La televisión aísla a las personas y deteriora el medio ambiente al incitar constantemente a un consumo irracional, por lo que es necesario denunciar el papel que cumple en la destrucción del planeta.

Es vista una media de tres horas y media al día. Lo que supone 8 o 9 años ininterrumpidos a lo largo de la vida. El 58% del tiempo libre.

Detrás de su aparente función de entretenimiento o información se esconde su verdadero objetivo, que es incitar al consumo de los productos de las compañías que las financian o que son sus propietarias.

Basándose en la dificultad que el cerebro (y en especial el sistema emocional) tiene para distinguir entre la realidad y las imágenes virtuales, la televisión desplaza las interacciones de las personas entre sí y con el territorio y las sustituye por la contemplación de un espacio virtual seleccionado intencionalmente al servicio de la comercialización a gran escala.

Se destruye o se debilita así la producción local menos agresiva, las redes sociales próximas y la cultura ligada al territorio (generalmente más respetuosa desde el punto de vista ecológico).

La televisión celebra un modo de producción y consumo insostenible para el planeta, que es precisamente el que se trata de poner en cuestión en esta semana. Al no ver la tele se puede pensar colectivamente sobre ella.