Esther Fresno, Ecologistas en Acción de Las Palmas G.C.

A lo largo de la historia el hombre ha estado siempre vinculado a la tierra. Pero con la implantación de la agricultura y ganadería industrial y el comercio a escala global de los productos alimentarios, la mayor parte de la población rural se ha ido desplazando progresivamente a las urbes para dedicarse a otro tipo de actividades.

Concretamente en Canarias hemos pasado de ser una población mayoritariamente rural, donde la actividad principal era la agricultura y la ganadería, a una población urbana cuyas actividades principales han girado en torno al comercio, la construcción y los servicios. En la actualidad el nivel de dependencia alimentaria del exterior gira en torno al 90 %, estando muy lejos del 50 % de autoabastecimiento que fija la FAO para ser un territorio con cierta seguridad alimentaria. En los últimos sesenta años la población canaria se ha multiplicado por tres mientras que la superficie de tierras cultivadas se ha divido por esta misma cifra.

La consecuencia más directa del abandono del mundo rural no es sólo la pérdida de nuestra soberanía alimentaria, entendiendo ésta como la capacidad para producir nuestros propios alimentos sanos y de manera sostenible, sino la pérdida de un importante patrimonio histórico, de suelo agrícola cultivable y de la sabiduría popular de la gente del campo.

Actualmente obtenemos los alimentos empaquetados en los supermercados y no los relacionamos con la existencia de una tierra productiva y de un trabajo agrícola fundamental.

Un proyecto educativo

Desde Ecologistas en Acción de Las Palmas G.C. queríamos aportar nuestro granito de arena promoviendo un proyecto que acercara la agricultura a la ciudad implantando pequeños huertos ecológicos en azoteas o terrazas, reutilizando y reciclando diversos materiales de desecho.

No enseñamos a cultivar huertos en casa como medio exclusivamente destinado al autoabastecimiento de productos frescos, sino que sabemos que la principal fortaleza de este proyecto es su alto valor educativo. Cuidando, observando y manteniendo la vida de nuestros pequeños huertos somos capaces de adquirir conocimientos útiles que nos ayudan a entender y cuidar la vida en otros espacios del planeta.

Uno de los valores añadidos de este proyecto es la utilización de materiales de desecho para instalar los pequeños huertos. Muchos ayuntamientos acumulan grandes cantidades de contenedores de basura que por su estado de deterioro o por otras causas ya no sirven para su función inicial y permanecen apilados en almacenes, amenazando con terminar en los vertederos. Estos contenedores aparentemente inservibles, una vez cortados y lavados, se transforman en grandes bandejas móviles para muchos cultivos. Tras la puesta en valor de este recurso son muchas las personas que ahora esperan recibir un contenedor para instalar un huerto.

El cultivo de hortalizas, aunque sea a pequeña escala, es un proceso que sirve para trabajar importantes aspectos de la sostenibilidad con un planteamiento positivo y muy atractivo:

- Mantenemos la biodiversidad. Para que las plantas crezcan sanas y tengan mayores posibilidades de éxito necesitamos la convivencia de diversas formas de vida, plantas de diferentes familias, microorganismos, insectos, hongos… Un suelo fértil necesita a todos y cada uno de estos seres vivos. Lo mismo sucede en los ecosistemas, todas las especies cumplen su función y mantienen un equilibrio en el que ninguna sobra. Si extrapolamos el conocimiento sobre la importancia de mantener ecosistemas diversos para obtener buenas cosechas, también llegamos al convencimiento de que es urgente frenar la pérdida de biodiversidad a escala global.

- Asumimos y respetamos los ciclos naturales, otra forma de medir el tiempo: desde que sembramos una semilla hasta que llega el momento de la cosecha pueden pasar varios meses en función del tipo de planta. Inevitablemente aprendemos a esperar y a convivir con una escala de tiempo que nada tiene que ver con los ritmos de vida de nuestras ciudades. Comprobamos que en la naturaleza lo inmediato es sencillamente imposible.

- Sabemos de nuestra dependencia del sol: la luz directa del sol es un requisito imprescindible para que las plantas puedan realizar la fotosíntesis y, por tanto, desarrollarse en buenas condiciones. En la agricultura, como en la vida, la energía del sol es insustituible sin que esto implique un gasto energético. Empezamos cultivando y terminamos comprendiendo que el ciclo del agua, las fuentes de energía y la vida en todas sus formas, dependen del sol.

- Cerramos los ciclos de materiales: si combinamos la actividad de nuestro huerto con el reciclaje de materia orgánica (restos del propio huerto o de la cocina) para obtener compost o abono orgánico, conseguiremos fertilizar el suelo de forma natural sin contaminarlo con productos químicos, ahorrar agua de riego y cerrar el ciclo de la materia orgánica en nuestra propia casa. Presenciamos un proceso imprescindible que ocurre en el medio natural donde los residuos no existen y todo es reutilizado para mantener la vida.

- Valoramos lo cercano: tras experimentar el placer de consumir productos naturales próximos y con una frescura máxima, comprendemos la insostenibilidad que supone acarrear productos miles de kilómetros antes de llegar nuestras casas. Abrimos una pequeña ventana al mundo rural que nos recuerda que en las ciudades también dependemos del campo y por tanto necesitamos de la existencia de un suelo rústico productivo y de una economía local en la que el sector primario sea un pilar básico.

- Agricultura ecológica, agricultura lógica: comprobamos que es posible obtener buenas cosechas sin la utilización de abonos químicos y pesticidas que contaminarían nuestros huertos dificultando el mantenimiento de un suelo fértil capaz de producir vida año tras año.

Para la divulgación de esta iniciativa hemos elaborado un sencillo manual con los conocimientos básicos para la instalación de un huerto en casa, aunque sabemos que la propia experiencia se encarga de transferirnos los conocimientos más importantes. Por otro lado desarrollamos cursos prácticos que han sido solicitados por cientos de personas. El éxito de esta iniciativa nos da motivos para pensar que hay formas efectivas de educar a favor de la sostenibilidad.

Poco a poco se va ampliando la red de huertos en azoteas de Las Palmas de Gran Canaria formada por personas que intercambian sus experiencias y en el proceso se convencen de la necesidad urgente de conservar nuestro suelo rústico. En estos tiempos de crisis comprobamos algo que ya nos parecía obvio: el cemento no se come.

Crear un maceto-huerto ecológico

Juan Francisco Pérez

Necesitas:

- Recipientes de plástico, con una capacidad de unos 20-25 l. Si es posible reutilizar recipientes usados lavándolos muy bien, mucho mejor.

- Arena suelta rica en humus o turba.

- Plantones (p. ej. de pimiento y berenjenas), de unos 10 cm de alto y si es posible de semillas autóctonas.

Procedimiento:

- Cortar la parte superior del recipiente, dejando una abertura no inferior a los 20 cm de lado, para poder echar la tierra, plantar y regar, sin dificultad.

- En la parte inferior del macetón, con un broca de 7 u 8 mm, se abren unos 8 agujeros, para facilitar el drenaje del agua y la oxigenación de la tierra.

- Antes de introducir la tierra enriquecida con estiércol, se echa una base de grava o bolos (de mayor grosor que los taladros del recipiente), para evitar que la tierra obstruya el sistema de drenaje y no se produzcan problemas de podredumbre.

- Cuando tengamos los macetones preparados con la tierra ésta se humedece con un ligero riego y a continuación enterramos un plantón de berenjena o pimiento y se riega un poco, para que la raíz comience a tomar sustento.

- Colocar los macetones al sol, mantener un riego regular en las primeras semanas y todos los días cuando la planta empieza con la floración. Observando las plantas podremos comprender sus necesidades de agua.

Y ¡a disfrutar de unas verduras sanas y frescas!