Producción conjunta
Jorge Riechmann [1], Investigador en el Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud (ISTAS) de CC.OO. Afiliado a Ecologistas en Acción y Greenpeace


Frente a las ilusiones de la economía convencional, la economía ecológica señala que todo fenómeno de producción entraña siempre, necesariamente, también una destrucción; las fuerzas productivas son siempre productivo-destructivas. Y en los últimos dos o tres siglos de desarrollo capitalista, el segundo fenómeno ha ganado constantemente en importancia, en forma de aumento de contaminación, deterioro de la base de recursos naturales… Dotado de esta ‘mirada entrópica» o termodinámica, el economista ecológico puede proponer ideas sobre la actividad humana que resultan sumamente esclarecedoras para el filósofo, el antropólogo, el sociólogo o el activista ambiental. A una de estas ideas, la de producción conjunta, se dedican las páginas que siguen.

He insistido en otras ocasiones en la importancia que tiene la termodinámica para la reconstrucción de unas ciencias sociales (en particular, una ciencia económica) a la altura de los desafíos ecológicos que plantea nuestro tiempo [2]. Desde un punto de vista termodinámico, los factores fundamentales de producción son materia y energía. Cada proceso de producción de bienes y servicios es, en el fondo, una transformación de estos factores (gracias a la aportación del trabajo humano).

Las leyes de la termodinámica gobiernan los procesos productivos concebidos bajo este prisma, y no estará de más rememorarlas. Mientras que la Primera Ley de la Termodinámica (o principio de conservación de la materia/energía) nos dice que la materia y la energía no se crean ni se destruyen (esto es, que se conservan en cualquier sistema aislado), la Segunda Ley (o principio de entropía) establece que en cualquier proceso de transformación, en el mundo real, se genera entropía. O lo que es lo mismo: la transformación siempre lleva desde un estado de materia/energía a otro donde la entropía es mayor que en el primero.

Pues bien, el concepto de producción conjunta (Kuppelproduktion en alemán, joint production en inglés) dice lo siguiente: la producción de bienes siempre viene acompañada de la generación de “males”. Cuando producimos bienes y servicios, creamos siempre también efectos indeseados (“males”) que muchas veces son perjudiciales para la salud de los seres vivos y para el medio ambiente [3]. Pensemos en un proceso tan familiar como la generación de electricidad en una central térmica alimentada con carbón: transformamos el potencial térmico de este combustible fósil en electricidad, una forma de energía de alta calidad que luego proporcionará múltiples servicios para nuestro bienestar; pero al mismo tiempo, inevitablemente, generamos dióxido de carbono que se acumula en la atmósfera y puede desequilibrar el clima del planeta, diversas emisiones contaminantes (dióxido de azufre que puede generar lluvia ácida, partículas que pueden provocar enfermedades diversas…) y destrucción de ecosistemas y paisajes como efecto de la minería del carbón.

Una consecuencia económica de las leyes de la termodinámica

La producción conjunta está vinculada estrechamente con las leyes de la termodinámica: de hecho, es una consecuencia de la primera y la segunda ley. Se puede describir cualquier proceso productivo como la transformación de cierto número de insumos en cierto número de productos, cada uno de los cuales se caracteriza por su masa y su entropía. De las leyes de la termodinámica se sigue entonces que cualquier producción es producción conjunta [4], dado que la materia y la energía se conservan pero la entropía aumenta (vale decir, la calidad de la energía mengua). En particular, los procesos productivos que generan bienes deseados (caracterizados por su baja entropía) producen necesariamente residuos y contaminación (caracterizada por su alta entropía). Podemos esquematizarlo de la forma siguiente:

Combustible de baja entropía + materia prima de alta entropía -> (proceso productivo) -> Bien deseado (con baja entropía) + residuos y calor (con alta entropía)

La producción conjunta caracteriza tanto a los procesos que tienen lugar en sistemas económicos como a los que se verifican en ecosistemas, y por lo tanto constituye un potente concepto unificador, útil para unas ciencias ambientales que desborden moldes disciplinarios demasiado estrechos [5]. Por ejemplo, la noción termodinámica de producción conjunta nos hace ver que la cuestión de los recursos naturales, y la de la contaminación que producen los residuos, están íntimamente relacionadas: el recurso es el origen del residuo, y constituye un error conceptual (que muchas veces tendrá graves consecuencias en política ambiental) considerar que se trata de cuestiones separadas.

La producción conjunta y la “cuarta ley” de la ecología de Barry Commoner

Puede conectarse la noción de producción conjunta con aquella “cuarta ley” de la ecología que el biólogo y pensador ecologista Barry Commoner propuso hace más de un tercio de siglo: no existe la comida de balde. Commoner argumentaba que, al ser el ecosistema mundial un todo conexo (“todo está conectado con todo”, dice su “primera ley”) donde nada puede ganarse o perderse (pues “todo debe ir a parar a alguna parte”, por la “segunda ley”), y que no es susceptible de un mejoramiento total (pues, según la “tercera ley”, “la naturaleza sabe lo que hace”), entonces cualquier cosa extraída de la biosfera por medio del esfuerzo humano debe reemplazarse. Para vivir, y para producir bienes, hay que pagar el precio: no hay “comida gratis”. Commoner subrayaba que el pago de este precio es inevitable y sólo puede aplazarse [6]. Cabe concebir la noción de producción conjunta como una traducción de estas nociones básicas de la ecología al lenguaje económico.

Producción conjunta en microeconomía convencional y en economía ecológica

El concepto de producción conjunta aparece, por cierto, en la teoría microeconómica convencional (neoclásica), o en los estudios sobre contabilidad de empresa: pero en un sentido más restringido al que recogemos aquí. En efecto, en microeconomía convencional se singulariza el caso de las empresas que producen más de un producto, y la pregunta es entonces si dichos productos se pueden obtener de forma independiente o no. Cuando los costes de producción de cada producto son independientes, se habla de producción separable; si hay una interdependencia fuerte entre factores de producción y productos, y al menos una parte de un factor contribuye simultáneamente a más de un producto, sin que pueda especificarse en qué proporción a cada uno de ellos, entonces tampoco resulta posible determinar de forma no arbitraria los costes de producción para cada producto por separado, y se habla de producción conjunta. Desde esta óptica, se suele distinguir entre:

• Coproductos: productos de similar importancia relativa conforme al objetivo de la empresa.
• Subproductos: producto derivado de un principal, es decir, de menor importancia relativa.
• Desechos: material sobrante de un proceso de producción que tiene un valor de realización (pueden reaprovecharse en otros procesos productivos).
• Desperdicios: ídem anterior, pero no tiene un valor de realización, por lo que su eliminación significa un costo que aumenta los de producción.

Las diferencias entre este enfoque microeconómico convencional y el enfoque de economía ecológica que adoptamos nosotros saltan a la vista. Desde este último, toda la producción es siempre producción conjunta: no se trata del caso particular, sino del paradigma general. Pongamos un ejemplo: la actividad de refinar petróleo. En la producción conjunta de la microeconomía convencional, se presta atención a la obtención simultánea de gasolina, gasóleo, keroseno y los demás productos petrolíferos. Desde la idea de producción conjunta característica de la economía ecológica, se señala además que, de forma necesaria, en esa actividad industrial se están generando emisiones sulfurosas dañinas, dióxido de carbono que produce “efecto invernadero”, derrames accidentales de productos petrolíferos en varias fases del proceso (incluyendo terribles y recurrentes mareas negras), y otras formas de contaminación; y se insiste en que la teoría económica no será adecuada a menos que integre de forma sistemática estos “males” de la producción, conjuntamente con sus “bienes”.

Producción conjunta, “externalidades” y responsabilidad

Como hemos visto, la actividad productiva humana genera necesariamente bienes y “males” al mismo tiempo: productos deseados y residuos no deseados. A nadie se le escapa que los productores concentran su atención y energía en los primeros, mientras que los segundos suelen ser desatendidos, a menos que las constricciones normativas (leyes y normas morales) obliguen a ello. En muy alta medida, la producción rentable se basa en ignorar estos “males” que resultan de la producción conjunta, endosándoselos a terceros.
La teoría económica convencional (y la economía ambiental) han abordado este problema con la noción de externalidades o efectos externos, partiendo de los efectos que produce el subproducto no deseado sobre la utilidad o el bienestar de terceros. Podemos considerar la idea de producción conjunta como otra forma de tratar este mismo problema, pero de manera más amplia e integradora, pues no se aborda desde los efectos, sino desde las causas. Mientras que el mismo término de “externalidad” connota un fenómeno que se considera periférico respecto al núcleo central de la producción, por el contrario producción conjunta sitúa en ese núcleo la producción de “males” que acompaña necesariamente a la producción de bienes.

Las dos ideas (complementarias) de externalidades y de producción conjunta ponen sobre la mesa la cuestión ética de la responsabilidad [7]. Si en la actividad productiva, junto a los productos deseados, estamos generando siempre subproductos indeseados, a los que generalmente no se presta la atención debida; y si estos residuos y contaminación se acumulan en el medio ambiente produciendo muchas veces daños para los seres vivos (incluyendo al ser humano) y los ecosistemas, está claro que nos enfrentamos con un problema ético. Ignorar lo “malo” de la producción conduce a una negligencia ética que puede ser muy grave.

Otro aspecto de la situación es que, al no prestarse la debida atención a los subproductos indeseados (porque los productores se concentran intensamente en los productos deseados), éstos se convierten muchas veces en fuente de desagradables sorpresas ecológicas y sanitarias. Del desequilibrio de conocimiento sobre los bienes y los “males” que producimos deberíamos ser mucho más conscientes. Los subproductos indeseados suelen constituir un lado oculto de la producción, a menudo ignorado durante largos períodos de tiempo, y que finalmente emerge como problema grave: esto constituye uno de los fundamentos sobre el que se apoya el principio de precaución [8] (que de esta forma queda conectado con la noción de producción conjunta).

Notas

[1] Jorge Riechmann (Madrid, 1962). Escritor y profesor titular de filosofía moral en la Universidad de Barcelona. Ha publicado, entre otros ensayos, Un mundo vulnerable (Los Libros de la Catarata, Madrid 2000), Todo tiene un límite (Debate, Madrid 2001), Qué son los alimentos transgénicos (RBA/ Integral, Barcelona 2002), Todos los animales somos hermanos (Universidad de Granada 2003) y Gente que no quiere viajar a Marte (Los Libros de la Catarata, Madrid 2004).

[2] JORGE RIECHMANN, “Por qué los muertos no resucitan y el reciclado perfecto es imposible: ecología, economía y termodinámica”, capítulo 1 de la segunda parte de FRANCISCO FERNÁNDEZ BUEY y JORGE RIECHMANN, Ni tribunos. Ideas y materiales para un programa ecosocialista, Siglo XXI, Madrid 1996.

[3] HARALD DYCKOFF: “Kuppelproduktion und Umwelt. Zur Bedeutung eines in der Ökonomik vernachlässigten Phänomens für die Kreislaufwirtschaft”. Zeitschrift für angewandte Umweltforschung 9, 1996, p. 173-187. STEFAN BAUMGÄRTNER: Ambivalent Joint Production and the Natural Environment. An Economic and Thermodynamic Analysis. Physica Verlag, Heidelberg y Nueva York 2000.

[4] BAUMGÄRTNER, Ambivalent Joint Production and the Natural Environment, op. cit., capítulo 4.

[5] STEFAN BAUMGÄRTNER, HARALD DYCKHOFF, MALTE FABER, JOHN PROOPS Y JOHANNES SCHILLER: “Joint production”. Artículo en la Internet Encyclopaedia of Ecological Economics, en www.ecoeco.org/publica/encyc.htm, consultada el 22 de junio de 2004. Este artículo constituye una excelente introducción breve al concepto de producción conjunta, y me ha sido muy útil a la hora de redactar estas páginas.

[6] BARRY COMMONER, El círculo que se cierra, Plaza y Janés, Barcelona 1973, p. 43. (El original inglés se publicó en 1971.)

[7] Que intenté tratar de forma sistemática en los capítulos 6 y 7 de Un mundo vulnerable (Los Libros de la Catarata, Madrid 2000). En la Unión Europea hubo un reciente avance normativo al respecto: la Directiva sobre responsabilidad por daños medioambientales, aprobada en la primavera de 2004 y que se aplicará a partir de 2007. La directiva supone el reconocimiento comunitario del principio de “quien contamina paga” para prevenir y reparar los daños causados a especies o hábitats naturales protegidos, a las aguas y al suelo.

[8] Véase al respecto JORGE RIECHMANN Y JOEL TICKNER (eds.), El principio de precaución, Icaria, Barcelona 2002