La Administración busca más su erradicación que la conservación de las poblaciones.

Jorge Echegaray, Grupo Lobo de Euskadi, y Andrés Illana, Ekologistak Martxan. Revista El Ecologista nº 70.

Algunos países europeos estudian la reintroducción del lobo como forma de mejorar los ecosistemas. En contraste con esta situación, en Euskadi, a pesar de que el lobo es la única especie de gran carnívoro, es vilipendiado y erradicado, ignorando todas las recomendaciones y obligaciones legales que protegen a esta especie, así como su importante papel en los ecosistemas.

La conservación de la biodiversidad es una responsabilidad ineludible y una de las metas de la Estrategia Vasca de Desarrollo Sostenible. Euskadi tiene la responsabilidad ética y legal en su marco territorial de promover la restauración ambiental y la protección de la biodiversidad (Ley 16/1994, Ley 3/1998, Directivas comunitarias, etc.). A nivel internacional, el objetivo de la Iniciativa para la Conservación de los Carnívoros en Europa es tener un mayor número y presencia de estos mamíferos ocupando cada vez áreas de distribución más amplias, de modo que estos depredadores puedan subsistir de presas naturales y donde haya una coexistencia mediante políticas de gestión racionales.

Los trabajos internacionales sostienen que la conservación de los carnívoros requiere un triángulo de consideraciones: motivación, legislación y conocimiento. Los grandes carnívoros son más que meros números, pues establecen intrincadas relaciones sociales, especialmente evidentes y determinantes en animales sociales como el lobo. La extracción de ejemplares mediante la caza deportiva y los controles de población –eufemismos de exterminio– genera efectos en la estructura de población y demografía escasamente conocidos, merecedoras de una consideración especial, sin ahondar en las consideraciones éticas sobre la caza deportiva. La persecución humana sobre los grandes carnívoros afecta no solo a sus poblaciones, sino también a su papel regulador en los ecosistemas, lo que debe ser considerado en los modelos de gestión para asegurar la conservación a largo plazo.

El lobo genera biodiversidad pero es erradicado en Euskadi

Mientras en algunos países europeos se estudia su reintroducción como herramienta para la restauración de ecosistemas, y en Norteamérica ya se valora positivamente su efecto, en Euskadi, donde el lobo es la única especie de gran carnívoro (no hay linces ni osos), es vilipendiado y erradicado, ignorando todas las recomendaciones y obligaciones legales señaladas arriba.

Matar lobos altera su estructura social: tamaño de grupo, supervivencia, comportamiento. En un mundo con reconocida pérdida de biodiversidad, se clama por la necesidad de conservar especies altamente interactivas, con el lobo como emblema, en virtud de su papel ecológico. Muchos trabajos científicos modernos demuestran el papel y la relevancia que los grandes depredadores tienen para la supervivencia a largo plazo de la biodiversidad de los ecosistemas que ocupan. En aras de conservar esta biodiversidad se debe prestar especial atención al reestablecimiento de las comunidades de grandes depredadores allá donde han sido exterminados y donde existan hábitats viables.

El lobo también forma parte de esa biodiversidad aunque sus beneficios ecológicos son sistemáticamente ignorados por las administraciones vascas, creando escenarios de supuestos conflictos de intereses, en los que la ganadería aparece como la única actividad generadora de biodiversidad en la Red Natura 2000, mientras que se considera que el lobo afecta negativamente a estas zonas protegidas por Europa, a pesar de ser, paradójicamente, una Especie de Interés Comunitario.

Para comprobarlo basta con leerse el Plan de Gestión del Lobo en Álava, aprobado recientemente –más parece un alegato al exterminio de sus poblaciones–, pues recoge todo tipo de argucias para sugerir que el lobo pone en peligro la ganadería extensiva y por lo tanto hace peligrar la biodiversidad en la Red Natura 2000. Pero cuando analizamos esta cuestión vemos que solo el 11,5% de la superficie alavesa declarada de interés comunitario son hábitats supuestamente relacionados con la actividad ganadera. Es más, se sugiere que la presencia del lobo va a suponer la desaparición de la ganadería extensiva y la de las aves rapaces carroñeras presentes en las Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPA), pero sin aportar datos científicos ni referencias bibliográficas.

No conocemos ningún lugar del mundo donde la aparición del lobo haya supuesto la desaparición de la ganadería, y pese a ser un argumento recurrente, nadie, ni los sindicatos agrarios vascos, ni ninguna administración vasca nos ha proporcionado ninguna referencia en ese sentido. Todos los argumentos expresados en el Plan de gestión conducen a un supuesto “conflicto de intereses de conservación”, lo cual es esgrimido para amparar las prácticas de control de lobos. Así, desde 2008 opera una patrulla de control de lobos integrada por 4 personas, financiada con dinero público y que supone un desembolso de al menos 208.000 euros cada dos años, mucho más que el presupuesto total para los planes de recuperación de algunas especies amenazadas.

500 adultos reproductores en toda la Península

El lobo es una Especie de Interés Comunitario en toda la Unión Europea, y un taxón catalogado como Casi Amenazado en España, según el Atlas y libro rojo de los mamíferos terrestres de España. Cuenta con un estatus poblacional similar a la amenazada y estrictamente protegida águila imperial ibérica, pero su conservación está en entredicho por la elevada mortalidad no natural inducida por el ser humano y la fragmentación de su gestión, según dicho Atlas. Al menos existen 500 adultos reproductores en 254 manadas en toda la Península Ibérica, según estimas publicadas en 2005, lo cual constituye un indicador de su precariedad poblacional. Se desconoce a ciencia cierta el número real de lobos por la dificultad intrínseca que presenta censar una especie tan evasiva y por la falta de estimas razonables sobre el tamaño de cada manada, parámetro que ha sido sobrestimado en España para esgrimir una expansión no suficientemente acreditada y analizada.

Euskadi constituye el límite de su área de distribución nororiental desde hace tres décadas, lo cual limita parcialmente los movimientos dispersivos de la especie hacia Pirineos. Su presencia como reproductor en esta comunidad autónoma está sometida a elevadas fluctuaciones poblacionales y carece de continuidad espacio-temporal debido a la fuerte persecución humana. El estatus poblacional del lobo en Euskadi lo haría figurar en el Catálogo Vasco de Especies Amenazadas. No es así porque sus poblaciones se consideran “saludables” fuera de Euskadi.

Curiosamente todos estos argumentos no se utilizan para otras especies amenazadas. El lobo con 3-4 grupos reproductores (compartidos con Burgos), no está en el citado Catálogo Vasco de Especies Amenazadas, pero este sí incluye a especies como el buitre leonado, con más de 800 parejas. En síntesis, con el lobo parece que todo vale porque es una especie problemática para el sector primario, altamente subvencionado y protegido por las administraciones.

¿La conflictividad es real?

Los ataques a la ganadería son un problema y no se trata de minimizar sus efectos, pero hay que reflejarlos en su justa medida. El primer estudio no invasivo sobre el lobo realizado en la Península Ibérica por un equipo de especialistas basado en el análisis genético de excrementos en Euskadi, ha demostrado que existe una elevada presencia de excrementos de perros en zonas con alta incidencia de ataques al ganado doméstico achacados a lobos. Además, reveló que los perros consumen habitualmente ganado doméstico, por lo que convendría plantearse si el elevado volumen de daños atribuido a los lobos es real. Algunos trabajos incluso sugieren que en torno al 10% de algunas reclamaciones de daños en Asturias y Zamora pueden ser fraudulentas.

Con independencia de la presencia o ausencia de lobos, los daños a la ganadería también pueden ser ocasionados por perros errantes, asilvestrados o por aquellos que incluso custodian explotaciones ganaderas. Es sobradamente conocido que los daños están más relacionados con el manejo ganadero que con la abundancia de depredadores. Estas afirmaciones, realizadas por organizaciones conservacionistas vascas, habían sido cuestionadas e incluso ridiculizadas por ciertos sectores, pero recientemente se han visto avaladas por la propia Diputación Foral de Álava, que ha aprobado normativas para el control de perros incontrolados.

En Álava, territorio vasco que concentra la mayor parte del área con lobos de distribución estable, se indemniza a los ganaderos por las pérdidas sufridas y se premia también la tenencia de perros mastines. Pero estas ayudas públicas compensatorias no están supeditadas a que se trate de ganaderos profesionales cuya dedicación y modo de vida dependa del sector o a que se adopten medidas de prevención evaluadas convenientemente por la administración.

Resulta increíble el sensacionalismo con el que se trata el tema en los medios de comunicación vascos. Escandalizados por ello, hemos analizado con indicadores la conflictividad durante el período 2000-2007 en Álava a partir de las estadísticas oficiales. Comprobamos como en las zonas loberas alavesas la incidencia sobre la cabaña ganadera alavesa es del 0,44% y el número medio de explotaciones ganaderas afectadas por el lobo es de treinta y nueve, el 2,7% de las explotaciones existentes. El promedio anual de ataques por ganadero es de dos y el de reses afectadas (muertas, heridas y desaparecidas) por ganadero fue de seis cabezas. El porcentaje de impacto económico lobuno con respecto a la renta agraria alavesa supone el 0,035%.

Estos análisis reflejan la trascendencia real de los daños a la ganadería, aunque los sindicatos agroganaderos señalen la imposibilidad de coexistencia entre lobos y ganadería extensiva, algo que no es defendible en el siglo XXI. Esto es aún más indignante cuando se trata de un sector fuertemente subvencionado con dinero público a través de ayudas agroambientales, que llevan implícito un compromiso con la conservación del medio ambiente, que necesariamente ha de incluir al lobo. Debemos recordar que el sector agroganadero recibe 7.600 millones de euros a través de la PAC en España y que estas ayudas raramente son evaluadas por la administración.

En Bizkaia, los lobos han sido desterrados –incluso como símbolos de su escudo– y son vilipendiados por una administración retrógrada e insensible. Como ejemplo, a comienzos de 2010 se produjeron ocho ataques en el valle de Carranza, con un balance de 25 ovejas muertas y 19 heridas. De esos ataques, solo se pudo acreditar que tres habían sido de lobo (37,5%), frente a otros tres de perros, mientras que los otros dos casos restantes fueron calificados como indeterminados por los técnicos. Hay más de 90.000 cabezas de ganado ovino en Bizkaia y apenas 3 lobos.

A pesar de ello, la medida de la Diputación Foral fue poner en marcha un dispositivo de guardería cuyo único fin era el de abatirlos. Esta medida desproporcionada (tres ataques al ganado, afectando a menos del 0,03% de la cabaña ganadera ovina) supuso el abatimiento de una loba en plena época de veda y de reproducción para la especie. Lo que fue reflejado en portadas de la prensa vizcaína con titulares sensacionalistas como “abatida la loba asesina de ovejas”. Paradójicamente, algunos miembros de la guardería, que deberían velar por la biodiversidad, se alían a cazadores y ganaderos para exterminar al único regulador natural de ungulados silvestres presentes en Bizkaia y Euskadi.

Un imprescindible cambio de gestión

A nuestro juicio, las políticas de pagos por daños y subsidios deben sustituirse por ayudas ambientales vinculadas a la presencia de grandes carnívoros en las zonas de producción siempre y cuando se adopten métodos de prevención (pastores profesionales, recogida nocturna del ganado, perros de guardia bien adiestrados, etc.) y se acredite convenientemente su uso. La administración debe velar porque esto sea así. Además, las políticas de exterminio no son eficientes y sostenibles a largo plazo, incluso desde un punto de vista económico [1].

Los sindicatos ganaderos de Euskadi, que dicen ser los garantes de la conservación del medio natural y de la biodiversidad, exigen a la Administración pública –y por ende a toda la sociedad vasca– que se elimine el lobo para salvar sus intereses económicos. De esta manera, pretenden imponer una biodiversidad a la carta, protegiendo y poniendo como banderas de la buena gestión ambiental a ciertas especies no problemáticas, mientras se exterminan otras que causan problemas.

En cualquier caso, es exigible que si estas son las políticas que se van a seguir desarrollando en Euskadi, se informe mediante un correcto etiquetado a los potenciales consumidores de los productos procedentes de la ganadería extensiva vasca que como parte de esa producción se incluye el exterminio del lobo en Euskadi. Así, los consumidores podrán elegir productos de otras zonas donde se compatibilicen las actividades ganaderas y la conservación efectiva del lobo.

Pero en primer lugar exigimos la inclusión del lobo en el Catálogo Vasco de Especies Amenazadas y la posterior redacción de un plan de recuperación de la especie en la Comunidad Autónoma Vasca, que fomente la compatibilidad de los lobos con la ganadería mediante la adopción de sistemas de prevención como los mencionados. Cualquier actuación de control de la especie solo podría efectuarse en el marco de dicho plan, siempre que se acredite que se hayan agotado los mecanismos de prevención de daños por parte de los ganaderos, algo que ahora no sucede.

Notas

[1] Por ejemplo, existen trabajos que evalúan la eficacia de los esfuerzos de diversas administraciones para mejorar a largo plazo la viabilidad de la industria ovina mediante la reducción de pérdidas por depredación a través de campañas masivas de exterminio de depredadores, y también si estas prácticas influyen en las variaciones en el censo ganadero de EE UU en territorios que habían sido recolonizados por depredadores y donde no. Significativamente, los estudios concluyen que los costes de producción y los precios de mercado son los que explican las fluctuaciones en el número de ovejas y no el control de depredadores.