La pesca excesiva es el principal problema para el mantenimiento de esta actividad.

Yayo Herrero, Ecologistas en Acción. Revista El Ecologista nº 46.

A pesar de los graves problemas ambientales que encara la cuenca mediterránea, como los vertidos contaminantes y una ocupación abusiva del litoral, el principal causante de la reducción de la pesca no es otro que la sobreexplotación de los bancos de peces. Por más que se quiera obviar este asunto, hasta que no se acometa un ajuste de la capacidad pesquera a la productividad de los ecosistemas marinos, la situación no hará más que empeorar.

El mar y la pesca han modelado la cultura mediterránea desde hace miles de años. La belleza y la calma azul de los lugares que permanecen menos castigados por el cáncer del urbanismo y la especulación, podrían llegar a hacer creer que los siglos de historia humana no han impedido que aún existan lugares inalterados en el Mediterráneo. Otra vez, la apariencia es puro simulacro y lo cierto es que el mar Mediterráneo y sus tradiciones pesqueras han sufrido profundos cambios y ya se topan, como tantas otras actividades humanas, con los límites de la Naturaleza.

En efecto, las pesquerías mediterráneas están enfermas. Las capturas de muchas especies de peces mediterráneos llegaron a su punto máximo a finales de los años 80 y principios de los 90, momento a partir del cual se ha producido una paulatina disminución de las poblaciones de las especies más deseadas por el mercado. Este descenso afecta, sobre todo, a las especies que habitan en el fondo marino. Un caso emblemático es el de la merluza cuyas capturas, que sobrepasaron en 1990 las 52.000 toneladas, cayeron a la mitad en 2002. Según la FAO, además, el atún rojo, el bonito, el pez espada, el mújol y el besugo engrosan las listas de especies amenazadas.

El caso del atún rojo es especialmente preocupante. Según WWW/Adena, aproximadamente el 83% del atún que procede del Mediterráneo está por debajo del límite de tamaño mínimo. El problema para esta especie se agrava con la captura de ejemplares que se encierran en criaderos y se engordan con técnicas de acuicultura para su posterior comercialización. La FAO estima que actualmente la producción de atún rojo mediante el engorde en granjas es de unas 25.000 toneladas, frente a las 10.000 de hace cinco años. Los países que se lucran con esta actividad son fundamentalmente Croacia, Malta, España y Turquía. Esta práctica supone un incremento de la presión sobre una población que ya se encuentra en condiciones precarias debido a la sobreexplotación.

La contaminación también afecta a la pesca en el Mediterráneo. Se calcula que alrededor del 30% de producción mundial de petróleo circula por el Mediterráneo y las pérdidas de crudo, las limpiezas de tanques y los accidentes, suponen unas 600.000 toneladas de vertidos de hidrocarburos al año. Por si fuese poco, cada año se vierten en el Mediterráneo unos 400 millones de toneladas de residuos sólidos que, añadidos a las aguas fecales y a los fertilizantes de origen agrícola, contribuyen al proceso de eutrofización. Para completar esta relación, los barcos militares que surcan el Mediterráneo expulsan 650.000 toneladas de residuos tóxicos.

El problema es la sobrepesca

Sin embargo, sin restarle importancia a los problemas enumerados, el gran problema de la pesca en el Mediterráneo es una sobreexplotación que no respeta los ciclos naturales de la vida marina. La superación de los límites de renovación de las poblaciones de peces también se constata en la disminución de la cantidad de pesca por unidad de esfuerzo pesquero, criterio que mide la cantidad de pescado que se obtiene con relación a la actividad desempeñada para capturarlo, y que sirve de indicador de la situación del sistema íctico.

Hasta el momento, la solución aplicada al problema del descenso en la rentabilidad de la actividad pesquera, es más medicina de la misma que lo originó: más tecnología, más potencia propulsora instalada sobre todo en los arrastreros, más consumo de combustible para aumentar las capturas, más incumplimiento de las normativas aprobadas… El sector pesquero industrial se empeña en ignorar el asunto central, el agotamiento de los recursos que explota, y pretende mantener sus beneficios exigiendo más subvenciones y protestando por las tallas mínimas, las mallas legales, los fondos de pesca, las vedas o el precio del carburante.

Un ejemplo de esta cortedad de miras, fue el bloqueo de los puertos el pasado mes de octubre. Las flotas de pesca demandaban una mayor subvención del combustible que utilizan en su actividad. El conflicto se saldó con el compromiso de una reducción de 10 céntimos en el precio que pagan por cada litro de gasóleo. Esta medida beneficia sobre todo a la flota de arrastre, cuyas embarcaciones están propulsadas, en muchos casos, por motores de más de 1.000 CV que en ocasiones pueden llegar incluso a los 3.000 CV. Estos motores consumen diariamente más de un litro de gasóleo por CV y, aunque podrían ponerse en práctica sistemas para limitar estas potencias, al igual que sucede con la velocidad de los coches, no se hace. Obviamente un arrastrero con 1.500 CV consigue unas capturas muy superiores a las de uno de 500.

Por más vueltas que se le quiera dar, el verdadero problema de la pesca es la excesiva capacidad pesquera y la paulatina y creciente escasez de recurso a su disposición. Si no se reduce la actividad, la situación será cada vez más crítica y llegará un momento en el que, aunque el combustible se regale, la pesca no será rentable.

La sostenibilidad de la pesca sólo se puede conseguir manteniendo en el mar una población de peces suficiente para generar excedentes de biomasa, que son los que se podrían explotar. Si se supera ese límite, las capturas y los beneficios disminuyen y la pesca sólo resulta rentable a corto plazo con una inversión creciente en tecnología y potencia acompañadas del engaño de la externalización de los costes asociados al deterioro ecológico, social y económico que se produce.

La necesidad de reducir la actividad pesquera

¿Se puede conseguir que la pesca y la obtención de alimentos del mar sigan ocupando un lugar central en las culturas mediterráneas?

El camino no puede ser otro que reducir la capacidad pesquera de las flotas. El Mediterráneo representa el 1% de la superficie marina del mundo y en él vive aproximadamente el 9% de la biodiversidad marina de todo el planeta. Por ello, aunque nadie pueda tener la certeza de que la reducción de la capacidad pesquera conduzca a una recuperación de las poblaciones marinas, se estima como muy probable que la riqueza en biodiversidad confiera una gran capacidad de adaptación y de posibilidades de superar la situación de crisis.

La sostenibilidad de la pesca pasa por la articulación de los planes en torno a la reducción de la capacidad pesquera, por posibilitar la recuperación de las poblaciones de peces y racionalizar los canales de comercialización, sin olvidar los aspectos relacionados con las condiciones laborales de los que trabajan a bordo. En este ámbito sí tendrían sentido las ayudas públicas porque sin duda irían en la dirección de hacer sostenible la actividad de un importante sector productivo, tanto desde el punto de vista de la seguridad alimentaria, como de la organización social de las comunidades costeras y del mantenimiento de la biodiversidad mediterránea.

La consideración de un recurso natural renovable como una simple mercancía no funciona. La explotación de los recursos renovables, ya sea pescado, agua potable o madera, no puede crecer indefinidamente. No es el mercado quien marca los limites de un recurso natural, es la naturaleza.