V Foro Mundial del Agua en Estambul.

Antonio Cuesta, corresponsal de la Agencia Prensa Latina en Turquía. Revista El Ecologista nº 61

El V Foro Mundial del Agua, celebrado en Estambul (Turquía) entre los días 16 y 22 de marzo, acabó como estaba previsto: lejos de reconocerse el acceso al agua como un derecho humano, la declaración ministerial sólo llegó a definirlo como “una necesidad humana básica”. Pero si hasta la conclusión de este foro todo discurrió conforme a un guión predecible, a partir de ahora ya nada será lo mismo.

Esta aparente paradoja tiene su explicación en los intereses encontrados de, por una parte, la mayoría de los gobiernos y las empresas transnacionales que dominan el mercado del agua; y por la otra, el conjunto de la sociedad articulado en organizaciones y redes comunitarias así como un número creciente de Estados, cada vez más sensibles al grave problema del acceso a los recursos hídricos, su gestión y su distribución.

Y así, mientras Naciones Unidas advertía en vísperas del Foro que unos 1.100 millones de personas en el planeta carecían de suministro adecuado de agua potable y que en el futuro la situación se agravaría de no modificarse las políticas actuales, no faltó quien achacó el aumento de la demanda al crecimiento de la población mundial, presentando como culpables a los países empobrecidos por ser los más prolíficos.

Los datos sobre el uso del agua aseguran que, más bien al contrario, las necesidades básicas humanas (tales como beber, cocinar y lavarse) sólo suponen el 10% del consumo mundial, mientras que la agricultura y la industria se beben el 70 y el 20% respectivamente. Para colmo ese consumo doméstico está absolutamente desequilibrado, de modo que los 50 litros por persona y día recomendados por la Organización Mundial de la Salud se traducen en 10 si hablamos de países del Tercer Mundo, en 135 si lo hacemos de Reino Unido o en 160 al referirse a Suiza. Debido a este injusto reparto, la ONU desveló que 5.760 niños mueren a diario al carecer de agua potable y saneamiento.

No faltará quien piense que hablar de agricultura es hacerlo de una actividad destinada a satisfacer la demanda, también creciente, de alimentos para la población mundial. Pero de nuevo el reparto roza lo patológico si consideramos que mientras para criar un tomate hacen falta 13 litros de agua, para la producción de 1 litro de bio-etanol se necesitan cerca de 5.000 litros y 20.000 para fabricar una camiseta de algodón.

El Director del Tribunal Latinoamericano del Agua, Javier Bogantes, aclaró que los problemas en Latinoamérica no se deben a una carencia de agua sino a la mala utilización de la misma. En concreto al absoluto descontrol del desarrollo turístico, inmobiliario e industrial, que sobrepasan las capacidades de los territorios. Tendencia que se va acentuando cada vez más.

Así las cosas, el agua en condiciones, la misma que falta a millones de personas, seguirá siendo una necesidad, no un derecho.

Nada ha cambiado

El Foro Mundial del Agua (FMA) es una reunión trienal en la que participan jefes de Estado y de gobierno, representantes técnicos y ministeriales, empresas y ONG de diversa índole, y en la que se discuten diferentes temas relacionados con el agua: desde la gestión de los recursos al calentamiento global, pasando por la desecación de los ríos, la construcción de presas, etc.

El FMA está organizado por el Consejo Mundial del Agua (CMA) y, hasta el momento, ha tenido lugar en Marrakech (1997), La Haya (2000), Kioto (2003), Ciudad de México (2006) y Estambul (2009). Este Consejo dice ser una organización independiente formada por expertos en busca de soluciones a los problemas globales relacionados con el agua. Aunque asegura que su financiación sólo procede de la Ciudad de Marsella (donde se encuentra su sede) y de donaciones altruistas, lo cierto es que también recibe fondos de multinacionales como Evian, Suez, Générale des Eaux/Vivendi Water y otras, además del Banco Mundial.

Los críticos de este evento denuncian que su único objetivo es el de cerrar negocios con respecto a la comercialización del agua o la construcción de embalses. Por eso no sorprende que por quinta vez se evitara declarar el agua como derecho humano básico, eludiendo con ello las implicaciones políticas y sociales que ese reconocimiento generaría. Durante el encuentro de Estambul también se acusó al Foro de impedir la democracia interna y carecer de legitimidad.

Maude Barlow, asesora en esta materia del Secretario General de la ONU Miguel D'Escoto, aseguró que “algunos países han intentado incluir el derecho al agua pero se les ha impedido, lo que demuestra que el Foro Mundial del Agua no es más que una feria comercial y un vehículo para promover la privatización del agua”, y recordó que “el CMA no ha sido elegido democráticamente y nadie le ha dado permiso para erigirse en Señor del Agua, así es que no tiene legitimidad para decidir, por todo el mundo, el futuro del agua”. Como otros muchos activistas, líderes políticos y comunitarios, Barlow pidió que “la asignación de agua se decida en un foro abierto, transparente y democrático más que en una feria comercial para las mayores empresas del mundo”.

En la misma línea se expresaron los convocantes del alternativo People's Water Forum –representantes de movimientos sociales, autoridades locales y parlamentarios de cerca de 70 países–, al exigir la creación de “un foro verdaderamente incluyente y legítimo para lidiar con esta grave situación que enfrenta la humanidad y el planeta”.

Incluso el propio Miguel D'Escoto remitió una declaración en la que expresaba que “el agua es un bien público, una herencia común de la gente y naturaleza, y un derecho humano fundamental […] debemos desafiar la noción de que el agua es un elemento de compra y venta por parte del libre mercado. Quienes confían en que el agua sea privatizada están negando a los seres humanos un derecho tan básico como el aire que respiramos”.

Frente a esto el director general del CMA, Ger Bergkamp, aseguró que bastaban acciones “como recolectar agua de lluvia, mejorar los sistemas de almacenamiento y conservación, perfeccionar los métodos de irrigación a los campos y desarrollar cultivos tolerantes a las sequías”. Sin cuestionar el sistema económico neoliberal, incluyó a los culpables de la crítica situación entre los destinados a encontrar su solución.

En el mismo sentido Gerad Payen, presidente de AquaFed, confió en que el sector empresarial conseguirá distribuir el preciado líquido en lugares donde los gobiernos han sido incapaces. Algo a su vez negado por la asesora Maude Barlow, para quien la gestión privada de los recursos hídricos –con fuerte auge en los años 90– ha demostrado su fracaso al encarecer las tarifas, aumentar la insostenibilidad y generar resistencia social. Incluso el Banco Mundial reconoció públicamente que aun en los momentos más álgidos de la privatización cerca del 90% de las inversiones continuó llegando de los presupuestos públicos.

Así y todo, los firmantes de la declaración ministerial no sólo dieron por bueno que las empresas privadas hagan negocio a costa del dinero publico, pidieron además un aumento de este tipo de financiación.

Nada es igual

El movimiento social mundial ya definió como “fracaso” la anterior cita al no conseguir una declaración del agua como un “derecho humano básico”. Si en aquella ocasión cuatro países latinoamericanos (Uruguay, Venezuela, Bolivia y Cuba) decidieron redactar una declaración paralela apoyando ese reconocimiento, en Estambul se ha dado un paso importante contra la mercantilización de los recursos hídricos: esta vez fueron 25 los países que suscribieron una declaración propia.

René Orellana, Ministro de Medio Ambiente de Bolivia, denunció que desde las sesiones preparatorias las propuestas de quienes reclamaron el agua como derecho humano no fueron tomadas en cuenta. Más aún, que la declaración ministerial ignoraba a los pueblos originarios, los derechos colectivos sobre el agua, los sistemas locales o comunitarios de gestión hídrica, pero sobre todo que no hubo voluntad política de incluir ningún cambio en el texto.

Por ello Bolivia promovió una declaración alternativa a la que finalmente se adhirieron 25 países, 16 de los cuales añadieron la petición de que en adelante los debates sobre el agua se realizaran en el marco de la ONU, bajo principios democráticos, participativos e inclusivos.

Los firmantes ya no seguirán legitimando la farsa –explicó Orellana– el siguiente paso debe ser la convocatoria de un foro iberoamericano del agua, donde los gobiernos y los pueblos de la región tomen la iniciativa, y algo similar debería realizarse en el resto de continentes.

Centenares de activistas, académicos y líderes comunitarios del mundo se reunieron también para explicar, debatir y coordinar las diferentes luchas locales, y tratar de dar unidad al movimiento. Frente al Foro de las multinacionales, el movimiento ambientalista reclamó no sólo el reconocimiento del agua como derecho humano fundamental, también que ésta sea gestionada por el poder público, bajo un criterio no comercial, y con la participación y control de la sociedad. En definitiva, un gesto político que cierre definitivamente la puerta a la mercantilización del agua y a las empresas que pretenden lucrarse con ello.

Además, la prensa fue más sensible a las noticias surgidas del encuentro de modo que, al menos en grandes titulares, la opinión pública pudo conocer sobre la marcha las intrigas del Foro. Las presiones de países como Estados Unidos, Turquía o Brasil consiguieron que la declaración ministerial únicamente reconociera que “el acceso al agua potable y al saneamiento es una necesidad humana básica”, algo que representantes como el de Venezuela se negaron a firmar.

El V Foro Mundial del Agua cerró sus puertas coincidiendo con el Día Mundial del Agua. La próxima edición tendrá lugar en Marsella (Francia), ciudad sede del Consejo Mundial del Agua, en el año 2012. Pero ya nada será igual.