La presunta construcción de un embalse en el río Alcanadre (Huesca), contemplada en el Plan Hidrológico Nacional, amenaza algunas poblaciones de Petrocoptis guarensis.

José Ignacio López-Colón, Ecologistas en Acción. Revista El Ecologista nº 38.

El género Petrocoptis agrupa nueve especies y dos subespecies rupícolas y calcófilas endémicas (exclusivas) del norte de la Península Ibérica (1, 2). Todas ellas habitan en localizaciones puntuales que van desde Galicia y León, con una especie propia de los Montes Aquilianos y los territorios colindantes de la provincia de Orense (Petrocoptis grandiflora) y una subespecie de Ponferrada y otros puntos de El Bierzo (P. pyrenaica viscosa), pasando por varias que colonizan diversos enclaves de la Cordillera Cantábrica, el País Vasco, los Pirineos españoles y franceses, y los territorios prepirenaicos navarros, aragoneses y catalanes (P. pyrenaica pyrenaica, P. pyrenaica glaucifolia, P. hispanica, P. pseudoviscosa, P. crassifolia, P. montserratii, P. montsicciana y la especie que nos ocupa), hasta, por último, una especie que se acantona en el norte del Maestrazgo –Zorita del Maestrazgo, en Castellón– y la región colindante del Bajo Aragón –Aguaviva, en Teruel– (P. pardoi).

Todas estas estirpes suelen observarse colgando de los techos naturales de los roquedos; el nombre genérico proviene del griego pétros (piedra, roca) y kóptô (cortar, separar), designación que alude a que su presencia en las fisuras de rocas parece hendirlas. Se trata de especies tan localizadas que hasta seis de ellas –además de las dos subespecies– habían sido incluidas en el Libro Rojo de Especies Vegetales Amenazadas de España Peninsular e Islas Baleares (3), a las que recientemente se ha añadido una más en la Lista Roja de la Flora Vascular Española: P. montserratii (4).

Las especies de Petrocoptis son características de asociaciones vegetales propias de una biota tan particular como la rupícola, que es aquélla que ocupa los cortados rocosos, con ecosistemas que, aunque suelen escapar por su propia condición de inaccesibilidad a la degradación, son a la vez extremadamente frágiles debido a su escasa capacidad de recuperación frente a las agresiones propias de las actividades humanas (cuando las hay). La estricta localización de algunas de estas especies y las dificultades para colonizar nuevos enclaves favorables (que, muchas veces, simplemente no existen) delatan la importancia capital de tales refugios para la supervivencia de estas valiosas joyas del reino vegetal.

Aunque su hábitat se reduce a los extraplomos con fisuras húmedas, los Petrocoptis también prosperan inicialmente en los suelos frescos de los fondos de los barrancos con facilidad, donde no se las come el ganado, pero enseguida son desalojados por otros vegetales y desaparecen (1). Todo el género tiene un enorme interés biogeográfico y evolutivo (3).

El romperrocas de la sierra de Guara, Petrocoptis guarensis, es un endemismo exclusivo de las estribaciones meridionales de dicha serranía oscense; habita las gargantas de Rodellar y Alquézar. Considerada desde 1987 con categoría de “Rara” por la UICN (3), por “estar restringida a localizaciones puntuales sujetas a riesgos”, pasó a la categoría de “Vulnerable” en el nuevo catálogo de 2000, por “no estar en peligro crítico o en peligro de extinción inminente pero sí enfrentada a un alto riesgo de extinción en estado silvestre a medio plazo” (4).

Este Petrocoptis fue descrito del roquedo calcáreo del barranco de Mascún, a 650 metros de altitud, por el insigne botánico español Francisco Javier Fernández Casas, en 1973, en su trabajo “Estudios sobre el Género Petrocoptis”, publicado en los Cuadernos de Ciencias Biológicas, revista científica de la Universidad de Granada (vol. 2, página 43, lámina 1).

Características botánicas

El género Petrocoptis comprende plantas perennes de consistencia herbácea, aunque leñosas en la base; pequeñas, de hasta 45 cm de altura; con hojas opuestas, enteras y sin estípulas; inflorescencia cimosa, con una a diez flores de color blanco o rosa, a veces rojo purpúreo; cáliz soldado en tubo; cinco pétalos libres provistos de una larga uña recta; diez estambres y cinco estilos; fruto en cápsula unilocular que se abre por cinco dientes y se sostiene por un carpóforo breve; semillas orbicular reniformes, de testa lisa o rugosa, con estrofíolo compuesto de pelos.

El romperrocas de la sierra de Guara alcanza entre los 20 y 40 cm de altura. Es una especie muy robusta que tiene una gruesa cepa leñosa, con flores grandes, de color rosado más o menos oscuro. Se distingue de sus congéneres por tener las semillas de testa rugosa y mate –con el estrofíolo grande, formado por pelos gradualmente engrosados– y las hojas caulinares más anchas que las de los cáudices. Florece entre mayo y julio.

Un lugar extraordinario para vivir

La sierra de Guara es una de las más importantes y bellas del prepirineo oscense; forma parte del Patrimonio Geológico Aragonés y está protegida como Parque Natural. El Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara había sido reivindicado en incontables ocasiones por los colectivos ecologistas y montañeros debido a su gran riqueza biológica; fue declarado por las Cortes de Aragón en la Ley 14/1990; comprende 47.450 hectáreas, a las que hay que sumar otras 33.775 de zona periférica de protección (5). Además, su valiosa diversidad faunística lo ha validado para obtener declaración de ZEPA en toda su extensión: aquí se localiza una de las mayores concentraciones de buitre leonado de Europa; según censos de Ph. Desaulnay y J. C. Le Bail, hace tres décadas se podían observar hasta 78 especies de aves sólo en la vertiente meridional (6).

La sierra se ubica a unos 20 km al noreste de la ciudad de Huesca y comprende, de este a oeste, territorios de los municipios de Sabayés, Vadiello, Rodellar y Alquézar; su mayor altitud es el Rozal de Guara, con 2.077 m. La sierra de Guara está valorada por causas múltiples, ya que tiene tanto atractivos paisajísticos y ecológicos, como arqueológicos (pinturas rupestres en diversas cuevas del río Vero) y geológicos. Entre estos últimos, destacan los Mallos de Ligüerri, que son conglomerados miocénicos, y los cañones fluviales de los ríos Flumen y Mascún. El sustrato calizo ha favorecido los fenómenos de erosión kárstica. Destacan sus abruptos cañones de una belleza espectacular y las formas kársticas producto de la disolución de las calizas de las que está formada la sierra: cuevas, lapiaces, dolinas, surgencias y manantiales…

Estado de conservación

Un área de distribución tan restringida –Petrocoptis guarensis únicamente existe en la sierra de Guara, donde sólo vive en las grietas de las rocas de los cantiles, preferentemente en extraplomos de calizas eocenas, entre los 520 y 1340 metros de altitud–, unido a la inexistencia de medidas de conservación, hacen que la especie, como muchas otras, dependa en buena medida de que la actividad humana no transforme de cualquier modo su limitado medio.

Una dificultad para su futuro y supervivencia, según indicaba en 1987 el doctor Montserrat Martí, quien justificaba sobradamente el argumento haciendo una exposición precisa del estado de conservación de la especie, era la recolección incontrolada para herbarios por parte de botánicos aficionados (3), pero la figura de protección como Parque Natural adquirida en 1990 ha minimizado ese impacto.

No obstante, existe otro peligro vigente. Sobre algunas poblaciones de la planta pende actualmente la amenaza que supone la presumible construcción de una presa sobre el río Alcanadre (o Alcandre), evento previsto en el Plan Hidrológico Nacional (3).

Sorprendente capacidad de adaptación al medio
Según relata el doctor Josep M. Montserrat Martí, biólogo del Instituto Botánico de Barcelona, Petrocoptis guarensis manifiesta una adaptación portentosa a la vida en los cantiles que consiste en la facultad que tiene la flor fecundada de realizar un movimiento giratorio que acerca a la roca las semillas; éstas, a su vez, poseen un estrofiolo hidratable y mucilaginoso que facilita la adherencia y una disponibilidad inicial de agua imprescindible para la germinación (3).

Referencias:

1. VV.AA. (1990) Flora ibérica: Plantas vasculares de la Península Ibérica e Islas Baleares. Editores S. Castroviejo et al. Volumen II. Platanaceae-Plumbaginaceae (partim). Real Jardín Botánico, CSIC, Madrid, 897 p.

2. FERNÁNDEZ CASAS, J. y CEBALLOS JIMÉNEZ, A. (1982), Plantas silvestres de la península Ibérica (Rupícolas). H. Blume Ediciones, 432 p.

3. GÓMEZ CAMPO, C. y colaboradores (1987), Libro rojo de especies vegetales amenazadas de España peninsular e islas Baleares. MAPA-ICONA, 676 p. [ficha de esta especie elaborada por Josep M. Montserrat Martí].

4. VV.AA. (2000), “Lista Roja de la Flora Vascular Española (valoración según categorías UICN)”. Conservación Vegetal, 6 (extra): 11-38.

5. MARTÍNEZ LASIERRA, P. (1997), “Los Espacios Naturales protegidos”. Naturaleza Aragonesa (revista de la Sociedad de Amigos del Museo Paleontológico de la Universidad de Zaragoza), 1: 56-60.

6. DENDALETCHE, C. (1982), Guía de los Pirineos. Geología, Ecología y Biología. Ed. Omega, 790 p.