Seguramente Nairobi habrá visto pocas veces a tanto ilustre visitante y de tan variada procedencia, como estos últimos días de reuniones hasta el cierre de la conferencia el viernes 17 de noviembre. La cuestión es si los visitantes dejarán allí algo que merezca la pena que la ciudad y África recuerden.

De las previsiones de impactos de cambio climático el continente africano se lleva la peor parte, por eso es del máximo interés para la región que todo el mundo asuma que la reducción de emisiones no desaparecerá nunca del escenario económico, y por tanto el Protocolo de Kioto no acaba en 2012. El asentamiento de los condicionantes y plazos para negociar las futuras obligaciones de limitación de CO2 sería probablemente el principal resultado de Nairobi. Pero hasta ahora parece que los interlocutores no quieren entenderse.

Los países en vías de desarrollo no quieren discutir abiertamente, “aún no es el momento” es su línea de defensa. Los países desarrollados no abordan con decisión temas que interesan a los primeros como el Fondo de Adaptación, la Transferencia de Tecnología y la extensión del Mecanismo de Desarrollo Limpio a zonas que no se benefician de los proyectos (como África, de los 408 proyectos registrados sólo 10 están en África). El resultado podría ser un “veremos en la próxima reunión”, “esperemos a la siguiente cumbre”.

El problema es que el cambio climático no espera. Una subida de temperatura media global por encima de 2 ºC sobre el nivel preindustrial presenta riesgos inaceptables, para evitarlo la concentración de CO2 en la atmósfera probablemente no debe superar las 400 partes por millón (ppm) y hoy en día es de 380 ppm. Esto significa que las emisiones mundiales, actualmente en crecimiento, tienen que alcanzar su máximo como tarde en 2015-2020 y luego reducirse hasta ser la mitad de lo que se emitió en 1990 hacia 2050. Si aumentara el ritmo de emisión o se prolongara el crecimiento a la tercera década del siglo, los esfuerzos posteriores tendrían que ser aún más radicales.

Los cambios de mentalidad política, económica, social y tecnológica que preparen al mundo para recorrer ese camino tienen que comenzar ahora y con más intensidad que la que estamos viendo. Que se empiece a pavimentar ya un sendero para decidir los acuerdos post-Kioto es una señal clara para todos los sectores económicos: los más eficientes energéticamente tienen ventaja, el transporte de mercancías a larga distancia no es negocio seguro, las inversiones en energías limpias son el futuro, etc.

Una condición necesaria de esos acuerdos es que, por razones morales, legales y prácticas, los países desarrollados asuman obligaciones de reducción de emisiones cuantificadas y absolutas, no otro tipo de compromisos como objetivos de intensidad energética, objetivos sectoriales o a decidir cada país. Sin embargo esa aproximación podría ser válida para el resto del mundo, que hasta ahora han contribuido poco al problema y cuyas emisiones por habitante son muy inferiores.

Para encaminar la situación y promover resultados en esta Cumbre los ministros de la UE tendrán que mostrar en voz alta y clara que ya el próximo año quieren un mandato de la Conferencia Marco de Cambio Climático para abrir las negociaciones post-2012 y haberlas concluido en 2008. Esta premura es especialmente necesaria para que la nueva UE de 25 miembros tenga tiempo de discutir y repartir el cumplimiento del compromiso europeo entre los estados miembros y estos lo ratifiquen a tiempo, antes de 2012. El objetivo europeo tendrá que ser coherente con una reducción de emisiones del 30% en 2020. Esto va a implicar en giro radical en algunas políticas de la UE y de sus países.