malas prácticas forestales, talas ilegales o destrucción de bosques primarios, aunque se señalan los riesgos de determinadas procedencias. También incluye materiales como el bambú, que pueden ser sustitutos de la madera para algunos usos.
  • Maderas problemáticas: Las especies de maderas incluidas en esta sección son problemáticas debido a que existe un mayor riesgo de proceder de malas prácticas forestales o destrucción ambiental. Incluye las maderas procedentes de plantaciones intensivas que se gestionan de manera agresiva con el medio ambiente y provocan problemas sociales en algunas zonas del planeta.
  • Maderas de alto riesgo: Incluye en primer lugar las especies contempladas en la lista roja de la IUCN y en CITES; en segundo lugar, la madera de conflicto; y, finalmente, las que proceden de zonas de bosques primarios y donde las talas ilegales y las prácticas destructivas son muy frecuentes.

La buena madera versus madera ilegal

Las talas ilegales constituyen un grave problema que tiene repercusiones económicas, sociales y ambientales en los países productores de madera, repercusiones que minan los esfuerzos de los gobiernos por alcanzar una buena gestión de los recursos naturales. La presencia de madera ilegal en el mercado desincentiva también a aquellos países, propietarios o empresas que han decidido invertir en gestión sostenible de los recursos forestales y no se ven recompensados por el mercado con un mejor precio debido a una oferta excesiva de madera barata.

Se considera ilegal a aquella madera que ha sido talada, transportada, vendida o comprada incumpliendo la legalidad, siendo frecuente la secuencia de actos contra diversas disposiciones legales, en contextos de falta de organismos de control de la actividad agrícola o forestal, corrupción, ocupación de tierras, invasión de territorios indígenas, falta de capacitación forestal, etc.

Pero, y esto es importante, los permisos de embarque en los países de origen y de desembarco de la madera en los puertos europeos están en regla. Este argumento le sirve al sector de la madera español para afirmar que su madera está limpia, cuando en realidad procede en muchos casos de contextos de ilegalidad absoluta y violación de los derechos humanos.

Resulta equivocada la idea de que este problema afecta únicamente a los países tropicales. Rusia, República Checa, Rumanía, Georgia o Letonia, por poner algunos ejemplos, se ven también afectados. Además, el problema salpica a países occidentales como Suecia o Finlandia, cuyas empresas multinacionales están implicadas en la tala ilegal.

La llamada madera de guerra representa un caso extremo en este problema. La organización Global Witness define la madera de guerra como aquella que “ha sido utilizada en algún punto de su cadena de custodia por grupos armados, por facciones rebeldes, soldados regulares o de la administración civil, con el objeto de perpetuar un conflicto o beneficiarse en provecho propio de las situaciones de conflicto”.

Notas

[1] La guía se puede solicitar gratuitamente a la dirección: labuenamadera@greenpeace.es