Es necesario un nuevo estatuto de sostenibilidad para nuestras zonas urbanas.

Fernando Prats, arquitecto, coautor del Informe Ciudades del Programa Cambio Global España 2020/50 y coordinador del Plan de Acción de Playa de Palma. Revista El Ecologista nº 68

No hay duda de la importancia de las ciudades con relación al cambio global, por cuanto en ellas vive la mitad de la población y constituyen los principales nodos de consumo de recursos. Por ello, se hace necesario alumbrar un nuevo paradigma urbano, basado en principios de suficiencia y autocontención, coherencia con la sostenibilidad y ecoeficiencia. En definitiva, es necesario plantear el necesario cambio como una oportunidad, como se ejemplifica con el caso de Playa de Palma.

Este artículo trata sobre el cambio global [1] y las ciudades en España. Se formula desde la idea de que más allá de la grave recesión económica, afrontamos un auténtico cambio de época derivado del desbordante crecimiento de la población, el consumo y la producción; las emisiones climáticas, la pérdida de biodiversidad y la alteración de los ciclos vitales de la biosfera; el final de la era del petróleo/gas abundante y barato, etc. Todo apunta a un desbordamiento sistémico de los límites biofísicos del planeta inducido por el crecimiento ilimitado e indiscriminado de los impactos ecológicos generados por nuestra especie sobre un planeta finito; una nueva era que algunos llaman ya el Antropoceno.

Figura 1: Dinámicas de desbordamiento de la biocapacidad del planeta

El texto que sigue se organiza en torno a tres ideas centrales: 1) porqué las ciudades son tan importantes con relación al cambio global; 2) la necesidad de alumbrar un nuevo paradigma urbano; y 3) la conveniencia de innovar las referencias –un nuevo estatuto de sostenibilidad urbana– en nuestras ciudades. Y finalmente se incorpora la idea de entender el “cambio como una oportunidad” introduciendo la experiencia de la Estrategia de Revalorización Integral de Playa de Palma en Mallorca.

Porqué las ciudades son tan importantes

Si el cambio de ciclo histórico tiene ese origen antrópico y ese carácter sistémico ¿no constituirán las ciudades –como red de asentamientos humanos sobre el planeta– piezas clave del reto y, a la vez, parte de la solución global? Sin duda que sí y así lo expresó ya M. Strong en la clausura de la Cumbre de Río (1992) afirmando que, finalmente, la batalla de la sostenibilidad se decidiría en las ciudades. Tres temas merecen destacarse al respecto.

- En primer lugar, recordar que las ciudades acogen ya, de forma creciente, a la mayoría de la población mundial [2]; que constituyen los nodos centrales de las principales redes de producción, distribución y consumo; y que, como tales, tienen una incidencia determinante sobre la alteración de los principales ciclos biofísicos y químicos globales [3].

Figura 2: La Europa de las ciudades y la dimensión del metabolismo

- En segundo lugar, hay que recordar que las ciudades actuales, basadas en el consumo ilimitado de recursos no renovables, cada día son más ineficientes operando como ecosistemas abiertos con costes inviables de energía, suelo y residuos; proyectan formas de vida y relaciones sociales de alto consumo e impacto ambiental; y generan huellas ecológicas y energéticas que desbordan sus territorios, exportando los impactos correspondientes a otros espacios y tiempos.

- Finalmente, cuando el principal reto actual se cifra en torno a la capacidad de generar inteligencia y capacidad de acción para afrontar el cambio de época, las redes de ciudades y ciudadanos emergen como actores imprescindibles, como centros de información, innovación y difusión de valores y como detentadores de competencias, recursos de acción y proximidad social con gran potencia para impulsar procesos de cambio replicables.

Necesitamos alumbrar un nuevo paradigma urbano [4]

El nuevo paradigma urbano podría cifrarse como una visión integrada de la ciudad, de sus contenidos sociales, ambientales y económicos, donde la satisfacción de las necesidades urbanas se realice de forma compatible con la reducción de impacto energético y ambiental, mediante la contención del crecimiento indiscriminado, el reciclado y revalorización de la ciudad existente, el fuerte incremento de la ecoeficiencia urbana y la multiplicación de las lógicas y sistemas renovables. Y tal paradigma requiere la formulación de nuevos principios sistémicos, en la mayoría de los casos antagónicos con los vigentes:

- Principio de suficiencia. ¿Cuánto es posible? ¿Cuánto es necesario? ¿Cuánto es suficiente? Frente a las pautas de “crecimiento urbano ilimitado” es necesario considerar el suelo, el consumo energético y de otros recursos no renovables como elementos críticos cuya utilización ha de justificarse desde necesidades sociales ciertas, previa evaluación de impactos y, en su caso, incorporando las correspondientes acciones compensatorias.

- Principio de coherencia. Biomímesis o capacidad de articulación sinérgica con los procesos naturales. Se trata de impulsar estrategias que imiten los procesos de la naturaleza, buscando cerrar los ciclos urbanos con el fin de integrarlos en las lógicas naturales. En este contexto, las energías y sistemas renovables ofrecen fuentes inagotables y limpias que apenas hemos empezado a utilizar.

Figura 3: Metabolismo urbano y ciclos vitales de la biosfera

- Principio de ecoeficiencia. Menos recursos e impactos por unidad de bienes y servicios urbanos. Se refiere a la capacidad de crear bienes y servicios urbanos reduciendo los recursos y los residuos. A destacar que la pretensión de confiar solamente en la ecoeficiencia para reducir los impactos inducidos, sin articularla con los dos anteriores principios, puede conducir a un efecto rebote que acabe incrementándolos [5].

- Principio de garantía pública. Un marco jurídico-técnico institucional coherente. Ante la necesidad de un cambio de paradigma es preciso que el marco jurídico e institucional se adapte a las nuevas lógicas y principios, incorporando suficientes garantías legales y administrativas al proceso de cambio [6].

Para transformar las ciudades, para hacerlas más sostenibles, necesitamos repensarlas en clave de biomímesis y compatibilidad con las lógicas y ciclos naturales. Y para ello hay que trabajar con su huella ecológica, el cierre de sus ciclos de vida [7], su conversión en sistemas energéticos pasivos y renovables… y también debemos dotarnos de metodologías de trabajo que nos permitan transitar por esa transición visualizando desde ahora mismo escenarios y procesos de cambio sustantivos a medio y largo plazo (2020 y 2050).

Hacia un nuevo estatuto de sostenibilidad urbana

A finales de 2009 se presentó el Informe sobre Ciudades [4] (del Programa “Cambio Global España 2020/50”). El Informe aporta un enfoque novedoso [8] a la hora de concretar una hoja de ruta para abordar el cambio global en las ciudades españolas –el tránsito de “la ciudad de expansión ilimitada” a la “ciudad adaptada a los límites de biocapacidad glocal”– con temas y objetivos concretos a 2020, enmarcados en visiones 2050, y con “escenarios deseables” que, por ejemplo, permitirían realineamientos de nuestra huella ecológica con relación a la biocapacidad del país.

Gráfico: Escenarios tendencial, esperable y deseable de la huella ecológica urbana en España (estimada a partir de la ciudad media)

Fuente: OSE 2009

En lo que sigue, se extractan los temas y objetivos propuestos en el citado informe [4]

Cambio global en España 2020/50. Programa ciudades. Resumen de los temas, objetivos y propuestas

- La edificación y la ocupación de suelo. La rehabilitación integrada del parque residencial español daría un fuerte impulso a la creación de empleo en el sector de la construcción y conseguiría una drástica reducción del consumo energético y de las emisiones de GEI.

La demanda de nuevo suelo artificial se ajustaría a las necesidades sociales y las ciudades ganarían en compacidad, recuperando las densidades anteriores a los procesos de dispersión urbanística.

Las propuestas apuntadas en este informe permitirían reducir el consumo energético de la edificación (en torno al 25%) y los gases de efecto invernadero en nuestras ciudades (sobre el 45%) para 2020. En un planteamiento a 2050, estas reducciones podrían alcanzar el 55% y el 80%, respectivamente.

- El consumo energético y las emisiones de gases de efecto invernadero. La contención del gasto de energía y la incorporación en un alto porcentaje de las energías renovables al mix energético de las ciudades permitiría una fuerte reducción de las emisiones de GEI de origen urbano.

De esta forma, tal como se recoge en este trabajo, hacia 2020 se conseguiría una reducción de las emisiones de GEI, respecto al año base 1990, del orden del 30%, pudiéndose lograr para 2050 una disminución superior al 90%.

- La movilidad urbana. La apuesta a fondo por nuevos criterios de reordenación urbana y por otros modos de movilidad, incluida la limitación del uso del vehículo particular y la progresiva electrificación de los servicios motorizados, lograrían reconducir los actuales patrones de insostenibilidad ligados a la movilidad urbana (contaminación, emisiones de GEI, ruido, ocupación de suelo…).

Respecto al año 2000, en 2020 se podría reducir en un 25% los niveles de consumo energético y emisiones; para 2050, estos niveles quedarían en la cuarta parte de los obsoletos valores del año de referencia.

- La calidad del aire en las ciudades. La adopción de medidas de control del tráfico urbano, promoción del transporte público e incorporación de vehículos híbridos y eléctricos en las ciudades, unido a la generalización del uso de las energías renovables en edificios, la correcta planificación de las áreas industriales y una mayor concienciación entre la población, permitirían alcanzar en 2020 los objetivos marcados por la OMS de concentraciones de dióxido de nitrógeno y partículas para garantizar que la calidad del aire en las grandes ciudades no implique un riesgo para la salud de las personas.

En una visión a 2050, se debería seguir apostando por estas líneas estratégicas, hasta conseguir una mejora de estos niveles, de conformidad con la reducción que la OMS va asumiendo en sus recomendaciones a medida que aumenta el conocimiento científico sobre la influencia de los contaminantes atmosféricos en la salud.

- El consumo de materiales y la generación de residuos urbanos. Para conseguir un progresivo cierre de ciclos en el metabolismo urbano es necesario un impulso decidido a la reducción en origen de los residuos, la inclusión de criterios de ciclo de vida en el consumo de materiales y la reutilización y el reciclaje (especialmente de los residuos de construcción y demolición).

El escenario sostenible contempla la necesidad de recuperar en 2020 los niveles de generación de residuos sólidos urbanos del año 2000 y, en una visión a 2050, la producción de residuos de 1990, logrando entonces una disminución de los GEI correspondientes al sector de los residuos urbanos superior al 50%.

- El ciclo urbano del agua. Un estricto control del agua suministrada por las redes y un elevado porcentaje de reutilización en la propia ciudad conseguiría una drástica disminución del consumo, así como del gasto energético y emisiones asociados a la distribución y tratamiento del recurso.

En el presente informe se plantea una reducción del consumo per cápita en torno a un 30% para 2020 respecto al año 2000, y la reducción en una cuarta parte de las emisiones de GEI asociadas a la gestión urbana de este recurso hacia 2050.

- La biodiversidad y la biocapacidad urbanas. Una nueva concepción de los parques urbanos pasaría por rebajar notablemente los actuales consumos de agua de riego y la generación de residuos verdes, a la vez que se incrementaría su capacidad de fijación de CO2. Estos espacios acogerían además una mayor riqueza biológica y contribuirían a la conservación de la biodiversidad en el municipio.

En el informe se contempla la necesidad, para 2020, de reducir a la mitad el gasto de agua asociado a los parques y jardines e incrementar la capacidad de captura de CO2 en más de un 10%. Hacia 2050, estos porcentajes llegarían hasta el 80%, en el caso del ahorro de agua, y a más de un 25% para la fijación de CO2.

- La huella ecológica urbana. Ante las previsiones de crecimiento poblacional durante las próximas décadas, la reducción de la huella ecológica del país sólo será posible si se logra un cambio importante en los patrones de consumo y metabolismo urbano.

Con la aplicación de las medidas y la consecución de los objetivos correspondientes al conjunto de los temas clave de este informe (edificación y suelo, energía, movilidad, calidad del aire, residuos y materiales, agua, biodiversidad y biocapacidad) en el marco de un escenario de disminución del consumo superfluo en torno al 1,3% anual, gracias a la reducción del derroche y a nuevos hábitos de vida más saludables, se conseguiría, en 2020, una huella de las ciudades españolas un 20% menor que la de 1990 y, para el año 2050, se alcanzaría una huella similar a la biocapacidad del país (en torno a las 2,7 hag/hab. (hectáreas globales por habitante).

Es de esperar que este tipo de contenidos y compromisos se contemplen en el capítulo de sostenibilidad del concepto de Regeneración Urbana Integrada (ciudades inteligentes, sostenibles e integradoras) acuñado en los últimos tiempos en la UE (Declaración de Toledo [9]) y que parece se integrará en la nueva estrategia Europa 2020 y su posible Agenda Urbana.

El cambio como oportunidad. El caso de Playa de Palma
Playa de Palma, junto a la capital de Mallorca, con sus 1.000 hectáreas, sus 10 km de costa y sus 40.000 plazas turísticas y otras tantas residenciales, constituye un espacio litoral paradigmático con relación al maltratado mediterráneo español. Habiendo constituido uno de los principales iconos del milagro turístico español de los setenta, vive hoy un proceso de declive general con pérdida de valor integral, de competitividad turística y de vitalidad socioeconómica.

Para afrontar la situación, la Administración central, la regional y los dos Ayuntamientos implicados crean en 2005 un Consorcio Urbanístico en el que participan diferentes partidos. A finales de 2008 M. Nájera [10], entonces Consejera del Gobierno Balear, es nombrada Comisionada del Gobierno, con el mandato de impulsar la “revalorización integral” de la zona. En agosto de 2010 se ha presentado un Plan de Acción Integral (PAI) que, además del corto plazo, opera con escenarios y visiones integrales a 2015 y 2020/30.

Siete líneas estratégicas para revalorizar Playa de Palma

El PAI de Playa de Palma se concibe como un plan-proceso que apuesta por “una revalorización integral de la zona, capaz de impulsar hacia el futuro un nuevo ciclo de innovación, prosperidad y sostenibilidad”. Este objetivo central se basa en siete líneas estratégicas que operan temática y transdisciplinarmente, en los períodos temporales mencionados:

1º. La revalorización integral del sistema territorial y urbano a través de la cual se pretende, sin recurrir a nuevos crecimientos urbanísticos, combinar la rehabilitación general del parque hotelero y residencial y la revalorización del espacio urbano, con la creación de una atractiva red de equipamientos turísticos.

2º. La apuesta por un reposicionamiento turístico integral. Se trata de aprovechar las fortalezas de la zona para multiplicar su valor y para reposicionarla en términos de oferta y demanda, transformando un destino de dos estrellas en otro de cuatro estrellas con la mitad de plazas y la capacidad de duplicar sus ingresos en una temporada turística más amplia.

3º. La adaptación al cambio climático y la preservación de los ecosistemas terrestres y marinos simulando diversos escenarios sobre el conjunto de los sistemas terrestres, de agua y marinos y planteando las medidas de estabilización y adaptación a los mismos.

4º. La reducción de la carga ecológica local y global, apostando por la reducción del impacto general inducido por las actividades urbanas y por la neutralidad en carbono de la zona y la utilización 100% de energías renovables al final del proceso.

5º. La mejora de las condiciones de vida y trabajo para la población residente en torno a la cohesión social, la calidad del empleo, el acceso a la vivienda y los servicios sociales y el impulso a la capacidad emprendedora y de adaptación al cambio que se va a producir en la zona.

6º. Un espacio digital avanzado con servicios orientados a los residentes, turistas, empresas y la propia gestión de las administraciones públicas, muy especialmente en los temas relacionados con la sostenibilidad ambiental de la zona.

7º. Un pacto institucional y una ‘gobernanza» compartida para el cambio, fundamentales para hacer posible una transformación integral, que ha de irse implantando progresivamente en una zona permanentemente activa y que requiere la decidida participación de sus diversos actores institucionales, sociales y empresariales.

La cuestión del cambio climático y los sistemas naturales

Ésta es una cuestión novedosa para la planificación urbanística y que en Playa de Palma adquiere una consideración central por su incidencia directa sobre el sistema costero, el del agua y las condiciones de confort turístico y residencial. Y dada la especialización científica necesaria para abordar las simulaciones climáticas y marinas para 2020/50, se han establecido sendos convenios con el CSIC y la Secretaría de Estado de Cambio Climático, creándose diversos equipos de investigadores del IMEDEA [11] y las Universidades de Baleares y Cantabria para abordar el tema.

En este momento, se dispone de avances y se están finalizando los trabajos en torno a cinco objetivos estratégicos: mejorar la capacidad de adaptación general y del sistema residencial y turístico al cambio climático; conservar la biodiversidad y recuperar la función de los ecosistemas litorales, terrestres y marinos; conocer y gestionar de forma sostenible las dinámicas litorales y de la playa; mejorar los sistemas de gestión hídricos y prever la variación futura de las aguas terrestres y marinas; y orientar de forma sostenible los ecosistemas urbanos.

La reducción de la carga ambiental y climática

Constituye, junto a la cuestión del reposicionamiento turístico, el principal reto de innovación y creación de valor estratégico del proyecto.

1º. Reducir el consumo de energía y la emisión de gases de efecto invernadero, diseñando posibles escenarios finalistas con balance cero de CO2 y 100% de energías renovables.

2º. Mejorar el ciclo del agua, reducir su consumo, garantizar su calidad, aumentar su reutilización y devolverla al medio en las mismas condiciones que tenía inicialmente, todo ello con una reducción de los insumos energéticos.

3º. Mejorar el ciclo de los materiales – residuos, reducir la generación de residuos, maximizar su revalorización y plantear cero residuos a vertedero con un coste mínimo de energía.

4º. Reducir el ruido local y conseguir que el impacto sónico del aeropuerto se sitúe por debajo de los límites legales establecidos.

5º. Acometer la rehabilitación integral de toda la edificación para mejorar su valor residencial, turístico y reducir cómo mínimo en un 50% su impacto energético, climático, hídrico, etc.

6º. Mejorar la movilidad, garantizando la accesibilidad, disminuyendo el tráfico y diseñando un escenario finalista neutral en carbono en los desplazamientos locales.

Un gran debate, un enorme reto, una inmensa oportunidad

Tras décadas de desidia, recuperar, en todos los sentidos, el litoral mediterráneo español no va ser fácil y constituye un reto extraordinario, por otra parte inaplazable. Por eso, Playa de Palma constituye una inmensa oportunidad no sólo para la zona sino, también, como banco de prueba de nuevas estrategias de valorización integral de nuestro litoral.

Hoy, mientras el archipiélago sufre con dureza la crisis económica y las carencias de su sistema turístico, existe un gran debate sobre el proyecto de Playa de Palma; sobre su ambición, la propuesta de reducir al 50% las plazas turísticas actuales, la procedencia o no de expropiar ciertas piezas urbanas, la opción de las energías renovables frente al gas, los objetivos de neutralidad en carbono, etc. Y, en esa línea, conviene insistir en que un proyecto de este calado sólo será posible si concurren una serie de condiciones básicas: pacto político y fuerte liderazgo institucional que den la imprescindible fuerza y estabilidad al proceso; talento profesional innovador para dotar de coherencia y viabilidad al proyecto; y, muy especialmente, la apuesta decidida de la sociedad balear y el sector turístico por impulsar la innovación y el cambio en la zona y en el conjunto del litoral.

[1] Término que según el CSIC define el conjunto de cambios ambientales afectados por la actividad humana con especial referencia a las alteraciones que determinan el funcionamiento del sistema Tierra.
NN UU estima que el 50% de la población ya es urbana y ese porcentaje se eleva al 70% en los países desarrollados.

[2] NN UU estima que el 50% de la población ya es urbana y ese porcentaje se eleva al 70% en los países desarrollados.

[3] En términos de energía y clima, las ciudades son responsables del 70% de los GEI en Europa. En los principales centros internacionales (NN UU, AIE) y europeos (AEMA) ya se generan informes específicos sobre las ciudades como ámbitos de acción de especial importancia.

[4] Contenido basado en el Informe sobre Ciudades, 2009. J. Ozcariz y F. Prats (del Programa Cambio Global España, 2020/50) realizado por el CCEIM (Centro Complutense de Estudios e Información Medioambiental) de la Fundación de la Universidad Complutense de Madrid, la Fundación CONAMA y el Observatorio de la Sostenibilidad de España. El informe puede encontrarse en cualquiera de las web de las entidades que lo han promocionado.

[5] Típica expresión de esa paradoja es la del transporte en donde la indudable mejora de su ecoeficiencia no ha impedido el crecimiento desbocado del tráfico y de sus emisiones atmosféricas.

[6] Entre los muchos ejemplos posibles, cabe denunciar cómo en nombre de la autonomía local se puedan tomar decisiones urbanísticas indiscriminadas que comprometen cuestiones ambientales relacionadas con la energía o el clima, que tienen incidencia sobre sistemas estratégicos de ámbito supralocal.

[7] El análisis de los ciclos de vida (CV) (cálculo del impacto inducido en el ciclo completo de la cuna a la cuna) de los procesos, productos y servicios, es fundamental a la hora de evaluar alternativas de acción.

[8] Este enfoque se inauguró (centrado en el plano climático) con el Pacto de los Alcaldes Europeos por el Clima, suscrito actualmente por más de 3.000 ciudades, en el que se establece el acuerdo de cumplir con los compromisos energéticos y climáticos de la Unión Europea para 2020. En España la Red de Ciudades por el Clima ya trabaja seriamente en esa dirección.

[9] Declaración de los Ministros europeos de desarrollo urbano en Toledo (junio de 2010) a iniciativa de la Presidencia Española de la UE.

[10] Margarita Nájera fue alcaldesa de Calviá (Mallorca) y lideró la Agenda Local 21 de Calviá, que recibió diversos reconocimientos nacionales, europeos (UE) e internacionales (NN UU).

[11] Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados.